El asesinato de Eduardo Puelles ha tenido una necesaria e importante respuesta pero un tratamiento institucional oportunista -no se correspondía con el duelo colectivo- y un enfoque mediático inadecuado.
Se pide unidad frente al terrorismo mientras el mensaje principal, explícito en unos casos y subliminal en otros, es que ahora sí se hace lo que se debe. O sea, que antes no. Y ello a pesar de que la Ertzaintza es la misma; sólo que ahora le prometen información que antes se le negó y confraterniza con Guardia Civil y Policía Nacional. Las rutinas del duelo también son las mismas, sólo que acompañadas del énfasis de la sobreactuación y del exceso de información focalizada (repetición extenuante de la misma pieza en las noticias).
Ahora se nos dice que la lucha contra la violencia va a ser el tema dominante del escenario público, de la Ertzaintza y en las aulas. ¿No se decía ayer mismo, en las elecciones, que lo importante es centrarse en el "bienestar de los ciudadanos", en los temas sociales? Se ve que, a falta de proyectos, no ya ilusionantes sino ni siquiera visibles, los socialistas están tentados en hacer uso del dolor colectivo para empastar emocionalmente clientela, seguir con el desembarco del Estado y de rojigualdas, despistar sobre temas relevantes y seguir tendiendo al adversario la mano solícita… para debilitarle.
En una democracia en la que unos derechos se sacrifican a otros, donde se oculta tanto como lo que se enseña y en la que los partidos centrales sólo formalmente son demócratas -los pueblos no pueden decidir y algunos partidos no pueden concurrir-, las escenificaciones resultan hirientes y los mensajes confusos se tornan molestos y peligrosos.
Se ha dicho que Eduardo Puelles era "uno de los nuestros". Distingamos. Lo principal es que es una víctima, y como persona, como conciudadano, como vasco e, incluso por enfrentarse a ETA, sí era para la mayoría, uno de los nuestros. Sin embargo, como policía de un Estado que, haya o no violencia, no nos permite el derecho a decidir; como miembro de un cuerpo heredado de los viejos aparatos represivos y del que hay sospechas desde Amnistía Internacional que tortura; como cargo de uno de los baluartes últimos para que la voluntad mayoritaria vasca no se lleve a término o que el socialismo no se implante… era, para la misma mayoría, uno de los otros, de los suyos, del Estado-poder. De nuevo los mensajes mezclados. Choca con la memoria colectiva de lo que fue el franquismo, de los límites de la Transición y de la percepción del Estado. Véase la última Encuesta de Valores. 19 puntos por debajo de la confianza española en la Policía. Personalmente, aun conservo las cicatrices en el alma de dos palizas en el Indauchu de los 70, engrosando las filas de las víctimas invisibles y no reparadas.
Cuando se dice que la lucha contra ETA y la "deslegitimación de la violencia" pasan a foco principal, se está diciendo que a foco exclusivo. Las violencias no son equiparables ni condicionables, pero una se va a utilizar para ocultar otras violencias y otros sufrimientos, para emborronar las propuestas de salida política a medio plazo y para insistir en que ya vivimos en el mejor de los mundos bajo la Constitución esclerotizada y el Estatuto desleído. Ni siquiera reformarlos está en la agenda. Borrados de un plumazo casi 20 años de filosofía Elkarri. Es una involución ideológica. Si siguen por ahí, desde la torpeza, pueden cabrearnos a todos y relegitimar la violencia de algunos. Lo contrario de lo que se dice pretender. Al menos, un poco más listos ya podrían ser.
Cuánta hipocresía en este desembarco de visibilidades del Estado que los socialistas vascos están estirando hasta el error. Están abducidos por la ideología del "hasta la derrota final" del PP, pero con ese punto de hipocresía del que, no hace ni dos días, fue premiado por lo contrario. López es lehendakari por pre-trucaje electoral y porque Zapatero había "arriesgado por la paz". Pero, ¡ay¡, co-gobierna con el que sólo quiere represión. Más de uno pensará en la inutilidad del voto y en la ética política. Y, además, le fuerza al Gobierno López a suplir su déficit de legitimación social con un superávit de marketing en un país viejo y sabio.
