domingo, 15 de mayo de 2011

ESTOCOLMO ¿O?

Durante los años de mi infancia que el franquismo me obligó a vivir en Corella aprendí a utilizar el concepto castellano con sentido peyorativo. Todo lo malo, lo feo, lo desagradable era castellano. Eran los años cuarenta pero, para mi sorpresa, entrado el siglo XXI, pude comprobar que su uso seguía vigente y sin ningún sentido xenófobo; se puede utilizar y, de hecho, se utiliza referido al pueblo vecino, a los convecinos o, incluso, a la propia familia. Es, creo, simplemente el rescoldo que queda de tantos años de historia fronteriza, y está en perfecta sintonía con lo que le hizo proclamar a nuestras Cortes: "A Navarra todos los males le vienen del sur".

No puedo menos que recordarlo cuando leo lo que el presidente Sanz está largando con motivo de su próximo mutis institucional. Voy a dejar de lado lo referente a ese día a día que nos está abrumando a la inmensa mayoría (situación económica, paro, etcétera), sobre lo que el señor Sanz se limita a hacer un ejercicio de autocomplacencia, y lo dejaré de lado no porque no lo considere fundamental, que indiscutiblemente lo es, sino porque precisamente en época electoral va a haber (ya lo están habiendo) profesionales mucho más capacitados para entrar en profundidad, punto por punto, en esa temática.

Pero habla también del tema de la institucionalización de Navarra. Tema no menos fundamental y de cuya solución depende (nos guste o no) la solución de todos los demás temas; porque no será lo mismo el nivel de paro, ni el nivel de bienestar, ni la educación, ni el modelo de sociedad, ni nada de nada con una ideología que con otra, ni con un modelo de organización política o con otro. Es un tema que el discurso oficial quisiera silenciar; que el poder constituido pretende dar por zanjado porque el statu quo vigente le favorece. Navarra foral siempre española (lo de católica parece que va decayendo), y esto no se cambia ni para mejorar. Pero no pueden porque la realidad está ahí y la realidad es tozuda.

Tampoco el presidente puede, y por eso procura pasar como de rositas por el tema y, sobre todo, arremete contra todo lo que sabe es la alternativa: unidad vasca frente a unidad española. "Navarra nunca será un provincia vasca más", decía recientemente Miguel Sanz. Ni falta que hace; nuestro proyecto es mucho más atractivo.

Pretende pasar de rositas cuando nos dice, no importa con qué motivo porque podrían ser mil, que el Estado no es sensible a los fueros. ¿Habrá que recordarle que el Estado español, modelo de estado centralista-chauvinista, ni es ni puede ser sensible a nada que sea elemento diferenciador; o sea, rompedor del uniformismo igualitario que proclama como dogma?

Para un navarro los fueros no son sino restos de nuestra soberanía arrebatada hace cinco siglos; restos del naufragio que nuestros abuelos consiguieron salvar. Para un español solo son arcaicos privilegios incompatibles con una sociedad que consideran como única forma de ser moderna y democrática. También podríamos considerarlos (ahora que los términos paz y precio están tan en uso) como el precio por la paz que pagaron en 1839 y siguientes. ¿O es que alguien duda de que si el ayacucho general Espartero hubiese sido capaz de acabar la guerra con la victoria total no hubiéramos tenido ni rastro de Proclama de Hernani, ni Abrazo de Bergara ni Ley de 1839, ni de 1841 ni, otra vez, nada de nada?. No olvidemos que Navarra, antes de ser Foral, fue como las demás provincias. Tampoco deberíamos olvidar (el señor Sanz incluido) lo dicho en el Congreso de los Diputados en 1893 por Javier Los Arcos: "De todo esto, lo único que saco yo como consecuencia es que Navarra no puede esperar nada de la justicia ni de la rectitud del Gobierno; que todo lo ha de esperar de su dignidad y de su entereza". Hoy no nos faltan Gamazos; ni en casa.

Así es: el Gobierno español no ha tenido jamás la mínima simpatía por nuestro régimen foral ni lo ha respetado más que para evitar lo que concibe como males mayores. Basta con leer los textos y la literatura política del s.XIX para saber que es así y el señor Sanz lo sabe. Por eso no se entiende que se defienda la unión de Navarra con los antiforalistas como la única capaz de defender a Navarra mientras, parece creer, que la unión con los otros foralistas sería su ruina; parece como poner al zorro a cuidar el gallinero. ¿O es que está llamando fueros a lo que al centralismo nos permita detentar en cada momento según sus intereses? Tampoco se entiende que valiendo el autogobierno, como está demostrado, para obtener más bienestar para las navarras y navarros y, teniendo los enemigos que tiene, no haya nada común a los cuatro territorios forales con la finalidad de desarrollar y defender nuestro sistema foral.

Siempre hemos pensado que la razón de tal sinrazón no es otra que el pavor de una gobernante oligarquía navarra, caciquil, ineficaz, corta cupones a tener que competir con una oligarquía vascongada menos gobernante pero mucho más dinámica; y lo que vale para la oligarquía, vale para sus sirvientes. Así cobra sentido aquello de los vascos que nos quieren robar lo nuestro, que nos quieren comer, y que el señor presidente rebaja a que el nacionalismo pide Navarra (naturalmente se refiere al nacionalismo vasco; al español no le hace falta pedir nada). ¿Por qué se retuerce todo? No puede ser tan difícil entender que los abertzales navarros, acertados o no, creamos tener un proyecto mejor para Navarra.

En fin, en 1512 nos conquistaron y ahora algunos navarros pretenden ser la quintaesencia de lo español. Demasiada identificación con el agresor. El síndrome de Estocolmo nació con nombre propio en 1973 pero, al parecer, aquí llevaba tiempo funcionando… ¿O?

José Antonio Urbiola (Napar Buru Batzar)

No hay comentarios: