El 12 de abril de 2002, un joven Henrique Capriles, entonces alcalde de Baruta, era retratado mientras subía las escaleras hacia el interior de la embajada de Cuba en Caracas. Esta permanecía asediada desde el inicio del golpe de Estado que matuvo alejado del poder a Hugo Chávez durante 47 horas. Se había corrido el rumor de que Diosdado Cabello, actual presidente de la Asamblea venezolana y uno de los grandes escuderos del difunto presidente, podría encontrarse en la sede diplomática. Así que cientos de partidarios de la derecha trataron de tomar el edificio. Entre ellos se encontraba el actual aspirante de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y dirigente del partido Primero Justicia, que luego defendería su presencia ante la legación por su interés mediador. Una vez que la asonada fue desactivada, Capriles permaneció encarcelado durante cuatro meses a causa de este incidente. Finalmente sería absuelto, dentro de una causa judicial reabierta en 2008.
Pese al intento de hacer de su juventud una virtud, Capriles Radonski representa la política pre Hugo Chávez y los intereses de los sectores que dirigían el país antes de la llegada del líder bolivariano. Multimillonario de cuna, su familia posee grandes cadenas dedicadas a los negocios industriales, inmobiliarios y del entretenimiento.
Entró en política en 1998, durante la IV República. Lo hizo como diputado independiente por Copei, la formación derechista del turnismo venezolano, conocido como «puntofijismo». Desde entonces, su carrera fue meteórica. Fue elegido presidente de la Cámara de Diputados y vicepresidente del Parlamento hasta que la entrada en vigor de la Asamblea Constituyente promovida por el chavismo lo apartó de estos cargos.
En 2000 funda el partido Primero Justicia, fuerza hegemónica de la derecha y comienza a desfilar por distintos cargos: alcalde de Baruta, gobernador de Miranda y, finalmente, candidato presidencial. En octubre de 2012 logró ser la figura que unió a la siempre cainita oposición venezolana. Tras ser derrotado por Chávez se especuló con la posibilidad de que el líder de la MUD no volviese a competir. Sin embargo, el fallecimiento del líder bolivariano le terminó obligando a repetir, pese a que diversos sectores ya le estaban poniendo en cuestión. Un nuevo varapalo debilitaría su liderazgo pese a que, por el momento, se ha mostrado como el único capaz de cohesionar a la derecha venezolana.
A. Pradilla (en GARA)
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