Con el cambio de lehendakari han cobrado actualidad determinados temas como símbolos, línea de EITB (mapa del tiempo, informativos, deportes), temas de cultura, historia, geografía en los textos educativos, etcétera, que se enmarcan en las controvertidas relaciones entre la CAV y Navarra. No sé si dichas relaciones se abordarán de forma general, completa y acabada entre las instituciones representativas de dichas comunidades. Lograrlo sería un hito no alcanzado en las tres décadas de democracia tras acordar la democratización de las instituciones forales, la Transitoria IVª y los sucesivos estatutos.
La polémica ha surgido al calor de las bases del acuerdo de gobierno entre el PSE y el PP del País Vasco. En su base sexta sobre “EITB, medios de comunicación públicos al servicio de todos” dice lo siguiente: “La línea editorial, así como las representaciones gráficas e infotográficas de la programación de EITB, se inscribirá en la realidad política e institucional que representa la Comunidad Autónoma del País Vasco, sin perjuicio de informar sobre nuestro entorno cultural o territorial”.
A ello se añade más recientemente, en gesto publicitario principalmente, el acuerdo suscrito entre el PP de Navarra y el PP del País Vasco, que defiende: a) Acatar la legalidad, respetar a Navarra…en el mapa del tiempo, en los informativos, en temas de cultura, historia, deportes, etcétera. B) Defender la autonomía fiscal. C) Sacar a Navarra del currículo educativo editado sobre Euskal Herria. D) Suprimir el cuartel implícitamente referido a Navarra (ahora hay un hueco) del escudo de la CAV y las cadenas de una ikurriña puesta por Ibarretxe en el despacho del Lehendakari.
POSICIÓN DE LAS DIFERENTES FUERZAS sobre estas materias. PP y UPN plantean sus tesis tradicionales: respeto a Navarra desde la CAV sin que aparezca ningún vínculo entre ambas; rechazo de la por ellos considerada Euskal Herria mítica; poner en práctica estos criterios en las áreas de conflicto: EITB, educación, escudo, deporte…PP y UPN no tienen en cuenta para nada la realidad afín existente entre la CAV y una parte de Navarra, así como la identidad vasco-navarra que se halla enraizada en una parte de la población navarra y que en los aspectos lingüísticos y culturales adquiere una amplitud mayor que la estrictamente electoral. Así pues, PP y UPN carecen del necesario espíritu integrador que requieren estas cuestiones.
PSE-PSN. Desde las filas del PSE se han producido diversas declaraciones con matices contradictorios entre ellos. Patxi López, la voz más autorizada, sin duda, se ha situado en la línea del acuerdo establecido con el PP ofreciendo su versión más atemperada; defiende no quitar a Navarra del mapa del tiempo e incorporar a las comunidades limítrofes: Cantabria, Burgos, La Rioja, tal y como se puede deducir del acuerdo de gobierno. El PSN se ha sentido incómodo en general con este asunto. Tiene dificultades para sostener el pulso ante UPN-PP. La posición del PSE destila un resultado práctico aceptable con uno de los puntos y denota una prudencia positiva en estos momentos, pero se escaquea del tema de fondo: el problema referido al mapa del tiempo en EITB no proviene de a dónde van los vascos de fin de semana sino de la controversia existente acerca de las afinidades entre Navarra y la CAV. Y esto no se produce con ninguna de las otras comunidades limítrofes.
En el otro bando se encuentra el nacionalismo vasco. Éste ha dirigido el gobierno durante todo el período democrático y ha desarrollado desde las instituciones y de modo unilateral una política en sus relaciones con Navarra de marcado carácter nacionalista vasco: intento de incluir el escudo navarro en el de la CAV (fue desechado por sentencia judicial del TC), unidad territorial de Euskal Herria en los medios audiovisuales públicos en informativos, deporte, tiempo…, tratamiento similar en una parte de los textos educativos (también hay asignaturas, por ejemplo en historia, o algunas editoriales que le otorgan un tratamiento neutral). Y, claro está, ha chocado frontalmente con las autoridades e instituciones representativas de Navarra.
Este error era comprensible en el momento en que se inició: a finales de los años setenta y en los ochenta. Cuando todavía parecía no estar cerrado el tema, cuando el Amejoramiento se había dictaminado sin una consulta democrática elemental (cuya carencia continúa), cuando no había un contraste democrático en la sociedad navarra. El nacionalismo vasco ha tardado demasiado en corregir este yerro. La sociedad navarra viene avalando de modo diáfano el asentamiento de Navarra como una comunidad diferente y consolidada. Así lo ha expresado libremente en las sucesivas contiendas electorales (30) durante el único período largo de democracia (30 años). Los mejores resultados del vasquismo han sido del 29’4% en las forales de 1979, del 23’53% en las generales de 1979, del 25’85% en las europeas de 1987.
