SERÍA bueno que, sobre temas controvertidos o con motivo de alguna efeméride histórica, se sentaran a discutir los y las historiadores/as de diversas tendencias y escuelas, sin exclusiones (salvo la falta de rigor), y hablasen de la Historia científicamente, en lo que tiene de ciencia esta disciplina y hasta lo que se pueda llegar de acuerdo objetivo. Esto siempre es un gran servicio al conocimiento y a la cultura de nuestra sociedad. Ocasión inexcusable resulta precisamente el ya cercano 5º centenario de la conquista del viejo reino pirenaico (en historia hay que procurar ser precisos y llamar a los hechos por su nombre, ¿o es que los castillos y fortalezas después de la entrada del duque de Alba se cayeron solos?) y así ir desmitificando lugares comunes y prejuicios ideológicos de unas tendencias u otras, en la búsqueda de la verdad de nuestro pasado.
En la ciencia histórica normalmente no se trata de celebrar nada, los aniversarios son ocasiones para revisar, actualizar, profundizar la historiografía. Por todo ello hemos de felicitarnos todos los navarros y navarras de la moción recientemente aprobada por amplia mayoría en el Congreso de los Diputados, gracias a la propuesta de Uxue Barkos, solicitando "el encuentro entre las diversas corrientes historiográficas existentes" y que primen "los aspectos académicos y científicos". Esperemos que se lleve a cabo. Sin embargo, lo que lamento profundamente es la cerrazón y la estrechez de miras, una vez más, del partido que gobierna esta comunidad ante todo aquello que no encaja con su concepción parcial y limitada de Navarra. Sólo UPN y UPyD se opusieron a la moción, quizá porque la presentaba NaBai, o eso se desprende de la crítica del diputado Salvador al PP que sí la apoyó. Tras tantos años de inmovilismo, ya no parece posible que este Gobierno sea capaz de despolitizar cuestiones básicas como la Historia de Navarra o el euskera (en la moción también se pide el cumplimiento de la Carta Europea de las Lenguas Minoritarias).
Es hora, por tanto, de intentar formar uno nuevo, después de las elecciones de mayo, más fiel a esa mayoría social que no comulga con la miopía cultural de los actuales gobernantes. Un Gobierno que, entre otras cosas, no tenga miedo a la verdad histórica de su pueblo, bien sea la de hace 500 años o la de hace 75, ni tampoco haga una política contraria, caso insólito en Europa, a la lengua propia más débil.
Mikel Aramburu Zudaire
No hay comentarios:
Publicar un comentario