Apenas han pasado 10 días de la entrada del 2015 y ya nos hemos dado cuenta que todos los buenos augurios que nos deseamos tras las campanadas se han quedado congelados.
La muerte de los trabajadores del semanario de humor y de las otras personas que se vieron involucradas en los atentados de París nos ha dejado la sonrisa helada. No hay justificación posible y habrá que salir a la calle y repetirlo cuantas veces sean necesario y pelear por la libertad de expresión porque eso hace al mundo más libre.
A mi no me gustan las viñetas del Charlie Hebdo, ni las que hizo hace años sobre Mahoma ni las que han salido estos días. Me parececen provocadoras, y eso me parece bien, pero no les veo la gracia y se me queda un cierto malestar sobre a quién va dirigidas. Cuando las críticas son burdas y globales pueden tener un efecto paradójico al reforzar aquello que en realidad queremos debilitar.
No discriminar entre una búsqueda de la espiritualidad y la vivencia sana de una creencia religiosa, de determinadas prácticas y grupos fundamentalistas radicales de cualquiera de las religiones, me parece hacer un flaco favor a tantas y tantas personas que persiguen un acercamiento entre las personas, independientemente de si son creyentes o no y del tipo de credo que profesen.
Nos parecen, y son, terribles las acciones de los fundamentalistas, pero mientras se desarrollan en sitios como Siria, Irak o algunas zonas de África no nos inquietamos demasiado, están lejos y son disputas tribales, nos conformamos pensando que son costumbres de la Edad Media, y durante algunos minutos nos horrorizamos en los informativos. Luego pasamos de esto como si no fuera con nosotros, como si la situación surgiera por generación espontánea, incluso pasamos como de puntillas en hechos como que “los intereses geopolíticos” arman a este grupo o al otro, se apoya a unos grupos religiosos y se evite condenar las actuaciones de otros, etc. Es decir, que con el cinismo que nos caracteriza, y por el bien de la democracia, Occidente, juega a ser el garante de la estabilidad con los dados trucados, creyendo que las consecuencias no llegarán a nuestra casa. Pero el mundo se ha quedado pequeño, y ya nada está lejos.
¿Y que pasa con las generaciones sin esperanza de las segundas y terceras generaciones que pueblan los barrios marginales? No es difícil encontrar a chicos y chicas que anhelan dar un sentido a su vida. La religión, las religiones en general, ofrecen al creyente un foco hacia el que dirigirse y que, a su vez, ilumina y da sentido. Si el lider religioso que se les acerca es un fanático manipulador la alienación está servida. Hay cientos de páginas escritas sobre cómo las sectas convierten en autómatas a sus seguidores. Y ahí los tenemos viajando a lugares donde se les entrena y donde hacen el bautismo de fuego con el consiguiente refuerzo de la hermandad.
Y, de pronto, algún ideólogo de pacotilla de Al Qaeda decide que se puede socializar el sufrimiento y que la mejor forma es traernos la guerra de guerrillas a Europa . No queremos creer que nuestras ciudades han dejado de ser un lugar aceptablemente seguro pero, nada es tan fácil como llevar a cabo una matanza si se está dispuesto a morir en ella.
Ana Ansa
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