jueves, 10 de febrero de 2011

LA NAVARRA DE IZQUIERDAS: CON EL CORAZÓN PARTIDO

Nunca como hoy, dada la inmensa necesidad de corregir el rumbo de la historia de esta comunidad, las izquierdas navarras se han mostrado tan irresponsables ante la posibilidad de un cambio político en Navarra. Y nunca como hoy, salvando ciertos momentos históricos, la complejidad política se muestra tan impertinente y propicia como para poner a prueba la visión de futuro de las fuerzas que se dicen de izquierdas, esas que quedan a la izquierda del socialcentrismo navarro. Esto no les exime, pero al menos explica su dificultad actual para reinventarse a sí mismas. Primera pregunta ¿Caben todas las izquierdas en un mismo proyecto político con garantías de viabilidad? Segunda pregunta ¿Quiénes son de izquierda y cómo se consigue coincidir políticamente más allá de las propias y legítimas infidelidades internas? Tercera pregunta ¿Quién tiene el lábel de izquierda en Navarra? Y cuarta y última pregunta ¿Qué es ser de izquierdas hoy?
Me gustaría poder responder a todas estas preguntas con rotundidad, sin alardes pero con criterio. Pero no puedo. Porque tengo tantas dudas como usted. Y pese a las incertidumbres y el agnosticismo político que trata de inmovilizarnos, creo que la izquierda debe responder ante la historia. Porque es su tarea y función y más en esta Comunidad permanentemente sentada a la derecha de dios padre.
Además de ello, un nuevo escenario nos espera. Se quiera reconocer, manipular o incluso desestimar. Las cenizas de ETA son una realidad. Y ello está marcando un tiempo político también nuevo. Tanto en la CAV como en Navarra y en el reino de España. Y en medio de este lodazal de recortes, claudicaciones, inmovilismos, desengaños, ilegalizaciones, reconversiones y mudanzas políticas, es urgente convenir en que la izquierda, más que nunca, necesita reformatear su análisis de la nueva realidad, definir estrategias de lucha, combate y resistencia para un presente nuevo y ofrecer soluciones que conecten con las verdaderas necesidades y problemas de la gente a pie de obra. Y ello sin renunciar a nuevas utopías ni tampoco a renegar de futuras revoluciones. Porque nada es inevitable, ni tampoco inamovible. Porque esa es precisamente la gran batalla ganada por el pensamiento liberal y poscapitalista. Pensar que nada tiene remedio. Que todo está hablado, dicho y consumado.
Ahora bien, ¿ Es posible construir y convenir en un espacio común? ¿ Es viable y oportuno? Servidor tiene sus dudas. No por considerar inapropiada la unidad de las fuerzas de izquierdas y abertzales en Navarra, sino porque sus respectivos pasados les están impidiendo, o cuando menos dificultando, reconocerse en sus propios presentes. Un presente absolutamente diferente del que vivieron hace cuatro años y para el que hacen falta otras herramientas de análisis. Y porque sus memorias, trayectorias y lealtades y deslealtades les pesan y están haciendo inviable todo proyecto de entendimiento. Eso, si es que coinciden en un sujeto y un objeto común sobre el que discutir y entenderse. Y me temo que no
Nabai, la gran esperanza de cambio en nuestra comunidad, padece un gravísimo proceso de disgregación que puede generar su propia autodestrucción. Quizás sus dirigentes nunca tuvieron en cuenta que podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta dónde podemos hundirnos. No obstante, si esa autoinmolación se contiene, los efectos de la dura batalla interna mermarán las fuerzas para encarar nuevos combates. Las posibles coaliciones internas, si EA definitivamente queda fuera del consorcio actual, generarán serias dudas electorales y solo servirán para consolar intimidades personales.
La coalición IU-Batzarre, escindido éste de Nabai, junto al posible apoyo de exsocialistas girados a la izquierda, apuesta por una oferta renovada del pensamiento de izquierdas y progresista sin renunciar a un nacionalismo moderado e inclusivo. En este nuevo espacio confluyen dos fuerzas sometidas también a enormes tensiones históricas. Son fuerzas tradicionalmente cansadas de conjugar el presente de indicativo impuesto por la realidad con la teoría y la práctica política definida por la lucha de clases. Y ello desgasta. Cada una busca el espacio de confluencia e influencia común en el que operar desde las reivindicaciones clásicas de la izquierda pero no pueden tampoco emerger inmunes desde sus respectivos pasados.
Finalmente, nadie sabe qué va a ocurrir con la autodenominada izquierda abertzale (IA) Servidor lo ha dicho varias veces, ni aunque ETA desfile con sus armas, con la rojigualda en ristre y las entregue en la Plaza del Castillo, el nuevo proyecto político será legalizado. Ojalá me equivoqué. Ahora Sanz, el equilibrista navarro, exige penitencia a la IA. Que yo sepa este es un precio ético eximido de toda regulación jurídica. Por su imposible demostración. ¿Por qué no se les exigió lo mismo a los dieciséis diputados falangistas de Alianza Popular surgidos de las elecciones de 1977?
Mientras tanto, la IA está influyendo en todos los proyectos y procesos políticos, personales y sociales. No diré yo si para bien o para mal. Está influyendo y punto. Porque los procesos políticos son así. Y este tiempo sin ETA, definitivamente ausente, aunque la derecha quiera resucitarla, marca un antes y un después. Y la izquierda abertzale y el resto de fuerzas políticas necesitan ajustarse a este tiempo nuevo, un tiempo de reposicionamientos, recolocaciones y nuevas lecturas de la realidad que obligan también a nuevas estrategias y herramientas de presión y ejercicio de lo político. Nada del pasado sirve, a lo sumo la memoria. Pero esta nunca puede ser una hipoteca que nos inmovilice ante el presente o que nos enroque en la perversidad de la venganza.
Me dirán que dónde ubicar a los socialistas navarros. Hace años, muchos años, que el socialismo navarro renegó de su propia historia. Porque firmó un pacto con el olvido, ese que le impide reconocerse como un partido de clase y de izquierdas. Hace años que los socialistas navarros solo aspiran a gestionar la sociedad, no a cambiarla. Y no por imposible, sino por puro desinterés y reajuste ideológico. Convivir y pactar con una de las derechas más enquistadas de Europa parece ser su destino en aras de una gobernabilidad de Navarra que solo puede ser ejercida, según ellos, de manera unidireccional. Porque no caben otros.
Así las cosas, el votante de izquierdas y progresista acudirá a las urnas con el corazón partido y no menos perdido. Nada parece indicar que el destino navarro vaya a girar a la izquierda. Y esto ya debiera hacernos pensar qué hemos hecho para merecernos un futuro imperfecto a la altura de la desesperación. O qué hemos dejado de hacer. Nada parece indicar que los proyectos de izquierda confluyan, al menos antes de las elecciones, en un escenario común. Así que, con el corazón partido, al menos votemos. No hacerlo es depositar el desencanto y el agnosticismo en manos de una derecha reforzada y cada vez más reaccionaria cuyo objetivo no es otro que reencarnarse en una ilusión agotada.
Paco Roda, en Lau Haizetatik

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