viernes, 3 de febrero de 2012

¿CONGRESO VACUO?

Aunque muchos en la dirección del PSOE se resistan a reconocerlo no es solo la crisis económica la que ha arrastrado al Partido socialista a su peor resultado electoral. Los discursos vacuos, infantiles, las improvisaciones y las actitudes demagógicas con los que han intentado contentar a sus electores los dos últimos años han tenido mucho que ver en el desastre del 20 de noviembre.

Los socialistas no deberían menospreciar la grave crisis ideológica que acecha a toda la izquierda europea. El caso de España se hace más visible por la concentración de poder que los últimos resultados electorales han dejado en manos de la derecha y por carencia de un discurso alternativo desde la socialdemocracia que explique la desafección de más de 4’5 millones de anteriores votantes el día de las elecciones del pasado mes de noviembre.

Quien afronte la responsabilidad de dirigir el socialismo español se encontrará en esta tesitura doble: con el peor resultado electoral y la ausencia de un discurso que ilusione deberá iniciar su gestión asumiendo los reiterados errores cometidos en el pasado. La autocrítica se hace imprescindible.

No sirven ya los viejos parapetos en los que el socialismo se refugiaba tras sus derrotas para recomponer estructura y discurso: los sindicatos sufren una crisis de deslegitimación; las organizaciones de base se descomponen, la presencia en la sociedad civil se ha reducido de forma alarmante en los últimos años, al tiempo que surgen nuevos movimientos a los que el discurso de la izquierda llega confuso y carente de atractivo.

El próximo congreso del PSOE deberá analizar el porqué del abandono de gran parte de la que ha sido la base social sobre la que sustentaba su discurso durante la primera legislatura: trabajadores y clases medias urbanas, pérdida de atractivo entre los sectores más dinámicos de la sociedad: juventud, nula presencia en la Universidad y en las organizaciones sociales de base.

La democratización de un partido anquilosado, en el que el aparato todo lo controla hasta la asfixia, es la primera de las tareas que debe afrontar quien asuma la responsabilidad de dirigir el PSOE en el futuro. Es necesaria una apertura hacia la sociedad, pero sobre todo y en primer lugar hacia el interior del propio partido.

No es con indolentes élites, más preocupadas por titulares de prensa que por conocer la opinión de sus militantes, como se avanzará en un proyecto de izquierda en España. Aquellos más preocupados por los problemas del partido que por los problemas del país y sus gentes, acabarán arrastrados por la marea de la historia.

La democratización y apertura a la sociedad son tareas postergadas mientras se disfruta del poder. Su futuro debe conjugar de modo inteligente responsabilidad en la colaboración con la gobernabilidad, con la necesaria presencia en el día a día del ciudadano articulando una alternativa progresista ante la derecha hegemónica.

La caída del muro del Berlín dejó a la socialdemocracia como único valedor del Estado de bienestar que se había ido construyendo en Europa desde los años 50. Es la responsabilidad histórica que el socialismo tiene hoy encomendado.


La gestión de la crisis por parte de las políticas de las derechas europeas solo augura estrechamientos en los avances sociales logrados durante las últimas décadas. La responsabilidad de los políticos progresistas dando vida a un discurso articulado, alternativo, social, coherente y realista que enfrente estos retos ante una derecha cada día más poderosa, tanto en España como en Europa, debe estar en el centro de la reflexión de fondo en todas sus políticas.

Mucho más que liderazgos orgánicos, el socialismo -como principal fuerza de la izquierda europea- tiene la obligación de vertebrar un movimiento de largo alcance con clara visión estratégica que ofrezca respuestas a los nuevos problemas de la sociedad.

No puede ser el Congreso de Sevilla una mera confrontación de personas como ocurrió en el 2000. Es mucho más que la dirección del partido lo que se juegan los socialistas. Probablemente los próximos doce años van a ser los más complicados de la reciente historia de España.

El riesgo de que el viejo aparato y la burocracia del partido, o de que determinadas organizaciones territoriales, pretendan condicionar el debate estableciendo precios a cambio de su apoyo deben ser abandonados si se pretende dar credibilidad al nuevo proyecto.

Son demasiado graves los desafíos a los que nos enfrentamos los europeos, como escribía Jurgen Habermas hace unos meses “A corto plazo, es necesario concentrarse en la crisis. Pero más allá de ella, los actores políticos no deberían olvidar los defectos de construcción que se encuentran en las bases de la unión monetaria”. Una respuesta socialdemócrata a la crisis que amenaza con llevarse por delante el estado de bienestar debe ser garantía de más Europa y más democracia.

Solo desde Europa se podrá dar una respuesta a la crisis que garantice la pervivencia del Estado de bienestar.

El zapaterismo ha concluido. Los claro-oscuros de sus ocho años tendrán que ser analizados con la distancia que otorga el tiempo. Quienes sí han emitido juicio son los ciudadanos y han dictado un veredicto concluyente.

Generar ilusión en una izquierda deprimida y sustituir ambiciones personales por un proyecto colectivo que sea atractivo para amplios sectores de la población que se sienten de izquierdas o progresistas es la tarea.

Proyecto que cuente con la opinión de votantes y simpatizantes, poniendo fin a los cuatro años más lastimosos de la reciente historia del socialismo español. De su buen final depende la esperanza de muchas gentes de izquierda y en gran medida también nuestro futuro.

Pedro M. Unzueta, en La Antorcha de la Información

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