Navarra necesita un cambio de rumbo. El gobierno de centro-derecha está agotado, ha arruinado su credibilidad con la corrupción y no puede ofrecer ninguna esperanza. El cambio consiste en proponer y hacer posible una Navarra socialmente avanzada, moderna, democrática, cohesionada, integradora para sus distintas sensibilidades nacionales, igualitaria para la mujer, imbuida de una cultura cimentada en los derechos humanos, progresista, sostenible, republicana, políticamente decente.
Para sacar adelante este proyecto es indispensable fraguar una alianza postelectoral entre todas las izquierdas navarras. Hay que unirlas en un gran acuerdo para poder obtener una mayoría parlamentaria. No hay otra solución posible. Ninguna de las diversas corrientes de la izquierda navarra puede llevar a cabo el cambio actuando por su cuenta y al margen del resto.
Pero una vez constatada la necesidad de este rumbo hacia la izquierda, hacia la decencia política, tenemos que resolver favorablemente los obstáculos que hoy lo impiden.
En primer lugar, tenemos que cambiar las difíciles relaciones entre unas izquierdas totalmente enfrentadas durante décadas, sin colaboración alguna salvo momentos puntuales y en algunos casos con muertes de por medio.
Para esto es preciso desarrollar la cultura de un entendimiento mínimo que supere el enfrentamiento total y que contribuya a cerrar las heridas de la sociedad. Este pacto tiene que ser un compromiso de fondo, de largo alcance, sincero (convencidos de que el acuerdo es imprescindible), sin miradas chatas, en un clima de empatía entre todas las partes, pensando en esa nueva Navarra que deseamos construir. El éxito del acuerdo entre las izquierdas navarras sería un hito histórico y, además, ayudaría a la integración de nuestra comunidad. Por ello es conveniente desarrollar sus potencialidades y despertar los mejores deseos entre las gentes que lo apoyan. Se trata de un proceso de largo recorrido, completamente nuevo, sin tradición de colaboración, sin un rumbo contrastado por la experiencia. Por eso debemos tener conciencia de que persistirá cierta conflictividad a pesar del acuerdo, fruto de la contradicción existente entre la necesidad del pacto de izquierdas y la imposibilidad de sellar una armonía perfecta. Por este motivo se requieren mecanismos permanentes de dialogo y de negociación para la solución de los problemas.
Conseguir el entendimiento entre las izquierdas significaría un cambio de envergadura con respecto a las alianzas practicadas en Navarra. Así lo entienden la derecha y los distintos poderes que le apoyan haciendo los imposibles por evitarlo. Sin un giro radical en esta cuestión por parte de las diversas izquierdas no hay salida. Y sin embargo, no se observa conciencia suficiente entre las mismas.
En segundo lugar, tenemos que hacer frente a unas dificultades económicas especialmente adversas: los límites económicos procedentes de las condiciones draconianas de la UE, de nuestra realidad económica, de la credibilidad de las ideas alternativas ante la actual crisis; las dificultades para incrementar los ingresos; el aumento de las necesidades sociales a raíz del paro.
En tercer lugar, tenemos que ajustar y afinar la radicalidad del cambio. Lo cual es una cuestión fundamentalmente de grado (ante los sectores más moderados del centro-izquierda) y de sintonía entre los diversos componentes de la coalición. El electorado de izquierdas va a demandar una salida contundente en los dos temas prioritarios (social y económico) para otorgarle su confianza a un posible gobierno de izquierdas. Y posteriormente le va a exigir resultados a su gestión. Esta es la prioridad. Pero, a la vez, tenemos que ser capaces de ganarnos el apoyo mayoritario de la sociedad y de demostrar que hay recursos económicos para sacar adelante los proyectos. Esto es, tenemos que ser capaces de ofrecer un proyecto social y económico viable, de conseguir una opinión pública muy activa en favor de unos objetivos de sociedad, de superar la tradición sectaria de las izquierdas donde los sectores radicales o nacionalistas también tenemos nuestra cuota.
Cuarto, tenemos que impulsar un liderazgo compartido, al margen de quién sea el primus inter pares. Hasta ahora se daba por hecho el liderazgo del PSN basado en su primacía de votos y en la necesidad de un liderazgo navarrista para el centro-izquierda teniendo en cuenta la amplia mayoría del navarro-españolismo en la sociedad. El problema se puede plantear, si el PSN pierde su primacía electoral en el centro-izquierda navarro. Lo cual refuerza todavía más la posición de conformar un liderazgo compartido entre las principales corrientes del centro-izquierda, que anteponga la unión como la única vía para conseguir mayoría parlamentaria, que construya la unidad inter-identitaria para lograr una Navarra comúnmente aceptada en esta vertiente por su población. Cuánto más amplio y compartido sea el liderazgo, más sólido será el cambio.
