Como somos incapaces de crear empleo, obligamos, que no incentivamos, a los trabajadores a jubilarse dos años más tarde; como somos incapaces de encontrar medidas que rompan la dinámica brutal de la destrucción de empleo, obligamos a los que lo conservan a soportar todo el sistema durante más tiempo de su vida laboral impidiendo el acceso al mercado laboral de otros colectivos muy duramente castigados por el paro.
¿Qué pensará de esta medida un trabajador de más de 45 años que haya perdido su trabajo recientemente? Según un estudio de la Fundación Adecco publicado el verano pasado, el 80% de los parados de larga duración pertenecen a este colectivo y dentro de esa propuesta de alargar la vida laboral no se nos dice, por un lado, qué se va a hacer para desincentivar a las empresas a despedir a los trabajadores de más de 45 y, por otro lado, qué se va a hacer para incentivar la contratación de los trabajadores de más de 45 años que se quedan sin trabajo. Tampoco se nos dice qué políticas activas de empleo se van a seguir para conseguir que estos trabajadores puedan adecuar sus conocimientos a las necesidades de nuevos sectores que demanden profesionales. Sin una buena formación o reciclaje les será todavía más difícil acceder a cualquier oferta de trabajo.
No nos engañemos, ni el Gobierno está interesado en este colectivo, ni los empresarios están interesados en contratarlos porque estos profesionales son "incómodos", reclaman sus derechos más que otros colectivos, protestan ante situaciones injustas, pretenden conciliar su vida laboral y personal y no están dispuestos a hacer jornadas interminables sin que se les remunere adecuadamente. Ellos no provocaron la crisis, pero son los que más la sufren, como siempre. No hemos aprendido nada de esta crisis.
Fernando Manuel Manzano (El País)
sábado, 30 de enero de 2010
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