Al parecer, el PNV tenía voluntad de rectificar, al menos parcialmente. Según fuentes del gobierno navarro había ya un acuerdo con el gobierno vasco para modificar algunos aspectos informativos de los medios audiovisuales. La noticia no ha sido desmentida. Resulta chocante y no es de recibo que desde medios nacionalistas vascos esta controversia haya sido despachada con epítetos de revanchismo, intransigencia, obcecación, instrumentalización de Navarra y el eterno sambenito de cuestión de Estado. La actuación unilateral, impulsada desde el nacionalismo vasco desde las instituciones en confrontación con la representación democrática de Navarra en un tema que interfiere directamente en asuntos navarros, es injustificable. Y esto incide en una cuestión de fondo: el nacionalismo vasco o pro-vasquismo tienen (tenemos) toda la legitimidad para defender su ideario, su actuación o su identidad particular-partidista; pero desde las instituciones de la CAV no pueden trasladar su credo identitario (como tampoco lo debe hacer el nacionalismo español) ni pueden actuar por su cuenta y con la oposición de las instituciones navarras en asuntos que afectan directamente a la identidad colectiva de nuestra comunidad. No se dan unas circunstancias excepcionales que lo justifiquen. Antes al contrario, las sucesivas elecciones invalidan la tesis de considerar a Navarra como un herrialde más. Hasta la llegada de la democracia actual apenas había una opinión contrastada entre la población navarra sobre esta cuestión; ahora la hay y hemos de atenernos a ella.
¿CÓMO ABORDAR LA CUESTIÓN? Estamos ante un importante tema por las áreas que abarca y por la continua confrontación entre las instituciones, que azuza el enfrentamiento identitario. No se puede minimizar.
La forma de encararlo nos conduce invariablemente al problema de las relaciones CAV-Navarra. En Navarra, que es donde más se producen los problemas para una relación más intensa, el punto de partida es que nos encontramos con una doble realidad: de una parte se aleja la visión unitaria vasco-navarra y se asienta como comunidad diferenciada sin perspectivas de cambio sustancial a corto o medio plazo; y de otra, persisten elementos de afinidad entre ambas comunidades que se viven de forma desigual en la población navarra; fruto de esa afinidad hay una visión unitaria defendida por los sectores más identificados con el nacionalismo vasco y con el pro-vasquismo que se ensancha a otros sectores sociales de nuestra comunidad y forma el vasquismo cultural.
A mi juicio, hace falta tomar un rumbo distinto por las dos partes y encararlo bajo criterios o valores de: integración, tolerancia, respeto al otro; en coherencia con la pluralidad existente y bajo el criterio del pluralismo; logrando un consenso, que respete a las mayorías de cada comunidad y que se complemente con el reconocimiento, la protección y la práctica exquisita de los derechos de las minorías; adoptando una actitud de reciprocidad y de concesiones mutuas; estableciendo simultáneamente un acuerdo entre las diferentes sensibilidades de cada comunidad y un pacto entre ambas comunidades; sin sectarismo, repartiendo los inconvenientes derivados de la pluralidad….En la perspectiva de ir amasando una cultura pública común, razonablemente satisfactoria para todas las partes.
Y sería imprescindible pactar un arreglo entre las instituciones de la CAV y de Navarra sobre todas las materias afectadas. Habría que constituir equipos específicos en aquellas áreas que requieran una especialización (historia, geografía, narrativa, cultura, lengua….) para consensuar los acuerdos o para pactar los desacuerdos. En cualquier caso, es completamente imprescindible huir de las decisiones unilaterales e impositivas para la otra parte, ya que esto lejos de resolver el problema lo encona más e impide una buena convivencia.
Lógicamente, esta parte sería una pieza sustancial del tema más general, que está pendiente: arreglar las relaciones entre Navarra y la CAV conforme a la compleja realidad existente. Y en esto como en otras materias la acción de ETA pone un velo que desfigura la realidad y encona las soluciones integradoras y complejas: a unos les impide ver la realidad tal cual es, alejada de sus deseos o ensoñaciones y al sector opuesto, a la derecha navarrista, le empuja (o le da una coartada) hacia actitudes claramente antidemocráticas para con los derechos de quienes conformamos el sector pro-vasquista navarro y asumimos nuestra situación actual de minoría, pero desde la representación que ostenta el vasquismo cultural con más de un tercio de la población navarra. Sin aunar estos dos conceptos –respetar la mayoría y atender los derechos de la minoría- no habrá salida buena.