Quinto, hay que tender puentes entre los dos bloques sindicales y buscar una colaboración social unitaria con el proyecto de izquierdas. Un pacto de esta envergadura requiere un apoyo activo del entramado sindical, social, cultural identificado con el cambio. Dicho entramado es plural en sus sentimientos de pertenencia, en sus proyectos de izquierdas y está muy dividido en el bloque sindical. Ya hemos opinado desde Izquierda-Ezkerra o desde Batzarre sobre la necesidad de una unidad mínima en las últimas huelgas generales frente a los brutales recortes sociales. A nuestro juicio, el cambio de izquierdas debería implicar un avance en la colaboración entre ambos bloques sindicales. Y esta demanda ha de ser compatible con la autonomía de cada organización, pues habrá legítimas contradicciones de parte en el proyecto.
Por último, hay que crear una corriente central en la sociedad navarra por un proyecto integrador de los diferentes sentimientos de pertenencia. Un acuerdo incluyente para todos ellos, basado en el equilibrio entre izquierdas nacionalistas-vascas y no nacionalistas. Bajo valores integradores, tolerantes, respetuosos con las otras identidades y con sus símbolos. Respetando la legitimidad de la mayoría y los derechos de las minorías. Sin sectarismos, con criterio de reciprocidad. Mirando al futuro, con un talante autocrítico sobre las malas experiencias del pasado. Asumiendo el euskara como un patrimonio lingüístico-cultural común de toda la ciudadanía navarra; abriendo cauces de cooperación con la CAV bajo criterios pragmáticos (sin excluir acuerdos con otras comunidades limítrofes); abordando la historia con independencia, con rigor científico y con espíritu abierto y plural cuando las conclusiones sean dispares. Las personas de convicciones democráticas estamos interesadas en una buena convivencia de identidades por coherencia con nuestros valores y por calidad de vida, ya que si se opta por la vía del enfrentamiento entre sensibilidades diferentes, el resultado es muy negativo. Esta perspectiva no implica la ausencia de los conflictos inherentes a la pluralidad; pero sí muestra la voluntad de atemperarlos y de no erigir en bien supremo la guerra de identidades. Finalmente, es necesario abrir una vía enteramente navarra. Nuestra comunidad posee una estructura política y social propia. Esta perspectiva no se opone a la colaboración que fuerzas del nacionalismo-vasco o de carácter español quieran desarrollar en otras partes de Euskadi o del Estado. Pero la vía navarra no debe estar subordinada en sus asuntos a las otras realidades sea cual sea su color nacional.
No tendría sentido negar el poderío de los obstáculos a superar por el cambio de izquierdas. Pero debemos empujar con todas las fuerzas y con toda claridad en esta dirección. Conscientes de las dificultades del desafío, y también de su imperiosa necesidad.
Para sacar adelante este proyecto es indispensable fraguar una alianza postelectoral entre todas las izquierdas navarras. Hay que unirlas en un gran acuerdo para poder obtener una mayoría parlamentaria. No hay otra solución posible. Ninguna de las diversas corrientes de la izquierda navarra puede llevar a cabo el cambio actuando por su cuenta y al margen del resto.
Pero una vez constatada la necesidad de este rumbo hacia la izquierda, hacia la decencia política, tenemos que resolver favorablemente los obstáculos que hoy lo impiden.
En primer lugar, tenemos que cambiar las difíciles relaciones entre unas izquierdas totalmente enfrentadas durante décadas, sin colaboración alguna salvo momentos puntuales y en algunos casos con muertes de por medio.
Para esto es preciso desarrollar la cultura de un entendimiento mínimo que supere el enfrentamiento total y que contribuya a cerrar las heridas de la sociedad. Este pacto tiene que ser un compromiso de fondo, de largo alcance, sincero (convencidos de que el acuerdo es imprescindible), sin miradas chatas, en un clima de empatía entre todas las partes, pensando en esa nueva Navarra que deseamos construir. El éxito del acuerdo entre las izquierdas navarras sería un hito histórico y, además, ayudaría a la integración de nuestra comunidad. Por ello es conveniente desarrollar sus potencialidades y despertar los mejores deseos entre las gentes que lo apoyan. Se trata de un proceso de largo recorrido, completamente nuevo, sin tradición de colaboración, sin un rumbo contrastado por la experiencia. Por eso debemos tener conciencia de que persistirá cierta conflictividad a pesar del acuerdo, fruto de la contradicción existente entre la necesidad del pacto de izquierdas y la imposibilidad de sellar una armonía perfecta. Por este motivo se requieren mecanismos permanentes de dialogo y de negociación para la solución de los problemas.
Conseguir el entendimiento entre las izquierdas significaría un cambio de envergadura con respecto a las alianzas practicadas en Navarra. Así lo entienden la derecha y los distintos poderes que le apoyan haciendo los imposibles por evitarlo. Sin un giro radical en esta cuestión por parte de las diversas izquierdas no hay salida. Y sin embargo, no se observa conciencia suficiente entre las mismas.
