martes, 30 de marzo de 2010

LA PASIÓN DEL REY POR LA TORTURA ANIMAL

Por si nos cabía alguna duda, que no nos cabía, el diario El País nos habría sacado de ella, tras leer el titular de su edición digital de hoy (25 de marzo) que no deja lugar a la interpretación. Resulta que el borbón, beneficiario del golpe del 18 de julio, es aficionando a la fiesta nacional y apuesta por ellas como ha dejado bien clarito en Sevilla: "El rey apuesta por los toros".

La cosa no tendría más trascendencia porque, a estas alturas, todos sabemos el escaso amor que el heredero de Franco tiene por el trabajo, incluso el que le corresponde como jefe del Estado, como se ha demostrado con el asunto de Delibes.

Lo que sucede es que en este momento en España hay un debate más o menos serio sobre la llamada fiesta (carnicería) nacional.

No es la primera vez que algún miembro da la familia mantenida con el presupuesto nacional, se pronuncia sobre temas sobre los que debería mantener un prudente silencio; no es la primera vez que algún miembro del familión al que todos pagamos con nuestros impuestos, opina sobre cuestiones de las que nadie les ha pedido, porque la sencilla razón de que no nos interesa. En resumen, no es la primera vez que meten la patita.

Esta monarquía es ya resueltamente insoportable. Al hecho de que su legitimidad es assolutamente inaceptable, y lo de francamente no va con segundas pese a lo que pueda parecer, hay que añadir que su actitud sobrepasa los límites de lo aceptable porque se extralimitan de forma habitual en cuestiones que no les competen en absoluto.

Bien harían los partidarios de este personaje en aconsejarle que estuviera calladito y, de momento, y hasta que se le dé el finiquito y se proclame la República, se limitara a leer con más o menos destreza, los discursos que los gobiernos de turno le escriban para los actos oficiales, que es donde tiene que hacer acto de presencia inexcusable.

Pero no, resulta que no es así, sucede que opina de todo lo que le viene en gana, sin el más mínimo sentido del pudor ni de la oportunidad, ni del decoro, sin tener n cuanta que su papel es el de reinar, es decir, vivir a costa del presupuesto y nada más. Cobra por no opinar.

Apoyar la carnicería nacional supone una toma de postura sobre un tema que está claramente fuera de sus competencias y, por tanto, puede incidir de manera directa sobre las opiniones de quienes si han sido elegidos por la ciudadanía.

El borbón puede ser aficionado a cazar osos borrachos en Rusia, a reunirse con Botín en la Fórmula-1 cada domingo, a navegar a costa de los empresarios de Mallorca cada verano, a probar los coches que las empresas automovilísticas le facilitan, o a escaquearse de sus deberes oficiales.

Vale, muy bien, ya lo sabemos, pero que encima tengamos que soportar sus opiniones ya pasa de la raya.
noeraaixo

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