La polémica ha surgido al calor de las bases del acuerdo de gobierno entre el PSE y el PP del País Vasco. En su base sexta sobre “EITB, medios de comunicación públicos al servicio de todos” dice lo siguiente: “La línea editorial, así como las representaciones gráficas e infotográficas de la programación de EITB, se inscribirá en la realidad política e institucional que representa la Comunidad Autónoma del País Vasco, sin perjuicio de informar sobre nuestro entorno cultural o territorial”.
A ello se añade más recientemente, en gesto publicitario principalmente, el acuerdo suscrito entre el PP de Navarra y el PP del País Vasco, que defiende: a) Acatar la legalidad, respetar a Navarra…en el mapa del tiempo, en los informativos, en temas de cultura, historia, deportes, etcétera. B) Defender la autonomía fiscal. C) Sacar a Navarra del currículo educativo editado sobre Euskal Herria. D) Suprimir el cuartel implícitamente referido a Navarra (ahora hay un hueco) del escudo de la CAV y las cadenas de una ikurriña puesta por Ibarretxe en el despacho del Lehendakari.
POSICIÓN DE LAS DIFERENTES FUERZAS sobre estas materias. PP y UPN plantean sus tesis tradicionales: respeto a Navarra desde la CAV sin que aparezca ningún vínculo entre ambas; rechazo de la por ellos considerada Euskal Herria mítica; poner en práctica estos criterios en las áreas de conflicto: EITB, educación, escudo, deporte…PP y UPN no tienen en cuenta para nada la realidad afín existente entre la CAV y una parte de Navarra, así como la identidad vasco-navarra que se halla enraizada en una parte de la población navarra y que en los aspectos lingüísticos y culturales adquiere una amplitud mayor que la estrictamente electoral. Así pues, PP y UPN carecen del necesario espíritu integrador que requieren estas cuestiones.
PSE-PSN. Desde las filas del PSE se han producido diversas declaraciones con matices contradictorios entre ellos. Patxi López, la voz más autorizada, sin duda, se ha situado en la línea del acuerdo establecido con el PP ofreciendo su versión más atemperada; defiende no quitar a Navarra del mapa del tiempo e incorporar a las comunidades limítrofes: Cantabria, Burgos, La Rioja, tal y como se puede deducir del acuerdo de gobierno. El PSN se ha sentido incómodo en general con este asunto. Tiene dificultades para sostener el pulso ante UPN-PP. La posición del PSE destila un resultado práctico aceptable con uno de los puntos y denota una prudencia positiva en estos momentos, pero se escaquea del tema de fondo: el problema referido al mapa del tiempo en EITB no proviene de a dónde van los vascos de fin de semana sino de la controversia existente acerca de las afinidades entre Navarra y la CAV. Y esto no se produce con ninguna de las otras comunidades limítrofes.
En el otro bando se encuentra el nacionalismo vasco. Éste ha dirigido el gobierno durante todo el período democrático y ha desarrollado desde las instituciones y de modo unilateral una política en sus relaciones con Navarra de marcado carácter nacionalista vasco: intento de incluir el escudo navarro en el de la CAV (fue desechado por sentencia judicial del TC), unidad territorial de Euskal Herria en los medios audiovisuales públicos en informativos, deporte, tiempo…, tratamiento similar en una parte de los textos educativos (también hay asignaturas, por ejemplo en historia, o algunas editoriales que le otorgan un tratamiento neutral). Y, claro está, ha chocado frontalmente con las autoridades e instituciones representativas de Navarra.
Este error era comprensible en el momento en que se inició: a finales de los años setenta y en los ochenta. Cuando todavía parecía no estar cerrado el tema, cuando el Amejoramiento se había dictaminado sin una consulta democrática elemental (cuya carencia continúa), cuando no había un contraste democrático en la sociedad navarra. El nacionalismo vasco ha tardado demasiado en corregir este yerro. La sociedad navarra viene avalando de modo diáfano el asentamiento de Navarra como una comunidad diferente y consolidada. Así lo ha expresado libremente en las sucesivas contiendas electorales (30) durante el único período largo de democracia (30 años). Los mejores resultados del vasquismo han sido del 29’4% en las forales de 1979, del 23’53% en las generales de 1979, del 25’85% en las europeas de 1987.
