La muerte hace unos días de Manuel Fraga Iribarne y los rumores sobre una eventual privatización de la red de hoteles del Estado han devuelto a la actualidad un asunto delicado cual es de quién es realmente el Parador de Turismo de Olite, núcleo original del primer castillo de los reyes de Navarra restaurado por la Diputación, “cedido” en 1966 al ministerio de Información y Turismo de la dictadura e, incluso, levantado tras derribar unas casas posesión de la Iglesia situadas sobre el claustro de Santa María anexo al edificio. La idea recibió en la época toda clase de parabienes y nadie, que se sepa, quiso ser tan puntilloso como para atar cortas las condiciones de propiedad al omnipotente régimen franquista.
Cuando el ministro Manuel Fraga llegó el 4 de julio de 1964 por primera vez a Navarra, la segunda localidad que pisó fue Olite. El recientemente fallecido político gallego, de madre bajo navarra, prometió la construcción de un Parador que inauguró dos años después. El todopoderoso Fraga tuvo un recibimiento “apoteósico” y hasta el Orfeón Olitense le cantó un Agur Jaunak que agradeció “visiblemente complacido”, según recogen las crónicas periodísticas.
La primera autoridad que estrechó su mano, amén del alcalde Santiago Eraso, fue el secretario de la Institución Príncipe de Viana, José Esteban Uranga, que le informó de la restauración del monumento que tantos duros había costado ya a la Diputación de Navarra desde que en el primer tercio de siglo XX comenzó a invertir en la recuperación del emblemático monumento, ejemplo en piedra de “las sacrosantas libertades” de los navarros que dijo Arturo Campión.
Los cronistas contaron que los joteros Chopera y Gurrea “improvisaron una copla” alusiva a la visita, que Fraga se detuvo “a orar ante el Cristo de la Buena Muerte” de la iglesia de Santa María, etc ..., pero no aparece ni una sola línea de documento alguno de transferencia del edificio al Estado, de si había condiciones previas o cláusulas de reversión en caso de venta a terceros o privatización de la gestión, posibilidad que se ha filtrado últimamente en la prensa financiera.
Hay que retroceder en la hemeroteca hasta enero de aquel año 1964 para hallar alguna concreción. El director de Diario de Navarra, Ollarra, dedicó su espació “Desde el gallo de San Cernin” al proyecto de Olite para apuntar que “parece ser que la Diputación Foral, en una de sus últimas sesiones, ha acordado ceder unos metros del Palacio, en su parte no reconstruida e imposible de reproducir, al Ministerio de Información y Turismo para la construcción de un parador nacional ...”. El periodista alababa la iniciativa y opinaba que iba a redundar en beneficio de la economía foral.
El domingo 19 de ese mismo mes, el arquitecto del ministerio José Luis Picardo explicó a la prensa un anteproyecto de construcción en el que se comprometió a respetar “al máximo” la estructura del edificio, si bien reconocía que “prácticamente solo será suprimida una puerta renacentista y cambiada de lugar la ojival”. El técnico declaraba que también reconstruiría una torre, levantaría almenas “donde las hubo” y mantendría “la maravillosas ventanas góticas”. Años más tarde algunos canteros que trabajaron en la obra criticaron el escaso rigor de la reconstrucción, sobre todo en el interior.
Con ocasión de las fiestas patronales, una vez que en el verano Fraga ya había pasado por el pueblo, Diario de Navarra entrevistó en septiembre al alcalde de Olite, Santiago Eraso, que se mostró encantado con el proyecto. Según el regidor, Fraga le había manifestado en julio que “el Parador iba a ser de lujo y que se emplearía para asuntos de Gobierno como conversaciones con ministros de otros países, embajadores, visitas... “. El alcalde preveía un despegue económico de la localidad. Auguraba que, si además llegaba el Canal de Navarra, Olite se convertiría en “una ciudad de 6.000 habitantes” y que para las tareas del campo “1.500 gitanos vendrán para la vendimia”.
Un mes más tarde la prensa anunció la subasta de las obras para la construcción del Parador, con un presupuesto de “casi siete millones de pesetas”. “Los planos con toda la documentación están ya en la delegación navarra del Ministerio de Información y Turismo”, que llevaba en sus manos el proyecto.
Al terminar 1964, el 13 de diciembre, los olitenses se enteraron por el periódico de que, por fin, se había firmado “la escritura de adjudicación de la obras”, que iban a comenzar inmediatamente con previsión de concluir en el plazo de un año. Salvador Tomás Larrauri, de Baracaldo, apareció como adjudicatario.
