Que los empresarios agrupados en la poderosa CEOE están crecidos con el regalo que les ha hecho el Gobierno de la derecha, es algo que estamos contemplando a diario desde que se aprobó la reforma laboral hace dos semanas. Para ello, no hay más que ver, leer o escuchar cualquier medio de comunicación para tener cumplida referencia de los exabruptos y salidas de pata de banco - sin careta alguna y a pecho descubierto-, de los adalides del capitalismo sin barreras, agrupados en nuestro país en el “Think Tank” del liberalismo patrio. Grupo de presión donde son figuras señeras la presidenta madrileña Esperanza Aguirre, el ministro de Economía Luis de Guindos, el vicepresidente de la CEOE Arturo Fernández, el ex rector y tertuliano de todo Fernando Fernández, el ministro de Cultura José Ignacio Wert, el omnipresente Rodrigo Rato y, por supuesto y entre otros muchos figurones, quién acaba de proponer quitar el subsidio de desempleo al trabajador que no acepte un empleo del INEM, aunque sea en Laponia: José Luis Feito.
Feito, quién ya ocupó cargos de responsabilidad en el área económica de los gobiernos de Aznar bajo la hégira de Rato (el que puso el primer ladrillo de la burbuja inmobiliaria), es ahora secretario de Economía y Finanzas de la CEOE, presidente del Instituto de Estudios Económicos, presidente de la patronal de las Concesionarias de Autopistas (ASETA) y presidente también de la patronal de Autopistas Europeas (ASECAP): ¡”Ná” menos! Y lo que Feito ha expresado a pleno pulmón, no es otra cosa que lo que se comenta como objetivo desde hace tiempo en las esferas empresariales del poder económico de este país, que enardecidas tras el regalo recibido de manos de Rajoy, ya no van a parar hasta conseguir el premio gordo: laminar los derechos de los trabajadores y reducir al máximo el estado del bienestar, hasta situarnos en un marco similar o parecido al estadounidense; sin duda, su modelo admirado de orden económico y social.
Para ello, y como siempre ha hecho la derecha española –ahora liberal- recurren de nuevo a la división y al enfrentamiento de la sociedad civil, aunque ello ponga en riesgo la estabilidad de la propia España que tanto dicen amar. Lo que ha dicho Feito no hace más que ahondar en la estrategia de inocular el miedo al presente –y por extensión al futuro-, como primer elemento con el que agarrotar la tendencia a la protesta de estos españoles, siempre tan rebeldes y montaraces, que nunca entienden “que todo se hace por su bien”. Una estrategia que tiene como segundo punto de acción preferente el de buscar la división entre los que tienen y no tienen trabajo, para que los primeros acepten rebajar sus condiciones laborales y su sueldo, a cambio de que los que no tienen labor puedan acceder a una. Dicho de otro modo, abrir brecha entre el colectivo de los trabajadores, haciendo responsables a los que tienen empleo de los que no lo tienen. Ahí está, por ejemplo, la constante acusación a los sindicatos de defender solo los intereses de los que tienen trabajo y olvidarse de los parados.
Mantra tibetano con el que nos martillean para generar división entre los trabajadores y poner en tela de juicio el papel y función de los sindicatos (van claramente a por ellos); y que además –y esto es más peligroso para la izquierda- les sirve para arrogarse la defensa de los parados y presentarse ante la sociedad como sus únicos y verdaderos valedores.
Es en esta línea de fragmentación del mundo del trabajo en la que se inscribe la filosofía de fondo de la reforma laboral. Un oxímoron moral vendido desde la derecha como otro mantra que pica y repica en las mentes de las personas que sufren las duras penurias del momento presente: “hay que rebajar las condiciones de trabajo y abaratar el despido para que haya más empleo”. Es así como la idea de fondo que está en la raíz de la actual crisis y es basamento del orden social capitalista, queda difuminada, escondida, oculta, por el revuelo social generado por unas medidas que agitan y debilitan ante el futuro a las clases populares y medias. Entre tanto, la columna vertebral del sistema, la sacralización del beneficio -que obligatoriamente tiene que crecer año a año a costa de lo que sea- se convierte en el modelo imperante sin comentario alguno, sin debate o crítica alguna, camuflado en palabras tales como: competitividad, flexibilidad, salario variable, etc. Y esto es tan verdad, que hasta los medios de comunicación nos venden como mala noticia el que las grandes empresas tengan menos beneficios de los previstos; incluso en época de recesión y crisis, y sin que nadie ponga el grito en el cielo y pregunte quién, cómo y a costa de qué se definen los beneficios que hay que obtener.
En estas andamos metidos, de nuevo en el tenebrismo y el miedo al futuro que inocula siempre la derecha, y frente al que la izquierda sigue sin reaccionar, ensimismada, y sin reflexión y autocrítica alguna.
Vicente Mateos – Consejo Editorial “La Antorcha de la información”
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