En la página web del PP de Gipuzkoa, en el apartado «Así somos», aparece el siguiente titular: «Los populares guipuzcoanos somos personas apegadas al Territorio». No se dan más pistas sobre la procedencia de los candidatos, pero la frase se antoja un poco incierta. En realidad, por cada guipuzcoano que aparece en la lista del PP hay cuatro foráneos (199 frente a 793). El desembarco de candidatos de otras partes del Estado ha sido todo un éxito; aparecen 154 más que en la ocasión anterior. Eso ha permitido al PP presentarse en 250 de los 251 municipios de Araba, Gipuzkoa y Bizkaia. Sólo se les escapa Añana-Gesaltza, donde sí compiten PNV, Bildu y el PSE.
En el conjunto total de las listas, los militantes del PP vasco son minoría frente a los paracaidistas, los candidatos de fuera. Hay 1.139 residentes en la CAV frente a 1.523 simpatizantes de otros puntos del Estado y altos cargos que han conseguido reclutar para rellenar sus listas. Hay que reconocer que el PP vasco ha convencido a más gente para que se presente a las municipales que la vez anterior, pero el éxito de presentarse en el 99,9% de los municipios no puede achacarse a esos nuevos candidatos vascos por un motivo muy simple: sólo son ocho.
Por terminar con las cifras gruesas, sólo el PP de Araba puede presumir de músculo. Sus 440 candidatos son alaveses. Se les ha colado un pueblo, pero lo dejaron pasar. Ahora bien, la dirección del PP del herrialde ha tenido que surtir de militantes capitalinos las listas de muchos pueblos más pequeños para conseguir el cuasipleno de candidaturas. En Bizkaia, vuelven a ser mayoría los paracaidistas, 500 vascos frente a 730.
El caso de Nafarroa es más complicado. La presencia de la fuerza hermana, UPN, ha desdibujado el empeño por estar en todos los pueblos. Santiago Cervera, líder del PP, sólo presenta lista en 37 localidades pero, aun así, también buscó refuerzos fuera, como en Altsasu, donde se presenta a un candidato de Tarragona como cabeza de lista.
El ejemplo de cómo el PP consigue candidatos para rellenar las listas y asumir concejalías lo podemos encontrar, por ejemplo, en Murcia. De montar las levas se encargó Pedro Antonio Sánchez, el vicesecretario general del PP en la región, quien lanzó hace un par de meses el siguiente mensaje a sus correligionarios: «Debemos colaborar, como hemos hecho en otras ocasiones, con nuestros compañeros del País Vasco». Eso bastaba, porque en Murcia no se filtraban los candidatos, bastaba con llamar a la sede del PP y dar su nombre antes del 29 de abril.
A todas luces, para los jefes territoriales del PP aporta cierto caché enviar a sus militantes a municipios de mayoría abertzale. Por ejemplo, el presidente del PP de Córdoba, aprovechando la visita de la presidenta del Parlamento Vasco, Arantza Quiroga, le entregó una lista de 70 nombres. José Antonio Nieto también hizo un llamamiento como su colega murciano, porque quería agasajar a Quiroga con 150. Finalmente, según las cifras oficiales del PP, la mayoría de los paracaidistas son madrileños (unos 700), seguidos de valencianos, malagueños y cántabros.
Por su parte, el PSE hizo prácticamente lo mismo por distintos puntos del Estado, como en Aragón, si bien es cierto que allí se dejó claro que se buscaban nombres «de relleno», sin posibilidades de acceder a un cargo público. El PSE afirma que los paracaidistas en sus filas son «insignificantes».
No todos los candidatos han sido voluntarios. En febrero pasado, la Agencia Española de Protección de Datos multó con 60.000 euros al Partido Popular por incluir a cuatro vecinos de O Grove en las anteriores municipales. El escándalo se destapó cuando los gallegos se llevaran un susto terrible: una carta de María San Gil agradeciéndoles su aportación. Al final, resultó que los vecinos de O Grove ni tan siquiera eran militantes del Partido Popular, sino simplemente funcionarios del Ayuntamiento, gobernado por el PP. El caso sigue ahora en la justicia ordinaria, porque además de un mal uso de los datos, queda coleando un delito electoral y de falsedad documental. Dos de los cuatro gallegos se presentaban por Muskiz, otro por Orozko y el último en Erandio.
Las listas del PP no sólo se nutren de anónimos, sino que es un clásico ya que los «barones» del partido aparezcan en distintas listas. Así, Javier Arenas, líder del PP andaluz, repite en Irun, donde antes se presentaba con su mujer, y ahora con Gustavo de Arístegui, cuyo padre nació en esa localidad. Y en 2003, incluso José María Aznar, todavía presidente del Gobierno, se apoyó en la procedencia de su abuelo para colarse en Bilbo.
Aritz Intxusta, en GARA
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