Al parecer, el PNV tenía voluntad de rectificar, al menos parcialmente. Según fuentes del gobierno navarro había ya un acuerdo con el gobierno vasco para modificar algunos aspectos informativos de los medios audiovisuales. La noticia no ha sido desmentida. Resulta chocante y no es de recibo que desde medios nacionalistas vascos esta controversia haya sido despachada con epítetos de revanchismo, intransigencia, obcecación, instrumentalización de Navarra y el eterno sambenito de cuestión de Estado. La actuación unilateral, impulsada desde el nacionalismo vasco desde las instituciones en confrontación con la representación democrática de Navarra en un tema que interfiere directamente en asuntos navarros, es injustificable. Y esto incide en una cuestión de fondo: el nacionalismo vasco o pro-vasquismo tienen (tenemos) toda la legitimidad para defender su ideario, su actuación o su identidad particular-partidista; pero desde las instituciones de la CAV no pueden trasladar su credo identitario (como tampoco lo debe hacer el nacionalismo español) ni pueden actuar por su cuenta y con la oposición de las instituciones navarras en asuntos que afectan directamente a la identidad colectiva de nuestra comunidad. No se dan unas circunstancias excepcionales que lo justifiquen. Antes al contrario, las sucesivas elecciones invalidan la tesis de considerar a Navarra como un herrialde más. Hasta la llegada de la democracia actual apenas había una opinión contrastada entre la población navarra sobre esta cuestión; ahora la hay y hemos de atenernos a ella.
¿CÓMO ABORDAR LA CUESTIÓN? Estamos ante un importante tema por las áreas que abarca y por la continua confrontación entre las instituciones, que azuza el enfrentamiento identitario. No se puede minimizar.
La forma de encararlo nos conduce invariablemente al problema de las relaciones CAV-Navarra. En Navarra, que es donde más se producen los problemas para una relación más intensa, el punto de partida es que nos encontramos con una doble realidad: de una parte se aleja la visión unitaria vasco-navarra y se asienta como comunidad diferenciada sin perspectivas de cambio sustancial a corto o medio plazo; y de otra, persisten elementos de afinidad entre ambas comunidades que se viven de forma desigual en la población navarra; fruto de esa afinidad hay una visión unitaria defendida por los sectores más identificados con el nacionalismo vasco y con el pro-vasquismo que se ensancha a otros sectores sociales de nuestra comunidad y forma el vasquismo cultural.
A mi juicio, hace falta tomar un rumbo distinto por las dos partes y encararlo bajo criterios o valores de: integración, tolerancia, respeto al otro; en coherencia con la pluralidad existente y bajo el criterio del pluralismo; logrando un consenso, que respete a las mayorías de cada comunidad y que se complemente con el reconocimiento, la protección y la práctica exquisita de los derechos de las minorías; adoptando una actitud de reciprocidad y de concesiones mutuas; estableciendo simultáneamente un acuerdo entre las diferentes sensibilidades de cada comunidad y un pacto entre ambas comunidades; sin sectarismo, repartiendo los inconvenientes derivados de la pluralidad….En la perspectiva de ir amasando una cultura pública común, razonablemente satisfactoria para todas las partes.
Y sería imprescindible pactar un arreglo entre las instituciones de la CAV y de Navarra sobre todas las materias afectadas. Habría que constituir equipos específicos en aquellas áreas que requieran una especialización (historia, geografía, narrativa, cultura, lengua….) para consensuar los acuerdos o para pactar los desacuerdos. En cualquier caso, es completamente imprescindible huir de las decisiones unilaterales e impositivas para la otra parte, ya que esto lejos de resolver el problema lo encona más e impide una buena convivencia.
Lógicamente, esta parte sería una pieza sustancial del tema más general, que está pendiente: arreglar las relaciones entre Navarra y la CAV conforme a la compleja realidad existente. Y en esto como en otras materias la acción de ETA pone un velo que desfigura la realidad y encona las soluciones integradoras y complejas: a unos les impide ver la realidad tal cual es, alejada de sus deseos o ensoñaciones y al sector opuesto, a la derecha navarrista, le empuja (o le da una coartada) hacia actitudes claramente antidemocráticas para con los derechos de quienes conformamos el sector pro-vasquista navarro y asumimos nuestra situación actual de minoría, pero desde la representación que ostenta el vasquismo cultural con más de un tercio de la población navarra. Sin aunar estos dos conceptos –respetar la mayoría y atender los derechos de la minoría- no habrá salida buena.
Jesús Urra ( en HIKA)
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