esta semana que ahora termina el Partido Popular ha escenificado en el Congreso de los Diputados el debate de política general. Escenificado, digo, porque parapetado en la mayoría absoluta que ciertamente las urnas le dieron -aunque no necesariamente para avalar la andadura de estos 14 meses- el presidente del Gobierno central, Mariano Rajoy, se ha negado a coger el toro por los cuernos.
El debate arrancó con un gesto positivo, mirando a la calle: Con el reconocimiento de la cifra, terrible cifra de las personas que en estos momentos engrosan las listas del paro: 5.965.400 personas. Y ya.
A partir de ahí, la sucesión de datos macroeconómicos que supuestamente permiten vislumbrar el final de la crisis centró el discurso de un Rajoy que, cara al sol del calor de los datos macro, daba la espalda a los problemas de corrupción que asuelan su propia casa.
Al calor de cifras como la que señala que 2012 ha cerrado con un déficit público del 6,9%, pero callando por supuesto que el límite marcado por Europa está para el mismo año en el 6,3. Felicitándose por una balanza de pagos que empieza a ser positiva, pero sin recordar que en este balance la caída en picado del consumo, de las importaciones tiene mucho que ver... Rajoy se felicitó por el hecho de que, en este primer año de su gobierno, el sistema financiero haya dado pasos importantes para su saneamiento: pero no quiso apuntar que ello nos ha costado más de un punto de déficit.
Por un momento, hizo gala de su tono siempre contenido para decir aquello de que "no seré yo quien invoque los brotes verdes", para acto seguido afirmar con rotundidad que España empieza a ser vista con seguridad en el panorama internacional.
Poco dura la alegría en la casa del pobre, o eso es lo que ha debido pensar más de una de las 185 diputadas y diputados populares que despidieron el debate con un aplauso estruendoso. Europa ha esperado, oportuna y amable coincidencia, a que terminara este hito parlamentario; pero ha esperado poco: en menos de 24 horas ha tumbado sin piedad todos y cada uno de los alegres datos macro con que Rajoy ha adornado esta semana el balance de su primer año de Gobierno.
Empezando por el buque insignia del listado: las cifras sobre el déficit público. Un 7%, nos dice Rajoy. Un 10,2, responde Bruselas, apuntando el "olvido" del presidente español sobre esos 3,2 puntos de PIB que las ayudas europeas a la banca española han imputado al déficit de 2012. Cierto que no hay brotes verdes, coincide con Rajoy Bruselas, pero tampoco queda claro que se haya "evitado el naufragio": la economía española, anuncia la Comisión, se contraerá un 1,4% este año en el que por supuesto tampoco hay previsión alguna de que se vaya a cumplir el déficit.
Y el bofetón final: el desempleo. En sus previsiones, Bruselas anuncia que este año el conjunto del estado terminará con una tasa de paro del 27%.
Datos como estos, apuntados en el debate por Geroa Bai fueron los que el presidente Rajoy utilizó para espetarme aquello de que "usted ha venido aquí para hacer una enmienda de totalidad a las políticas que el gobierno del Partido Popular ha llevado a cabo este año".
Pero no, señor Rajoy, se lo dijimos el jueves y se lo volvemos a decir hoy: La enmienda a la totalidad, el suspenso, el reconocimiento del fracaso absoluto de sus medidas no se lo hacen portavoces del Congreso. Se lo ha hecho la realidad.
El suspenso se lo ponen todas y cada una de las casi seis millones de personas que hoy están en el paro; el suspenso se lo ponen las víctimas más dañadas por los desahucios. Suspenso del sector sanitario y educativo, que se lo recuerdan un día sí y otro también en la calle; suspenso de pensionistas, que han visto sus pensiones rebajadas de facto; de pymes y micropymes, que siguen sin poder acceder al circulante que, por otra parte, existe y que nos ha costado más de 3 puntos de déficit... Por no olvidar el hecho dramático que en los presupuestos para este año supone el pago de intereses de la deuda; pura usura que suponen a las cuentas generales del Estado el montante de 38.600 millones de euros, frente a los, por ejemplo, 27.000 millones de euros que están previstos para atender las prestaciones por desempleo. Pura usura.
¿Enmienda a la totalidad? Sí, señor Rajoy, la que le presenta la realidad.
La misma realidad que le recuerda una y otra vez que por mucho que se empeñe en no ponerle ni nombre ni apellidos tiene usted un problema de corrupción en casa que está obligado a atajar, a sajar. No vale con hacer un recuento genérico de lo ocurrido y ofrecer un acuerdo para reforzar las leyes en esta materia. No vale, porque la corrupción ya es ilegal, las corruptelas están perseguidas por la ley. ¿Debemos perfeccionar las herramientas legales para hace frente a nuevos modos, nuevas formas de corrupción? ¡Por supuesto! Pero, ¿es suficiente? De ningún modo.
La realidad y sobre todo el grado de la corrupción es inversamente proporcional a la existencia de valores, de usos éticos en el ejercicio de la política.
No es un problema de falta de leyes. Es un problema de falta de valores.
Por eso, llegar al Congreso para resguardarse de las tormentas de corrupción que acosan a su partido es un error; esconderse tras una oferta para revisar la legislación por toda respuesta es un error. Y buscar en todo ello el recurso secular e indigno en la política española de parapetare en el bipartidismo, una irresponsabilidad.
Doble irresponsabilidad en estos momentos porque el parapeto en el bipartidismo, en la alternancia no es sólo uno de los males que ha lastrado la política española en decenios y decenios; es que además en estos momentos supone malgastar el tiempo, un tiempo precioso que no corresponde, que no es propiedad del Gobierno. Un tiempo precioso que es de la sociedad, tiempo que debemos ganar para batallar contra la crisis en mayúsculas, no contra la crisis del PP.
Recientemente, un conocido empresario navarro trataba de convencerme de que en la labor fundamental de internacionalización empresarial "los intentos separatistas de las tribus ibéricas periféricas" (sic) son dañinos a la hora de construir marca.
Aceptando, por voluntariosa, la metáfora le respondí que a la hora de salir al mundo a decir que las empresas, las nuestras y las del conjunto del Estado, son instituciones serias, lo que realmente hace daño es "la tribu mesetaria, y sus casos de corrupción".
No hay tiempo, no lo hay para malgastarlo en buscar apaños con los que tapar los casos de corrupción que no son de la política, no son de la sociedad, no son de todos; son de algunos, tienen nombre y apellidos.
Y con nombre y apellidos también el castigo que el Gobierno Rajoy se ha empeñado en infligir a Navarra, a su ciudadanía en este primer año de gobierno: dos recursos de inconstitucionalidad y un recorte del 80% de las inversiones que a la administración central le compete llevar a cabo en territorio foral.
¿Motivos? Los desconocemos. Mientras mira para otro lado cuando se le pregunta por este hachazo presupuestario que ninguna otra comunidad ha sufrido, Rajoy pega palmaditas dialécticas en la espalda del Gobierno de UPN, alumno aventajado en el trasunto de contener el déficit por la vía de los recortes y sólo de los recortes. En la calle, la indignación de pensionistas, desahuciados, personas en paro y pacientes hospitalarios a los que se echa de comer...
Sí, señor Rajoy, la enmienda a la totalidad de su primer año de Gobierno la firman la realidad y Bruselas. También la firma la sociedad navarra, aunque aquí, ya se lo dije, siempre hemos tenido la facultad más rotunda del pase foral: Sea acatado, pero no cumplido.
Uxue Barkos, diputada de Geroa Bai
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