Con tanto iranólogo sobrevenido como abunda estos días, y yo sin enterarme de lo que pasa allí. Estos días me leo todo lo que se publica, y busco información en prensa extranjera y sitios web. Y nada. Por más que lo intento, no consigo averiguar quiénes son los nuestros.
A primera vista, todo invita a hacerse partidario de Musavi, presentado como líder de una revuelta democrática, frente a Ahmadineyad, malo malísimo de la política internacional desde hace años. Pero a poco que rascas, empiezan las dudas.
De entrada, estamos escarmentado de revoluciones de terciopelo, naranjas o verdes que parecen espontáneas y populares hasta que nos enteramos de quién paga el invento. Por otro lado, la demonización mediática de Ahmadineyad es tan excesiva que recuerda a otros diablos cuya caricaturización ocultaba intereses inconfesables. Pero es que encima el tal Musavi no es precisamente un campeón de la democracia, tiene un oscuro pasado represivo, y no deja de ser un hombre del régimen, con pocas diferencias de fondo con el actual presidente.
Para rematar la complicación, Irán es el punto del planeta sobre el que hoy se cruzan más intereses geoestratégicos y económicos, rodeado por Irak, Afganistán, Pakistán y el Golfo Pérsico, y dueño de grandes reservas petrolíferas y gasísticas.
Ni siquiera nos sirve el viejo automatismo fácil que tantas veces hemos usado, ése de “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, pues el enfrentamiento de Irán con EEUU me ha parecido siempre sospechoso, y parece que a los halcones les viene mejor que siga Ahmadineyad y su matraca nuclear. Sólo estoy convencido de algo: lo de menos son la democracia y los derechos humanos de los iraníes
Isaac Rosa (Público)
A primera vista, todo invita a hacerse partidario de Musavi, presentado como líder de una revuelta democrática, frente a Ahmadineyad, malo malísimo de la política internacional desde hace años. Pero a poco que rascas, empiezan las dudas.
De entrada, estamos escarmentado de revoluciones de terciopelo, naranjas o verdes que parecen espontáneas y populares hasta que nos enteramos de quién paga el invento. Por otro lado, la demonización mediática de Ahmadineyad es tan excesiva que recuerda a otros diablos cuya caricaturización ocultaba intereses inconfesables. Pero es que encima el tal Musavi no es precisamente un campeón de la democracia, tiene un oscuro pasado represivo, y no deja de ser un hombre del régimen, con pocas diferencias de fondo con el actual presidente.
Para rematar la complicación, Irán es el punto del planeta sobre el que hoy se cruzan más intereses geoestratégicos y económicos, rodeado por Irak, Afganistán, Pakistán y el Golfo Pérsico, y dueño de grandes reservas petrolíferas y gasísticas.
Ni siquiera nos sirve el viejo automatismo fácil que tantas veces hemos usado, ése de “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, pues el enfrentamiento de Irán con EEUU me ha parecido siempre sospechoso, y parece que a los halcones les viene mejor que siga Ahmadineyad y su matraca nuclear. Sólo estoy convencido de algo: lo de menos son la democracia y los derechos humanos de los iraníes
No hay comentarios:
Publicar un comentario