Publicado por Pamiela, Historia y memoria de los símbolos de Navarra. De las cadenas a la Laureada y la Ley Foral de Símbolos plantea un detallado análisis a partir de la evolución contemporánea del elemento simbólico de mayor significación e importancia: el escudo de Navarra. Escudo que, tal y como recuerda el autor, fue fijado, al igual que la bandera, hace justo cien años, en 1910, por un acuerdo de la Diputación Foral de Navarra. Y fue la Comisión de Monumentos Históricos de Navarra, dentro de los actos programados para la conmemoración, en 1912, del VII Centenario de la batalla, la que propuso a la Diputación que fijara oficialmente como escudo las tradicionales cadenas y, como bandera, la que hoy tenemos. "Arturo Campión, Hermilio de Olóriz y Julio Altadill, tres conocidos euskaros y miembros de la comisión, aceptaron de este modo el mito de las cadenas, fijado por el padre Moret en el siglo XVII". "Hoy sabemos que Sancho VII nunca utilizó las cadenas. Es más, sabemos que ni siquiera eran cadenas, sino los refuerzos metálicos de un escudo. A pesar de ello, la leyenda continúa", explica Baraibar, que en este libro analiza las diferentes interpretaciones que se han dado al escudo de Navarra desde 1910 hasta nuestros días.
Interpretaciones que "han variado también el grado de identificación por parte de unos y otros sectores políticos y sociales de nuestra comunidad con su bandera". Y es que, el significado del escudo y la bandera de Navarra no ha sido el mismo en 1910, cuando se fijó oficialmente, que en 1936-37 y, sobre todo, en la posguerra, cuando "para amplios sectores del régimen Navarra se convirtió en un ejemplo a seguir". Y "la identificación de Navarra con esa España franquista tuvo como elemento especialmente significativo la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando en 1937". A partir de ese momento, comenta Baraibar, el escudo de Navarra era, desde su punto de vista, "un resumen perfecto de la vocación hispánica de Navarra: las cadenas eran el símbolo del compromiso de Navarra con España durante la reconquista de la Edad Media y la laureada era el símbolo del sacrificio de Navarra por España en la nueva reconquista", o en la gloriosa Cruzada, usando la terminología franquista. Sin embargo, ese significado fue difícilmente asumible para la mayor parte de la sociedad navarra a la altura de 1976. Y durante la dictadura, la ikurriña, bandera del País Vasco, "había pasado a ser un símbolo de la lucha antifranquista", convirtiéndose "en el símbolo de todos los vascos, más allá de las fronteras de las tres provincias".
Ya en la Transición, "la supresión de la laureada se hizo acuciante para casi todos". Así, en 1979, el presidente del recién constituido Parlamento Foral, Víctor Manuel Arbeloa, decidió colocar el escudo de Navarra sin laureada en la institución; decisión criticada por la UCD de Del Burgo, aunque "la reacción más airada vino de mano de la UPN de Jesús Aizpún". Para ambos partidos, la laureada "salvaría a Navarra de la ikurriña y, en consecuencia, libraría a Navarra de una posible incorporación a Euskadi".
El libro también aborda los debates que se produjeron en torno a la Ley de Símbolos de 2003, "cuyo objetivo principal era impedir el uso de la ikurriña en el espacio público navarro", y acabo permitiendo o, por lo menos, abriendo el camino "para la eliminación de los símbolos del franquismo". En este punto, Álvaro Baraibar subraya que su libro analiza dos conceptos relacionados estrechamente, como son la historia y la memoria, ambos "muy presentes en la interpretación de los símbolos de toda comunidad política". Por un lado, esta la historia, lo que sucedió y no se puede cambiar; por otro, la memoria, lo que una sociedad decide recordar desde lo que es, en nuestro caso, desde los valores democráticos. Por ello, "al eliminar símbolos franquistas de nuestras calles no se remueve la historia; lo que sí cambia es la memoria del pasado, lo que queremos recordar como un mérito para nuestro presente".
En cuanto al futuro, y a las puertas del aniversario de 2012, Baraibar cree que los debates sobre los símbolos y los discursos políticos que se derivan de ellos seguirán estando muy vivos. Y cree que "no hay que tener miedo a las situaciones identitarias cambiantes". "Otra cosa es que se nos intente presentar las identidades como algo cosificado, fijo, inmutable", afirma.
Diario de Noticias
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