Aunque este artículo está escrito desde el convencimiento de que es muy probable que suceda lo que se expone, vaya por delante que mi capacidad de análisis de la actualidad política es muy personal y que con frecuencia suelo errar en mis vaticinios. Pero considero que no debo dejar de expresarlos tanto por vaciar un tifón de sensaciones que amenazan con arrastrar mi equilibrio como por considerar que le puede resultar de interés a alguien.
La política se está funcionarizando. No en el sentido estricto ya que los funcionarios lo son con carácter vitalicio y los políticos que acceden a cargos públicos someten la renovación de su contrato a un proceso electoral. Pero desde luego así lo percibo en el sentido más negativo que socialmente se atribuye a los funcionarios. Todos sabemos que el funcionario clásico es un ser repleto de derechos y con un nivel inconcreto de responsabilidades, las cuales además se diluyen en un entramado organizativo más cercano al mundo de los espíritus que a las necesidades de la ciudadanía. Vaya por delante que el funcionario no es el principal responsable de esta situación que se origina en unos responsables políticos que se sirven de la administración para defender sus intereses por encima de los intereses generales. Pero al hilo de una frase redonda que escuché hace poco en una película, “aunque no son culpables sí son responsables”.
Desde que en Navarra los parlamentarios se pueden acoger a la dedicación completa, aquello que inicialmente podía ser bueno se está convirtiendo en lo más odioso de la política, la creación de una clase política financiada por todos pero cada vez más alejada de las necesidades reales. Los debates parlamentarios son pobres y previsibles y todos los asuntos están atados de antemano no por los parlamentarios sino por las estructuras de los partidos. Evidentemente, ésta no es la única causa y que contribuye a esta situación la realidad política de Navarra en la que un gobierno de derechas sustentado por el PSN gobierna con la arrogancia de quien se siente seguro y por tanto ningunea tanto al Parlamento como al conjunto de la sociedad. Tampoco espero que los parlamentarios de esos partidos cambien su actitud por iniciativa propia, pero no quisiera que los que yo elegí cayeran en esa dinámica estrictamente institucional.
Y creo que no me equivoco si uno de los elementos que más se valoró por muchas personas a la hora de votar a Nabai en las últimas elecciones fue precisamente esa voluntad de cambio y de suponer una bocanada de aire fresco en unas instituciones cada vez más escleróticas. Pero la situación después de casi tres años de oposición está tomando unos tintes preocupantes. Percibo que ese proyecto ilusionante que fue Nabai en 2007 y que mucha gente sigue demandando a día de hoy se está quedando en agua de borrajas. Todos sabíamos que era complicado gestionar cuatro partidos políticos y un colectivo de independientes, pero algunos confiábamos en la capacidad de algunos líderes de empujar hacia delante y que las diferencias y personalismos, aunque inevitables, pasarían a un segundo plano.
¿Es esa la situación a día de hoy? No lo parece. Parece que cada uno va por su lado y en sus apariciones en los medios parece que es más importante su matiz particular que la visión de conjunto. La voz de los mediocres se está extendiendo cada día más. Y que nadie me interprete mal: no defiendo un gobierno de notables. Toda la ciudadanía debe ser arte y parte de la política y por tanto todo el mundo tiene derecho a liderar partidos y ostentar cargos públicos independiente de su religión, color, sexo o capacidad intelectual, pero creo que se entiende lo que se pretende decir. Los partidos de izquierda cada día funcionan más como una estructura tradicional alejándose de la participación de personas y colectivos. Las ejecutivas de esos partidos no son un hervir de proyectos y de ideas que hacen que esos partidos se conviertan en viveros y motores de cambio. Más bien al contrario, parecen clubes de bien informados, y poco más, que ratifican la actividad de los dirigentes. Y ojo, no cuestiono que estas estructuras no se elijan democráticamente, pero creo que es hora de preguntarnos hacia dónde va la izquierda. Todos sabemos que una izquierda purista no suele conectar con la sociedad y se suele estructurar en lo que le diferencia del de partido de al lado (La vida de Brian refleja magistralmente esta situación) más que en la voluntad de sumar, lo que les convierte en algo marginal, no hay mas que fijarse en Batzarre. También sabemos que un pragmatismo excesivo es la base de partidos como el UPN o el PSN. Pero habrá algo intermedio, no?
Aunque los datos acabaran por demostrar lo contrario a día de hoy creo que la forma correcta de conseguir un cambio de gobernantes es mediante la estructuración de Nabai como una organización integradora, dinámica e ilusionante, alejada del partidismo y cercana a las demandas de la sociedad. Que además esté abierta a estructurar un cambio con el PSN, sí con ese partido tan triste, gris y poco fiable. Esa vía podría iniciar un movimiento que ponga en danza todo el clientelismo existente ahora. Evidentemente costaría poner en marcha ese cambio pero tan pronto como se consiguiera soltar amarras la gente impulsaría esa regeneración tan necesaria en esta Navarra tan acomodada y pagada de sí misma.
Basta ya de pensar en que cada uno por separado tiene la varita mágica y en intentar buscar soluciones cortoplacistas. Recuperemos la cordura que nos llevó a impulsar un proyecto que ha puesto en la foto a la Navarra que se quiere ocultar e ignorar. Que Dios te conserve todos los deditos, querido compañero, pero tú dirás de que te pueden servir si quieres comer sopa y resulta que el cazo sigue en la mano de los caciques de siempre. Algo tendremos que hacer al margen de registros de marcas, querer ser cabeza de ratón o intentar polos soberanistas sin desvinculación de la violencia terrorista. Así que ni plan A ni plan B, lo que hace falta es COMPROMISO y GENEROSIDAD.
Txikitxu http://erreniega.wordpress.com/
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