Detrás de cada anuncio a bombo y platillo ya sea individual -Esparza- o colectivo -UPN- de que se van a convocar oposiciones y que por tanto se van a crear o consolidar equis puestos de trabajo late en primerísima posición el concepto feudo paternalista que para muchos tiene el ejercicio del poder político. Un concepto que también adjudica a uno mismo el poder y la capacidad de generar puestos de trabajo cuando quien los genera es la propia administración respondiendo a demandas de la sociedad en base a las necesidades existentes y a los objetivos más o menos comunes. Es un poco como ese empresario que saca pecho de haber creado tantos puestos de trabajo, cuando en la inmensa mayoría de las ocasiones los puestos de trabajo no son sino una consecuencia del crecimiento de la actividad y no un objetivo. Jugar de este modo electoralista -destacados miembros de UPN se hicieron eco en las redes sociales de la nota de prensa de su partido- no hace sino confirmar que lo que debiera ser visto y manejado como un procedimiento interno más es utilizado por algunos como un vulgar mercado persa en el que las personas de carne y hueso y sus trabajos y futuros sirven como munición, caramelo y camelo. A Esparza su surrealista anuncio a cuatro meses de las elecciones de que crearía 900 puestos de profesor, con el consiguiente revuelo en oposición y hasta en UPN, le ha salido rana, pero ha retratado perfectamente al personaje: no trae nada nuevo, siguen con esa idea de que los demás somos monos a los que contentar echando cacahuetes y que si nos los echan incluso algunos de esos monos serían capaces de votarles o al menos no alborotar el patio. Esto se arrastra desde que Felipe González prometió 800.000 puestos de trabajo como si estuviésemos en la Edad Media y algunos aún viven instalados filosóficamente en ese trono que ofrece trabajos a granel.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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