En segundo lugar, tenemos que hacer frente a unas dificultades económicas especialmente adversas: los límites económicos procedentes de las condiciones draconianas de la UE, de nuestra realidad económica, de la credibilidad de las ideas alternativas ante la actual crisis; las dificultades para incrementar los ingresos; el aumento de las necesidades sociales a raíz del paro.
En tercer lugar, tenemos que ajustar y afinar la radicalidad del cambio. Lo cual es una cuestión fundamentalmente de grado (ante los sectores más moderados del centro-izquierda) y de sintonía entre los diversos componentes de la coalición. El electorado de izquierdas va a demandar una salida contundente en los dos temas prioritarios (social y económico) para otorgarle su confianza a un posible gobierno de izquierdas. Y posteriormente le va a exigir resultados a su gestión. Esta es la prioridad. Pero, a la vez, tenemos que ser capaces de ganarnos el apoyo mayoritario de la sociedad y de demostrar que hay recursos económicos para sacar adelante los proyectos. Esto es, tenemos que ser capaces de ofrecer un proyecto social y económico viable, de conseguir una opinión pública muy activa en favor de unos objetivos de sociedad, de superar la tradición sectaria de las izquierdas donde los sectores radicales o nacionalistas también tenemos nuestra cuota.
Cuarto, tenemos que impulsar un liderazgo compartido, al margen de quién sea el primus inter pares. Hasta ahora se daba por hecho el liderazgo del PSN basado en su primacía de votos y en la necesidad de un liderazgo navarrista para el centro-izquierda teniendo en cuenta la amplia mayoría del navarro-españolismo en la sociedad. El problema se puede plantear, si el PSN pierde su primacía electoral en el centro-izquierda navarro. Lo cual refuerza todavía más la posición de conformar un liderazgo compartido entre las principales corrientes del centro-izquierda, que anteponga la unión como la única vía para conseguir mayoría parlamentaria, que construya la unidad inter-identitaria para lograr una Navarra comúnmente aceptada en esta vertiente por su población. Cuánto más amplio y compartido sea el liderazgo, más sólido será el cambio.
Quinto, hay que tender puentes entre los dos bloques sindicales y buscar una colaboración social unitaria con el proyecto de izquierdas. Un pacto de esta envergadura requiere un apoyo activo del entramado sindical, social, cultural identificado con el cambio. Dicho entramado es plural en sus sentimientos de pertenencia, en sus proyectos de izquierdas y está muy dividido en el bloque sindical. Ya hemos opinado desde Izquierda-Ezkerra o desde Batzarre sobre la necesidad de una unidad mínima en las últimas huelgas generales frente a los brutales recortes sociales. A nuestro juicio, el cambio de izquierdas debería implicar un avance en la colaboración entre ambos bloques sindicales. Y esta demanda ha de ser compatible con la autonomía de cada organización, pues habrá legítimas contradicciones de parte en el proyecto.
Por último, hay que crear una corriente central en la sociedad navarra por un proyecto integrador de los diferentes sentimientos de pertenencia. Un acuerdo incluyente para todos ellos, basado en el equilibrio entre izquierdas nacionalistas-vascas y no nacionalistas. Bajo valores integradores, tolerantes, respetuosos con las otras identidades y con sus símbolos. Respetando la legitimidad de la mayoría y los derechos de las minorías. Sin sectarismos, con criterio de reciprocidad. Mirando al futuro, con un talante autocrítico sobre las malas experiencias del pasado. Asumiendo el euskara como un patrimonio lingüístico-cultural común de toda la ciudadanía navarra; abriendo cauces de cooperación con la CAV bajo criterios pragmáticos (sin excluir acuerdos con otras comunidades limítrofes); abordando la historia con independencia, con rigor científico y con espíritu abierto y plural cuando las conclusiones sean dispares. Las personas de convicciones democráticas estamos interesadas en una buena convivencia de identidades por coherencia con nuestros valores y por calidad de vida, ya que si se opta por la vía del enfrentamiento entre sensibilidades diferentes, el resultado es muy negativo. Esta perspectiva no implica la ausencia de los conflictos inherentes a la pluralidad; pero sí muestra la voluntad de atemperarlos y de no erigir en bien supremo la guerra de identidades. Finalmente, es necesario abrir una vía enteramente navarra. Nuestra comunidad posee una estructura política y social propia. Esta perspectiva no se opone a la colaboración que fuerzas del nacionalismo-vasco o de carácter español quieran desarrollar en otras partes de Euskadi o del Estado. Pero la vía navarra no debe estar subordinada en sus asuntos a las otras realidades sea cual sea su color nacional.
No tendría sentido negar el poderío de los obstáculos a superar por el cambio de izquierdas. Pero debemos empujar con todas las fuerzas y con toda claridad en esta dirección. Conscientes de las dificultades del desafío, y también de su imperiosa necesidad.
Milagros Rubio y Jesús Urra, miembros de Batzarre.
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