miércoles, 17 de junio de 2009

GOBIERNO DEL CAMBIO EN EUSKADI: TRIBULACIONES DE UNA JOINT-VENTURE

El gobierno del Lehendakari López es sin duda uno de los constructos políticos más peculiares de toda la historia vasca, pero no hay que engañarse. Su carácter novedoso es fruto de las circunstancias. La dinámica de fondo continúa obedeciendo a la ley clásica que dirige la evolución de los partidos: antes son mis dientes que los de mis parientes.

Esta alternativa del cambio en Euskadi. Por mucho que se la recubra de palabrería progresista, no es más que una participación en cuentas como las que se constituían en la Edad Media para traer objetos suntuarios desde Oriente, y que los reyes solían mirar con desconfianza porque a menudo estaban apoyadas por nobles levantiscos, prestos a cualquier felonada, que percibían un beneficio fácil sin arriesgar más que una arqueta de monedas de plata.

Por más que veamos pavonearse al nuevo inquilino de Ajuria-Enea, a nadie se le escapa que el capital político de este gobierno lo pone Antonio Basagoiti, a quien corresponde además el mérito de una planificación a largo plazo. Mientras López y sus adláteres trabajosamente se colocan las armaduras para ir a una justa contra los descabalgados señores de la tierra, el PP se sienta a diseñar para Euskadi un futuro conservador todavía lejano, pero del todo plausible. Basagoiti, con una inspiración digna de los antiguos césares, sabe que para que un día los suyos puedan gobernar, el PSE tiene que hacerlo primero.

Ibarretxe era economista de profesión. Por ello al constituir el Tripartito admitió el hecho de que con el apoyo parlamentario de otros partidos no bastaba. También debía existir una implicación directa en las tareas de gobierno. En el caso de EA resultaba inevitable. Con Izquierda Unida terminó resultando un buen arreglo pese a las críticas recibidas. ¿Alguien se imagina cuánto hubiera durando el primer gobierno de Ibarretxe limitándose Madrazo a poner sus votos en venta, en lugar de asumir una consejería en el gobierno?

El Lehendakari saliente debía conocer de cerca las dificultades de esas sociedades de participación en cuentas, muy corrientes hasta hace poco en el ámbito rural, en las que un hijo heredaba las instalaciones y otro, en cambio, el derecho a percibir una parte de los rendimientos. En un primer momento parecía un buen apaño, pero con el tiempo el negocio quedaba condenado a la esclerosis.No se hacía nada por mejorarlo porque una parte de los socios no estaba implicada en su funcionamiento ni respondía por él de manera ilimitada. Tampoco se llevaban a cabo nuevas inversiones porque el pariente que vivía cómodamente en la ciudad no estaba dispuesto a dejar de recibir su dividendo fijo durante un tiempo, ni siquiera a cambio de pagos mayores en el futuro. Y de este modo lo que podía haberse convertido en una próspera fábrica de embutidos o un gran parador con puestos de trabajo para todo el pueblo se quedó en una modesta tienda de ultramarinos o en un vulgar tascucho de carretera comarcal.

Las joint-ventures puede que estén bien para montar una fábrica en China, pero la mentalidad vasca sigue prefiriendo sociedades de responsabilidad limitada.

Patxi Igandekoa (izaronews)

No hay comentarios: