Desde los tiempos de la colonia, la economía de América Latina ha mantenido una histórica relación de dependencia hacia países ‘externos’. Inicialmente vinculada a la exportación –de productos agrícolas, minerales y textiles– hacia las metrópolis europeas, a mediados del siglo XX, EE UU pasó a ser el principal socio comercial, comenzando a cambiar dicha realidad a partir de los ‘90, cuando China abrió sus mercados.
La cantidad de productos que China importa de América Latina, principalmente productos primarios, ha aumentado rápidamente, generando un profundo impacto en las economías de los países exportadores. Hoy China es el mayor socio comercial de Brasil, el segundo mayor mercado exportador de Chile y el segundo mayor socio comercial de Perú. En apenas una década, el intercambio comercial entre China y América Latina pasó de 15.000 millones de dólares a 183.068 millones, con un crecimiento anual del 28,4%. La unidad de negocios de The Economist estima que en 2014, Pekín se convertirá en el segundo destino de todas las exportaciones latinoamericanas, desplazando a la UE.
Entre el 27 y 30 de mayo pasado, un grupo de expertos latinoamericanos auspiciado por la UNASUR, analizó en Caracas la situación económica del subcontinente. Durante el encuentro, el secretario general de dicha organización, el venezolano Alí Rodríguez, abogó por una estrategia de los 12 Estados miembros del bloque regional que articule un plan común de políticas para la gestión de sus recursos naturales, indicando que “cada país ha abordado sus problemas por su lado, en contraste con los grandes consorcios, que tienen un solo mando y una sola estrategia global”.
Tras una década de bonanza económica generalizada y sostenida, el crecimiento en América Latina se moderó en el 2012, alcanzando un 3% frente al 5,9% en 2010 y el 4,3% del 2011, principalmente a consecuencia de la contracción de la demanda interna. Según la CEPAL, las predicciones para el presente año sitúan el crecimiento del subcontinente en un 3,5%, cifra que obedecería a un mayor crecimiento que el esperado por parte de Argentina (3,5%) y Brasil (3,0%) debido a la recuperación de la actividad agrícola y de la inversión, que anotaron caídas en estos dos países en 2012. Estas estimaciones se manejan con cautela debido a la incertidumbre sobre el futuro de la economía internacional, el bajo dinamismo de las economías desarrolladas y una posible recuperación menos dinámica de la prevista en los dos gigantes sudamericanos.
Los motivos de dicho descenso están vinculados a la baja en los indicadores de crecimiento económico de la economía mundial, lo que afectó al comercio de América Latina, ya que el alza en el valor de las exportaciones de la región fue sólo del 1,6% en 2012, comparado con el 23,9% de 2011. Hay que tener en cuenta que el 97% del PIB regional es generado por países que son exportadores netos de materias primas –petróleo, minerales y productos agropecuarios–, recursos que podrían reducirse significativamente en menos de una generación de no variar las actuales tasas de extracción, o de no adoptarse técnicas agropecuarias más inteligentes, aseveró Hasan Tuluy, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe.
En ese sentido se manifiesta el informe El ascenso del Sur: progreso humano en un mundo diverso del PNUD, donde se indica por ejemplo que un país como Bolivia –una de las economías ultradependientes de las materias primas–, registra un índice de agotamiento de recursos naturales de 12,3% del Ingreso Nacional Bruto, más del doble del promedio regional (5,7%).
Una de las grandes debilidades de las economías latinoamericanas tiene su razón de ser en el incremento continuado de sus exportaciones de materias primas, a la par que experimentan un proceso paralelo de desindustrialización. A modo de ejemplo sirva el caso brasileño, donde la contribución al PIB de la industria manufacturera cayó del 16,8% en 1996, al 15,8% en 2010, mientras que el peso de las actividades primarias se incrementó en el mismo período del 5,5% al 5,8% para la agricultura, y del 0,9% al 2,5% para las actividades extractivas, según el experto Pierre Salama.
La balanza comercial de la mayor parte de los países latinoamericanos está desequilibrada y depende de la venta de recursos naturales, un modelo que resulta inviable. Según el presidente del Consejo Chino para el Fomento del Comercio Internacional, Wan Jifei, “hay insostenibilidad en el modelo de mercado basado en la exportación de productos de bajo valor y de materias primas”. La relación comercial debería apuntar, según Wan, a transformar las industrias de cada parte. América Latina podría explorar la venta de productos agrícolas de alto valor, como café de calidad o vinos, y mejorar su sector de servicios, especialmente en turismo de lujo, desarrollo de software y servicios financieros. Luis Moreno, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, secunda este posicionamiento: “El reto que tenemos hacia adelante es cambiar las materias primas por productos terminados, por servicios y manufacturas. Ahí hay un gran espacio que debe ir también acompañado de mayor inversión”.
Esto se está concretando, por parte de los países latinoamericanos, en incentivar la inversión china, y en menor medida la de otros países emergentes, para dirigirla hacia proyectos de infraestructura, la explotación de recursos agrícolas o naturales y en firmas medianas. Se pretende que las empresas transnacionales implicadas realicen transferencia de tecnología que modernice y desarrolle de forma paralela los sectores de servicios, transporte y logística locales.
Según diversos expertos en la región, tres serían las posibles amenazas para las economías latinoamericanas a medio y largo plazo. La primera tiene que ver con los importantes flujos de capital inversor que ha recibido el subcontinente en los últimos años, relacionados con las bajas tasas de interés existentes en otras áreas. Situación que podría cambiar ante una hipotética recuperación de la economía estadounidenses, que implicaría la reducción de estos flujos hacia América Latina.
Por otro lado, los países latinoamericanos se han visto notablemente beneficiados por el auge en los precios de las commodities en el mercado internacional, situación que podría cambiar ante una posible desaceleración del crecimiento chino. Por último, ante el alza de los niveles salariales y la mejora de condiciones laborales en la región, las transnacionales podrían perder interés por invertir en producción y ensamblaje de productos,dado que dichas empresas buscan mercados de bajo costo laboral.
Decio Machado (en Diagonal)
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