Me parece un grave error de Isabel Celaá que intente llevar a (algunas) víctimas a las aulas. Es una pésima idea llevar a las aulas el dolor, el impacto emocional y una versión de casi todo. ¿Para qué están los medios de comunicación sino para crear información y distancia reflexiva?
Y, además, ¿a qué víctimas? ¿Sólo a las convenientes? ¿Dejar fuera de las aulas a los torturados? ¿Y por qué no llevarles a los torturadores para que expliquen sus motivos? ¿Y a uno de ETA? ¿Y a algún correligionario del PSE que hizo terrorismo de Estado? Van a montar un guirigay en el sistema educativo, ocultando parte de los problemas y politizando la educación hasta la extenuación. ¿Ya saben lo que están diciendo?
Alberto Surio es un buen profesional y demócrata con sus propias ideas, al que aprecio. Pero asume dirigir EITB bajo la atenta mirada de un pacto que tiene al Ente de protagonista a reorientar. Se compromete a que EITB "haga pedagogía cívica contra la violencia, que trabaje por la deslegitimación del terrorismo de ETA, que reivindique la memoria de las víctimas y de los perseguidos, que fomente la cultura de la paz y el respeto al diferente, en especial, entre las nuevas generaciones". De acuerdo. Pero es lo mismo que dicen todos los medios públicos y privados con el resultado conocido de una ingente y sesgada desinformación. Antes decíamos "EITB se salva" como el último reducto desde el que contrastar, compensar… Pero ¡ahora se reorienta!
Hay modos y modos de deslegitimación de la violencia. Hasta ahora, en EITB se deslegitimaba la violencia, pero todas las violencias, mientras se explicaban, a veces, realidades políticas, conflictos, fondos, y no sólo formas. Y ¿ahora? ¿Mostrará EITB a la izquierda abertzale? ¿Saldrán los casos de torturas? ¿Se contextualizará o se velará el conflicto vasco de articulación del Estado? ¿Y la Euskal Herria cultural, relacional, social? Siempre nos quedará… el tam-tam social y la palabra.
Ya no parece haber derechos colectivos, ya que Surio va a defender los "derechos y las libertades de los ciudadanos vascos", como derechos individuales, supongo. Blanca Urgell le pide a EITB un "compromiso más activo en defensa de los valores democráticos?". Perfecto. ¿De todos, todos los valores? ¿Y las actuaciones antidemocráticas o antisociales? Ya ha empezado la normalización simbólica y del lenguaje. Y el tratamiento del Estado, ¿cuál va a ser? Si EITB va a ser "respetuosa con el marco jurídico vigente" será porque muestre sólo el Estado de Derecho. ¿Y el gusano que lleva dentro, ese Gran Hermano de leyes inamovibles por mayorías de Estado, para las que lo importante es que nada cambie, haya o no violencia? ¿Y el Estado-poder? La "objetividad"… de aquella manera.
En suma, si el guión general del lehendakari López sigue esos derroteros, se equivoca de medio a medio. Va a conseguir que muchos nos vayamos borrando de toda clase de protesta unitaria con este gobierno y con sus socios. El mensaje está siendo unilateral y sesgado, arrogante y con ribetes de revancha, incómodo e ideologizado; y si se confirma eso de "ningún diálogo" se va a apostar por el dolor colectivo, administrado, además, para deslegitimar no la violencia, sino cualquier alternativa pacífica frente al Estado acorazado. ¡Abandonad toda esperanza de cambio democrático! es el mensaje que nos transmiten. Así, ¡ni hablar! ¿Y la oposición dónde está? Casi toda ella, blandita ¿eh?
Ramón Zallo (en Irrintzika)
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