La Comunidad de Madrid se llevó hace pocos días a cincuenta adolescentes de excursión con guía incluido. ¿Al Planetario?, se preguntarán, ¿a la casa natal de Cervantes?, ¿a la Parroquia de San Carlos Borromeo en Vallecas? No, nada eso: a la Plaza de toros de Las Ventas. ¡Olé! Y un conocido diario nos lo relata como si los chavales hubieran traspasado el umbral del Parnaso, pues con la gloriosa entradilla de “Dejad que los niños se acerquen a Las Ventas”, transita por expresiones como “arte y enseñanza de la mano” o “echarle un par delante de un bicharraco con cuernos”, para explicarnos que se trata de una “fantástica” iniciativa del Gobierno de Esperanza Aguirre enlazada a su declaración de las corridas como Bien de Interés Cultural.
Supongo que las huestes populares consideran conveniente eliminar la asignatura de Educación para la Ciudadanía porque, según ellas, adoctrina en valores negativos, pero que eso no está reñido con buscar carne fresca para cubrir cada vez más espacios vacíos en las gradas de un recinto donde se enseña a torturar y a matar a un mamífero superior. Y en el fondo, ese mismo periódico reconoce la progresiva caída en partidarios de la lidia y la verdadera intención de este paseíllo escolar cuando indica que es “sembrar para recoger futuros aficionados”.
Por arriba se les muere su Fiesta con la desaparición física de los adeptos de mayor edad, por abajo lo hace con nuevas generaciones para las que los derechos de los animales no son disparates en boca de orates ni disfrutan con la agonía y las hemorragias de un toro, conscientes del sufrimiento indecible que cualquiera de nosotros experimentaría en idénticas circunstancias.
Y si resulta obsceno dedicarse a inyectar dinero público a la tauromaquia para que sobreviva gracias a un suero en el que todos ponemos gotas de nuestro bolsillo, se convierte en miserable la conducta cuando se pretende imbuir en los cerebros de los jóvenes la supuesta belleza y la necesidad de una práctica cruel y violenta. No sólo no respetan a los animales, sino que también les trae sin cuidado disfrazar de virtud la perversión ante los niños. Nauseabundo.
Recortan en investigación, en becas, en actividades culturales o en los salarios de sus padres, pero eso sí, como les prometió al final de la visita Carlos Abellá, Director Gerente del Centro de Asuntos Taurinos: “en cuanto arranque la temporada os invitamos a los toros”. Planean realizar estas excursiones varias veces al mes. Me temo que muchos adolescentes tendrán poner sus pies en esa arena siniestra para que logren reunir un par de docenas que acepten. Porque una cosa es perder clase y otra dedicar una tarde a ver cómo seis toros vomitan sangre. ¿Hacemos algo o pensamos en José Tomás, Paco March y la familia Osborne antes que en nuestros hijos?
Julio Ortega Fraile, en La República
Julio Ortega Fraile, en La República
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