jueves, 7 de enero de 2010

CALLE ARRIBA, CALLE ABAJO

Somos conscientes de que este titular provoca. Es redondo por contundente. Vivimos todavía en una sociedad de doble moral, donde muchas personas tienen sexo con prostitutas, pero de cara a la galería prefieren ligar el sexo invariablemente al amor y repudiarlo ligado al dinero. A nosotros nos parece importante reivindicar la libertad de las personas para con su vida, la libertad de decidir y ser prostituta, y la libertad de recurrir a un servicio pagando un dinero, la libertad de ser cliente. Un respetuoso y amable cliente de sexo. Un recurso que es además, para muchas personas, a única forma de tener sexo con otra. Y esto no tiene porqué hacer daño a nadie mientras no se invada la libertad y los derechos de los demás. Y esto, el ejercicio de la prostitución como profesión, no tiene porqué ser continuamente prejuzgado por todo el mundo, ¿quién nos creemos ser para meternos en la vida de los demás? ¿Qué sociedad queremos construir donde unos a otros nos recortamos la libertad queriendo prohibir, ni más ni menos, que una profesión a muchas personas?
Las putas, las que inquietan a parte de la sociedad están estos días en boca de todas y todos, vertiendo diferentes opiniones sobre dónde, cómo y cuándo deben ejercer o dejar de hacerlo. Y como siempre, sin escuchar su voz porque nadie les pregunta a ellas, protagonistas de sus historias, convirtiéndolas una vez más en mujeres invisibles.
La prostitución siempre es un debate recurrente y complejo. Sí, complejo, porque es necesario atenderlo desde su diversidad, y esto requiere que hagamos un esfuerzo a la hora de abordar la discusión para entender que existen multitud de situaciones diferentes dentro de este sector y por lo tanto, que hay que buscar respuestas acertadas para cada una de estas situaciones.
Diferenciar la trata, el tráfico o la explotación de las putas que deciden ser putas por diferentes circunstancias, es básico para abordar claramente el tema de los derechos de estas personas, considerando como es lógico los intereses y derechos de todas las partes implicdas en los conflictos de convivencia que surgen, provocados por la falta de un marco regulador. Y ello sólo se consigue buscando fórmulas concretas de regulación, dejando de centrar el debate en un falso dilema moral sobre la dignidad de las mujeres y la violencia de género, que en la mayoría de los casos esconden un cúmulo de prejuicios sobre la sexualidad femenina. Por lo tanto creemos que relacionar de forma automática y sin matices la prostitución con la violencia de género es simplista.
En los últimos tiempos hemos visto a trabajadoras del sexo portando pancartas por las calles de diferentes ciudades en donde podíamos leer: "no hacemos daño a nadie, queremos ser legales", "las putas exigimos derechos y libertad".... Siempre ha habido prostitutas, y aquí y en otros países han reivindicado una regulación de sus derechos y obligaciones, ¿y por qué no? ¿Por qué otras personas en el ámbito de lo moral vamos a prejuzgar sobre si es bueno o malo cobrar a cambio de sexo? ¿Por qué en nuestra sociedad sólo se concibe el sexo cuando hay amor o en el matrimonio, o para traer hijas e hijos al mundo? ¿Por qué denigra el sexo, o es el dinero el que denigra? ¿En qué bases se sostiene el discurso de que aún siendo de libre elección, la prostitución convierte a la mujer en un objeto a manos del hombre que consolida su inferioridad?
Yo tengo una amiga que facilitó a su hermano sexo pagado con una chica prostituta. Su hermanillo es especial y ese día, mitad ternura, mitad sexo, fue feliz...y también es el caso de una compañera de Instituto de mi hermana que está costeándose ahora la carrera que de otra forma no podría, con sexo de pago y no hace daño a nadie. También mi madre conoce a una vecina mayor, que mientras su marido iba a trabajar a Potasas y tenía los cinco hijos en la escuela, se veía con algunos viudos para sacar unas perrillas y ayudar en casa, los viudos felices y ella se llevaba muy bien con toda la vecindad y era amable y bien considerada...Seguramente podríamos sacar una conclusión, la prostitución ha existido siempre porque ha habido necesidad, pero a nosotros nos gusta más reivindicarla desde la libertad. La que tienen los ricos para disfrutar sexo de lujo. Lo malo es que la denuncia del sexo de los pobres es más escandalosa porque es en la calle, o en la Boquería de Barcelona, en la Montera o en Buztintxuri.....
Entendemos que la regulación de la prostitución contribuirá a que las trabajadoras del sexo se conviertan en sujetos sociales con voz propia desde donde podrán ejercer sus liderazgos a la hora de reclamar mejoras en las condiciones laborales, que van desde la negociación del uso de espacios públicos, la creación de zonas de tolerancia en donde puedan trabajar en buenas condiciones de seguridad e higiene, mejorar la capacidad de negociación con los clientes; precios, uso de métodos anticonceptivos e incluso reconocer sus derechos como trabajadoras frente a empresarios de clubes, plazas o casas de citas.
Y todo esto porque es necesario respetar la decisión de quien no desea abandonar la prostitución mejorando sus condiciones de vida. Porque la idea de que toda la prostitución es esclavitud o violencia de género como defiende la corriente abolicionista, no hace otra cosa que crear una cortina de humo que impide ver qué instrumentos legislativos son necesarios para mejorar la situación de quienes ejercen la prostitución, ahondando más si cabe en la estigmatización, la exclusión y la marginación social que muchas de estas personas padecen.
Y para terminar, unas preguntas en voz alta: ¿Por qué incomoda tanto la visión de las putas? ¿Por qué nos cuesta tanto escucharlas? Las putas son transgresoras por excelencia y rechazan las normas sexuales impuestas a las mujeres, pero en el fondo, cualquier mujer que se aparte de la senda correcta, de la moral imperante, corre el riesgo de ser calificada de "puta".
Marisa Marqués e Iker Segura, miembros de Batzarre Gaztea

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