A través de una carta remitida a GARA, el teólogo franciscano Joxe Arregi ha desvelado las presiones que está ejerciendo el obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, ante el provincial de Arantzazu, no ya para silenciarle más tiempo, sino para que lo destierre porque es "agua sucia, que contamina a todos, a los de fuera de la Iglesia igual que a los de dentro".
Joxe Arregi ha roto su silencio impuesto para advertir a quienes conforman la Iglesia de que la persecución contra él continúa. El franciscano, muy consciente de la repercusión de lo que ha decidido desvelar, informa a través de una carta de que el obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, citó hace doce días al provincial y al vicario de Arantzazu para ordenarles: "Debéis callar del todo a Joxe Arregi. Yo no puedo, hasta dentro de dos años [hasta que haya tomado las riendas de la diócesis], adoptar directamente esta medida contra él. Pero ahora debéis actuar vosotros. Os exijo que lo hagáis". La solución, añade el profesor de Teología de la Universidad de Deusto, es que "me destinen a América a trabajar con los pobres".
El fraile, que difundió su último mensaje antes del castigo el 7 de enero, acusa al prelado ultraconservador de calificarle de "agua sucia que contamina a todos, a los de fuera de la Iglesia al igual que a los de dentro". Ante las órdenes de Munilla, del que dice que parece que "se haya reencarnado en Torquemada", Arregi Olaizola muestra su rebeldía: "No. No puedo acatar estas órdenes del obispo".
El franciscano excusa a sus superiores de su futuro, subrayando que serán el prelado e instancias superiores de la curia las únicas responsables. La razón principal de Munilla para atacar a Arregi, como se viene repitiendo con otros teólogos católicos, es que es un hereje.
"El obispo me atribuye numerosos errores y herejías teológicas. He mantenido con él varias conversaciones que en realidad han sido severos interrogatorios con el Catecismo de la Iglesia Católica en la mano. No aprobé el examen, y no porque desconozca el Catecismo, sino porque no acepto que sea la única formulación válida y vinculante de la fe cristiana en nuestro tiempo", incide el fraile progresista en su misiva con amplia difusión en la Red, que acusa a José Ignacio Munilla de representar "el autoritarismo, el dogmatismo y el miedo".
"Esta es mi Iglesia y en ella me quedaré. Pero en ella quiero ser libre y, como antiguamente Zacarías, yo también pido una tablilla. No callaré sino ante el Misterio", manifiesta el teólogo. Antes de este nuevo episodio de persecución, al serle impuesto que "desapareciera de los medios de comunicación", confesó que "los márgenes de riesgo y disidencia o incluso de error son cada vez más estrechos". Entonces, en su reflexión, recalcó que "sigue sin ser verdad que la persona esté por encima de las instituciones".
En un hecho inusual en la diócesis donostiarra, el Obispado responde a la carta abierta del franciscano. Sin confirmar ni negar lo denunciado por Arregi, Munilla afirma que no va a contestarle, apostillando que "la comunicación entre un obispo y un sacerdote tiene lugar en el fuero interno de la Iglesia".
El primer punto de la escueta nota de prensa resume la filosofía que pretende implantar el prelado que no es ni siquiera aceptado por la mitad de su rebaño en Gipuzkoa: "Lavar los trapos sucios en el seno de la comunidad diocesana, o en la curia, sin que salgan a relucir las disensiones a los medios de comunicación". José Ignacio Munilla, buen conocedor de los entresijos de éstos, no en vano colabora habitualmente en Radio María, no quiere publicidad para la purga que contempla contra la mayoría progresista de la comunidad diocesana.
En abril, tras el nombramiento del azkoitiarra Joseba González Zugasti y del ormaiztegiarra Juan Kruz Mendizabal Irizar como los nuevos vicarios general y de pastoral, respectivamente, ya se avanzó a través de las páginas de GARA que Munilla iba a ir poco a poco asentando su línea pastoral neoconservadora. Así, a la mayoría de laicos y religiosos con cargos de responsabilidad les quedaban como principales opciones a medio o largo plazo -Arregi avanza en su carta el horizonte de dos años-, plegarse al magisterio de su nuevo pastor, "o irse a un colegio, o a misiones"
A pesar de que se trata de restar importancia al contenido de la misiva, que a las pocas horas tuvo una enorme difusión en páginas digitales de contenido religioso, el Obispado de Donostia se limita a "constatar ante la opinión pública que su escrito -se refiere al del fraile castigado- contiene graves falsedades, además de numerosas deformaciones de la realidad".
Además, para tratar de desacreditar al teólogo, el comunicado oficial asegura que "los superiores de la orden franciscana se han puesto en contacto con este Obispado, manifestando su hondo pesar por las declaraciones del padre Joxe Arregi". Acaba la nota dictada por el prelado: "Deseamos ardientemente continuar trabajando por la unidad en el seno de la Iglesia, bajo el cayado de nuestro padre y pastor Benedicto XVI; de forma que hagamos realidad en la Caridad y en la Verdad, el ideal de la Comunión a la que Cristo nos ha llamado".
