El arzobispo de Pamplona y obispo de Tudela, Francisco Pérez González, ha aprovechado el verano para dar una nueva vuelta de tuerca al giro conservador que persigue desde que se hiciera cargo de la diócesis en septiembre de 2007. Los cambios han sido difundidos negro sobre blanco en una conferencia de prensa en la que monseñor puso el acento en la edad de los sacerdotes que ejercen en Navarra (el 70% superan los 65 años de edad) en un intento de justificar los movimientos realizados en significativas parroquias durante las últimas semanas. Con el argumento de la edad se ha trasladado a sacerdotes que venían realizado una fructífera y estrecha labor con la feligresía en comunidades tan señaladas por su actividad y compromiso como Virgen del Río, o en otras como Mutilva Baja, San Fermín (Milagrosa) o Ultzama, por citar sólo cuatro casos muy comentados. El arzobispo ha optado por colocar en puestos clave a algunos jóvenes ligados a movimientos conservadores, mandando a un discreto retiro en pueblos minúsculos a sacerdotes veteranos, de larga trayectoria y todavía en activo. Estas decisiones son una secuela de las que Pérez González adoptó en julio del pasado año y que bajo la presentación de "renovación de la curia diocesana" impulsaba la presencia de sacerdotes afines a los kikos, el Opus Dei o los Milicianos de Cristo. El malestar se mezcla con el desánimo tanto entre parte del clero como entre la feligresía, que esperaba encontrar en monseñor Pérez a un hombre abierto, dialogante, que rompiera con la etapa anterior de ordeno y mando de Fernando Sebastián; sin embargo, sus decisiones han mostrado una cara bien distinta que le aleja de muchos grupos de católicos. Católicos que no entienden, por ejemplo, el dispendio de 180.000 euros realizado para instalar una enorme imagen del Sagrado Corazón en terrenos del Seminario; personas sorprendidas por la destitución como profesor del Seminario (después de 20 años de reconocida labor) de Jesús María Asurmendi; comunidades que se sorprenden por el afán de hacer caja con el negocio (no se le puede llamar de otra manera) de ofrecer columbarios en el claustro de la catedral; feligreses a quienes habría que explicarles por qué si hay tantos problemas por escasez de clero se retira a un sacerdote de dos parroquias para darle el cargo de secretario particular del arzobispo.
Editorial del Diario de Noticias
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