Los meses siguientes fueron de inmenso trasiego. Durante el año 1965 la obra avanzó. Si embargo, las casas que había sobre el claustro de la iglesia de Santa María, anexa al Palacio antiguo, deslucían el entorno. En ellas vivían el sacristán y el organista de la parroquia. Para que el atrio quedara libre y el Parador y la Placeta gozaran de mayor amplitud, en febrero de 1966 el ministerio de Información y Turismo adquirió a la Iglesia las dos plantas para derruirlas. Quedó así diáfana la superficie, mientras comenzaba la urbanización de la Placeta ubicada frente a la puerta principal del Parador, que sí necesitó la aprobación de la Diputación navarra.
A la par, el Ayuntamiento siguió apasionado por la obra y en la prensa se publicaron estudios, proyectos y mejoras que preveía poner en marcha el municipio para modernizar el conjunto de dotaciones. Un nuevo parque, unas piscinas públicas y hasta “un aeródromo civil a 250 metros de la ciudad para cuyo estudio ya fueron vistos los terrenos” figuraban en la entusiasta agenda local. “Tenga en cuenta que todo gira alrededor del parador. Las realizaciones urbanas del Ayuntamiento intentan ser el complemento”, declaraba el alcalde a un periodista que le entrevistó en fiestas de 1966.
Por fin, el lunes 17 de octubre, el ministro de Información y Turismo se acercó otra vez hasta Olite para inaugurar definitivamente el flamante Parador “Príncipe de Viana”, ocasión que aprovechó para desear que el hotel contribuyera “a canalizar hacia Navarra parte de la gran corriente turística” y avanzar que “existe un proyecto de realizar una gran película -similar a “El Cid” en Peñíscola- en este Castillo”.
El ministro de Franco tuvo palabras para “rendir a la Institución Príncipe de Viana el tributo que merece por su labor” y, en su discurso habló claramente del compromiso de “cesión” del monumento: “Quiero igualmente agradecer -dijo Fraga- a la Diputación Foral de Navarra la oportunidad de que al cedernos este noble edificio para convertirlo en parador, nos haya ofrecido para colaborar en su noble tarea modelo exquisito de sensibilidad y acertado entendimiento...”.
Por su parte, el vicepresidente de la Diputación, el empresario y constructor Félix Huarte, replicó al ministro con un elogioso resumen de la historia del edificio en lazada a la monarquía navarra y agradeció a Fraga su presencia, lo mismo que hizo el alcalde de Olite.
A continuación, las autoridades inauguraron el comedor del nuevo establecimiento. A los postres joteros de Olite y las hermanas Flamarique de Tafalla interpretaron varias piezas delante de un Fraga que quedó más que satisfecho. Después, partió hacia el monasterio de la Oliva, que también había rescatado la Diputación con el esfuerzo de los bolsillos navarros.
Luis Miguel Escudero, en Ordago
Cuando el ministro Manuel Fraga llegó el 4 de julio de 1964 por primera vez a Navarra, la segunda localidad que pisó fue Olite. El recientemente fallecido político gallego, de madre bajo navarra, prometió la construcción de un Parador que inauguró dos años después. El todopoderoso Fraga tuvo un recibimiento “apoteósico” y hasta el Orfeón Olitense le cantó un Agur Jaunak que agradeció “visiblemente complacido”, según recogen las crónicas periodísticas.
La primera autoridad que estrechó su mano, amén del alcalde Santiago Eraso, fue el secretario de la Institución Príncipe de Viana, José Esteban Uranga, que le informó de la restauración del monumento que tantos duros había costado ya a la Diputación de Navarra desde que en el primer tercio de siglo XX comenzó a invertir en la recuperación del emblemático monumento, ejemplo en piedra de “las sacrosantas libertades” de los navarros que dijo Arturo Campión.
Los cronistas contaron que los joteros Chopera y Gurrea “improvisaron una copla” alusiva a la visita, que Fraga se detuvo “a orar ante el Cristo de la Buena Muerte” de la iglesia de Santa María, etc ..., pero no aparece ni una sola línea de documento alguno de transferencia del edificio al Estado, de si había condiciones previas o cláusulas de reversión en caso de venta a terceros o privatización de la gestión, posibilidad que se ha filtrado últimamente en la prensa financiera.
Hay que retroceder en la hemeroteca hasta enero de aquel año 1964 para hallar alguna concreción. El director de Diario de Navarra, Ollarra, dedicó su espació “Desde el gallo de San Cernin” al proyecto de Olite para apuntar que “parece ser que la Diputación Foral, en una de sus últimas sesiones, ha acordado ceder unos metros del Palacio, en su parte no reconstruida e imposible de reproducir, al Ministerio de Información y Turismo para la construcción de un parador nacional ...”. El periodista alababa la iniciativa y opinaba que iba a redundar en beneficio de la economía foral.
El domingo 19 de ese mismo mes, el arquitecto del ministerio José Luis Picardo explicó a la prensa un anteproyecto de construcción en el que se comprometió a respetar “al máximo” la estructura del edificio, si bien reconocía que “prácticamente solo será suprimida una puerta renacentista y cambiada de lugar la ojival”. El técnico declaraba que también reconstruiría una torre, levantaría almenas “donde las hubo” y mantendría “la maravillosas ventanas góticas”. Años más tarde algunos canteros que trabajaron en la obra criticaron el escaso rigor de la reconstrucción, sobre todo en el interior.
Con ocasión de las fiestas patronales, una vez que en el verano Fraga ya había pasado por el pueblo, Diario de Navarra entrevistó en septiembre al alcalde de Olite, Santiago Eraso, que se mostró encantado con el proyecto. Según el regidor, Fraga le había manifestado en julio que “el Parador iba a ser de lujo y que se emplearía para asuntos de Gobierno como conversaciones con ministros de otros países, embajadores, visitas... “. El alcalde preveía un despegue económico de la localidad. Auguraba que, si además llegaba el Canal de Navarra, Olite se convertiría en “una ciudad de 6.000 habitantes” y que para las tareas del campo “1.500 gitanos vendrán para la vendimia”.
Un mes más tarde la prensa anunció la subasta de las obras para la construcción del Parador, con un presupuesto de “casi siete millones de pesetas”. “Los planos con toda la documentación están ya en la delegación navarra del Ministerio de Información y Turismo”, que llevaba en sus manos el proyecto.
Al terminar 1964, el 13 de diciembre, los olitenses se enteraron por el periódico de que, por fin, se había firmado “la escritura de adjudicación de la obras”, que iban a comenzar inmediatamente con previsión de concluir en el plazo de un año. Salvador Tomás Larrauri, de Baracaldo, apareció como adjudicatario.
Los meses siguientes fueron de inmenso trasiego. Durante el año 1965 la obra avanzó. Si embargo, las casas que había sobre el claustro de la iglesia de Santa María, anexa al Palacio antiguo, deslucían el entorno. En ellas vivían el sacristán y el organista de la parroquia. Para que el atrio quedara libre y el Parador y la Placeta gozaran de mayor amplitud, en febrero de 1966 el ministerio de Información y Turismo adquirió a la Iglesia las dos plantas para derruirlas. Quedó así diáfana la superficie, mientras comenzaba la urbanización de la Placeta ubicada frente a la puerta principal del Parador, que sí necesitó la aprobación de la Diputación navarra.
A la par, el Ayuntamiento siguió apasionado por la obra y en la prensa se publicaron estudios, proyectos y mejoras que preveía poner en marcha el municipio para modernizar el conjunto de dotaciones. Un nuevo parque, unas piscinas públicas y hasta “un aeródromo civil a 250 metros de la ciudad para cuyo estudio ya fueron vistos los terrenos” figuraban en la entusiasta agenda local. “Tenga en cuenta que todo gira alrededor del parador. Las realizaciones urbanas del Ayuntamiento intentan ser el complemento”, declaraba el alcalde a un periodista que le entrevistó en fiestas de 1966.
Por fin, el lunes 17 de octubre, el ministro de Información y Turismo se acercó otra vez hasta Olite para inaugurar definitivamente el flamante Parador “Príncipe de Viana”, ocasión que aprovechó para desear que el hotel contribuyera “a canalizar hacia Navarra parte de la gran corriente turística” y avanzar que “existe un proyecto de realizar una gran película -similar a “El Cid” en Peñíscola- en este Castillo”.
El ministro de Franco tuvo palabras para “rendir a la Institución Príncipe de Viana el tributo que merece por su labor” y, en su discurso habló claramente del compromiso de “cesión” del monumento: “Quiero igualmente agradecer -dijo Fraga- a la Diputación Foral de Navarra la oportunidad de que al cedernos este noble edificio para convertirlo en parador, nos haya ofrecido para colaborar en su noble tarea modelo exquisito de sensibilidad y acertado entendimiento...”.
Por su parte, el vicepresidente de la Diputación, el empresario y constructor Félix Huarte, replicó al ministro con un elogioso resumen de la historia del edificio en lazada a la monarquía navarra y agradeció a Fraga su presencia, lo mismo que hizo el alcalde de Olite.
A continuación, las autoridades inauguraron el comedor del nuevo establecimiento. A los postres joteros de Olite y las hermanas Flamarique de Tafalla interpretaron varias piezas delante de un Fraga que quedó más que satisfecho. Después, partió hacia el monasterio de la Oliva, que también había rescatado la Diputación con el esfuerzo de los bolsillos navarros.
Luis Miguel Escudero, en Ordago
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