A la vista de los últimos acontecimientos denunciados por Arregi, poco ha quedado de los llamamientos desde diversos círculos eclesiales guipuzcoanos a Munilla para que tratara de acercar posturas con el teólogo. Tras el castigo, ha llegado la amenaza del destierro.
GARA
Joxe Arregi ha roto su silencio impuesto para advertir a quienes conforman la Iglesia de que la persecución contra él continúa. El franciscano, muy consciente de la repercusión de lo que ha decidido desvelar, informa a través de una carta de que el obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, citó hace doce días al provincial y al vicario de Arantzazu para ordenarles: "Debéis callar del todo a Joxe Arregi. Yo no puedo, hasta dentro de dos años [hasta que haya tomado las riendas de la diócesis], adoptar directamente esta medida contra él. Pero ahora debéis actuar vosotros. Os exijo que lo hagáis". La solución, añade el profesor de Teología de la Universidad de Deusto, es que "me destinen a América a trabajar con los pobres".
El fraile, que difundió su último mensaje antes del castigo el 7 de enero, acusa al prelado ultraconservador de calificarle de "agua sucia que contamina a todos, a los de fuera de la Iglesia al igual que a los de dentro". Ante las órdenes de Munilla, del que dice que parece que "se haya reencarnado en Torquemada", Arregi Olaizola muestra su rebeldía: "No. No puedo acatar estas órdenes del obispo".
El franciscano excusa a sus superiores de su futuro, subrayando que serán el prelado e instancias superiores de la curia las únicas responsables. La razón principal de Munilla para atacar a Arregi, como se viene repitiendo con otros teólogos católicos, es que es un hereje.
"El obispo me atribuye numerosos errores y herejías teológicas. He mantenido con él varias conversaciones que en realidad han sido severos interrogatorios con el Catecismo de la Iglesia Católica en la mano. No aprobé el examen, y no porque desconozca el Catecismo, sino porque no acepto que sea la única formulación válida y vinculante de la fe cristiana en nuestro tiempo", incide el fraile progresista en su misiva con amplia difusión en la Red, que acusa a José Ignacio Munilla de representar "el autoritarismo, el dogmatismo y el miedo".
"Esta es mi Iglesia y en ella me quedaré. Pero en ella quiero ser libre y, como antiguamente Zacarías, yo también pido una tablilla. No callaré sino ante el Misterio", manifiesta el teólogo. Antes de este nuevo episodio de persecución, al serle impuesto que "desapareciera de los medios de comunicación", confesó que "los márgenes de riesgo y disidencia o incluso de error son cada vez más estrechos". Entonces, en su reflexión, recalcó que "sigue sin ser verdad que la persona esté por encima de las instituciones".
En un hecho inusual en la diócesis donostiarra, el Obispado responde a la carta abierta del franciscano. Sin confirmar ni negar lo denunciado por Arregi, Munilla afirma que no va a contestarle, apostillando que "la comunicación entre un obispo y un sacerdote tiene lugar en el fuero interno de la Iglesia".
El primer punto de la escueta nota de prensa resume la filosofía que pretende implantar el prelado que no es ni siquiera aceptado por la mitad de su rebaño en Gipuzkoa: "Lavar los trapos sucios en el seno de la comunidad diocesana, o en la curia, sin que salgan a relucir las disensiones a los medios de comunicación". José Ignacio Munilla, buen conocedor de los entresijos de éstos, no en vano colabora habitualmente en Radio María, no quiere publicidad para la purga que contempla contra la mayoría progresista de la comunidad diocesana.
En abril, tras el nombramiento del azkoitiarra Joseba González Zugasti y del ormaiztegiarra Juan Kruz Mendizabal Irizar como los nuevos vicarios general y de pastoral, respectivamente, ya se avanzó a través de las páginas de GARA que Munilla iba a ir poco a poco asentando su línea pastoral neoconservadora. Así, a la mayoría de laicos y religiosos con cargos de responsabilidad les quedaban como principales opciones a medio o largo plazo -Arregi avanza en su carta el horizonte de dos años-, plegarse al magisterio de su nuevo pastor, "o irse a un colegio, o a misiones"
A pesar de que se trata de restar importancia al contenido de la misiva, que a las pocas horas tuvo una enorme difusión en páginas digitales de contenido religioso, el Obispado de Donostia se limita a "constatar ante la opinión pública que su escrito -se refiere al del fraile castigado- contiene graves falsedades, además de numerosas deformaciones de la realidad".
Además, para tratar de desacreditar al teólogo, el comunicado oficial asegura que "los superiores de la orden franciscana se han puesto en contacto con este Obispado, manifestando su hondo pesar por las declaraciones del padre Joxe Arregi". Acaba la nota dictada por el prelado: "Deseamos ardientemente continuar trabajando por la unidad en el seno de la Iglesia, bajo el cayado de nuestro padre y pastor Benedicto XVI; de forma que hagamos realidad en la Caridad y en la Verdad, el ideal de la Comunión a la que Cristo nos ha llamado".
A la vista de los últimos acontecimientos denunciados por Arregi, poco ha quedado de los llamamientos desde diversos círculos eclesiales guipuzcoanos a Munilla para que tratara de acercar posturas con el teólogo. Tras el castigo, ha llegado la amenaza del destierro.
GARA
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