No
puedo empezar este artículo sin preguntar al lector si conoce alguna comunidad
del Estado español en la que desde los años ochenta haya habido cuatro
presidentes (cinco si algunas no lo evitasen por estar aforadas) imputados por
casos de corrupción como ha ocurrido en Navarra. ¿No? Pues resulta curioso lo
poco que cuesta reírse, por ejemplo, de los andaluces, aplicándoles tópicos y
sambenitos de vagancia o corruptelas, y mira tú por dónde aquí se cuecen habas
a toneladas (que seguramente acaben en los platos de los enfermos del CHN). Con
qué orgullo hablan algunos de Navarra, de su foralidad, de la arcadia feliz en
la que vivimos, y qué poco se ha contado de la maraña que se ha entretejido a
lo largo de los años en los sillones de Diputación y de la alcaldía de
Pamplona, por ejemplo.
Hagamos un poco de memoria. Del Burgo (AP),
metido hasta el cuello en el caso
Fasa, del que, como buen político, supo salir indemne. Unos añitos después
vino Gabriel Urralburu (PSN) y su brillante actuación en casos tan sonados como
el de Roldán, por el que fue juzgado y condenado en 1998. Y al poco llegó
Javier Otano (PSN), quien ponía la firma en todo papel que se le plantaba
delante sin saber a ciencia cierta qué firmaba (una actitud tan común hoy en la
burocracia política). Ahora llega el turno a Sanz, que como los monos sabios no
veía, no escuchaba y no hablaba (aunque sí hacía algo: cobraba). Para romper el
empate entre UPN y PSN nos falta Yolanda Barcina, que de momento hace mutis por el foro, sin
privarnos de su particular cosecha de demagogas frases tópicas, y se dedica a
soltar barbaridades de tal calibre que en poco tiempo alcanzarán el Olimpo de
las frases célebres tanto como el famoso "Qué va, qué va, qué va… yo leo a
Kierkegaard".
Casualidades
de la vida, o no, ambos partidos (UPN y PSN) son los que han controlado Navarra
durante estos cuarenta años, unos al grito de "que vienen los vascos"
y la trasnochada defensa del Fuero, y otros enarbolando una Constitución al
gusto particular. Así las cosas, ¿merecen estos partidos de nuevo la confianza
de la gente? Pues la verdad, hay una cosa cierta, clara y evidente: cuando a un
pueblo se le engaña, se convierte en víctima, pero cuando vota de nuevo a quien
le ha engañado, se convierte en cómplice.
Cuando se descubre una
corruptela se dice que el partido no estaba enterado, aislando la
responsabilidad sobre los cabezas de turco oportunos. En el caso de Barcina,
reelegida presidenta de su partido, no vale que se diga que actuó por su
cuenta, porque recibió el apoyo de sus acólitos pese a conocerse todo lo que ha
llevado a cabo esta señora durante su mandato.
Estos
señores llevan años luchando, y cito textualmente, por la "estabilidaZ y
gobernabilidaZ de Navarrrra". Frase cacofónica, cargada de misticismo
foral navarro (¿?), en la que se remarcan siempre esas dos zetas del final para
darle a dichas palabras empaque, enjundia... trascendentalidad (o simplemente
es que son incapaces de hablar correctamente); y esa forma de citar Navarra,
con muchas erres para que el nombre vibre, para que las encías tiemblen, para
que los músculos de la cara se tensen; demostrando así que todo lo hacen
(principalmente cobrar), al servicio de una entidad superior, no ya Navarra
sino Navarrrra. Una entidad a la que sólo pueden llegar aquellos que han
alcanzado el más elevado estadio de defensor de la foralidad y españolidad de
esta tierra. Pero, más allá de ironías, ¿qué han hecho realmente estos dos
partidos por la estabilidad y gobernabilidad de Navarra? ¿Está Navarra más
gobernable y más estable que hace treinta años o, por el contrario, se ha
convertido en el cortijo de una casta política que basa todo en el puro y duro
reparto del pastel?
¿Y
qué es lo peor de todo esto? Pues que el pesimismo nos hace ver muy claro que
nada va a cambiar. En Navarra los políticos han aprendido a utilizar la táctica
de la almeja, se esconden en su concha, ocultos, bien tapaditos en sus oscuras
y húmedas cavernas hasta que pasa el temporal, para salir al tiempo renovados y
con los mismos mensajes de siempre: "que vienen los vascos",
"sin nosotros el caos y aprender euskara"…
Pero
lo importante, querido lector, es: ¿hasta cuándo vamos a soportar los navarros
la insolencia de esta casta política? Este grupo de personajes saben que con un
lema proveniente de una mentira y con el apoyo incondicional de Madrid -donde
obviamente se prefiere mucho antes en el sillón de Diputación a un chorizo
nacionalista español antes que a un nacionalista vasco-, lo tienen todo ganado.
Así
las cosas deberíamos preguntarnos, ¿hacia dónde vas Navarra?
Aitor Pescador, miembro de Zabaltzen y Geroa Bai
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