Tomo del Príncipe de Viana el lema no sólo por su capacidad poderosa para seguir ilustrando la realidad navarra cinco siglos después, sino por lo que me sugiere con respecto a los últimos capítulos en la vida de Nafarroa Bai, en especial este último de las reflexiones de Txentxo Jiménez. Utrimque roditur, me roen por todas partes… Es cierto que la hondura del lema casa mal con algunas de nuestras actuaciones más memorables. Porque haberlas… las ha habido. ¡Y cómo de memorables!
Como se apunta, algunos somos culpables de haber respondido a momentos de altura con el silencio público. Pero sería mentir si no recordamos que ese silencio no fue sino el respeto más exquisito a lo que cada partido -el concernido en cada caso- decidió. ¡Claro que el juicio sumarísimo en plaza pública que tantos pidieron hubiera sido un recurso bien fácil! Pero ni entonces ni ahora he sido partidaria de la Ley de Lynch.
Tampoco olvido el silencio, lo asumo en lo que me toca, ante el fragor que algunas fogosas declaraciones y teorías impusieron a la actualidad navarra el pasado agosto. Silencio solamente público, porque todos sabemos en la Permanente de Nafarroa Bai que el resto de la coalición exigió -eso sí, con serenidad- poner fin a aquel modo de gestionar el capítulo de la cloaca croata… ¿Debíamos haber comparecido de manera pública para exponer nuestras dudas sobre ese modo de actuar? Sigo diciendo que no. Si acaso, reivindicar que una risa oportuna -o inoportuna- ante el caudal inagotable de chistes demuestra, cuando menos, buena salud mental.
Y hasta ahora tampoco he expresado en plaza pública mi opinión sobre esa decisión de poner fecha de caducidad a Nafarroa Bai, el anuncio del 15 de marzo… Hoy sí debo expresar mi opinión: sí voy a responder a la invitación, y lo voy a hacer con una pregunta:
¿A quién beneficia? ¿Quién se beneficia de esta crisis perpetua y agónica que gravita sobre Nafarroa Bai?
La fecha del 15 de marzo, lo sabemos ahora, parece que tampoco va a ser aclaratoria con respecto a la permanencia o no de Aralar en la coalición. Pero el mal está ya hecho.Sea ahora, sea en verano, sea cuando quiera que se resuelva -que resolváis- esta incógnita, lo cierto es que el juego de la amenaza sobre la supervivencia de Nafarroa Bai ha tomado cuerpo dentro de la coalición. ¿Es responsabilidad exclusiva de quien puso fecha de caducidad al proyecto? No. Es cierto que otros cantos de sirena sobre proyectos supra forales están mareando la perdiz más de lo que la realidad alienta y la experiencia nos dice. Pero esto no explica, y menos justifica, la tensión gratuita y añadida por la amenaza de una ruptura.
Por eso, no apuntaré como Séneca que el más interesado es el culpable, pero quede claro que quien rompa Nafarroa Bai será responsable de beneficiar a todos aquellos que representan lo que la coalición quiere combatir desde las instituciones, los ayuntamientos, las organizaciones sociales y culturales, los colectivos ciudadanos… No podemos meter la cabeza bajo tierra para no ver la satisfacción incontenida de UPN, a quien sin Nafarroa Bai ya le salen las cuentas del quesito; el alivio indisimulado del PSN, que sin la coalición aspira a no sufrir el batacazo; las urgencias de IUN en sacar a bailar nueva novia… Y así hasta fuera del arco parlamentario, hasta en la izquierda abertzale tradicional que como el resto se está apuntando ya el tanto del final de Nafarroa Bai.
Por encima de todos ellos, y una vez más desde el Príncipe de Viana, la satisfacción de un Estado que sin la coalición se ve liberado de la incómoda circunstancia de una Navarra que se reivindica sujeto político de su destino, frente al objeto que un extremo y otro anhelan: ésta es la clave; éste, el principio.
Y esta verdad, negro sobre blanco ahora, circula como verdad cierta, verdad política extendida por Navarra desde hace tanto tiempo como la crisis ha tomado cuerpo. Una crisis que, en mi opinión, ya que se me requiere, tiene mucho más que ver con urgencias e intereses partidarios, con miedos y perspectivas electorales, que con diferencias ideológicas infranqueables. Porque la realidad, le pese a quien le pese, es que la cohesión ideológica de los integrantes de Nafarroa Bai es tan sólida como real es la mayoría navarra que nos exige el cambio. Un cambio que se nos urge porque es posible.
“La política es el arte de lo factible, de lo posible” es la máxima sobre la que se afanó una de las pocas figuras de talla política en Navarra: Manuel de Irujo. La política como el arte de lo factible, de lo posible debiera ser cuando menos -y siempre en la opinión que se me requiere- elemento enriquecedor para algunos de los compañeros de coalición. Basta con recordar cualquiera de los ejemplos de la política maximalista, ejercicios tan cuantiosos como inútiles, con cuyo lastre hemos llegado a la Navarra del siglo XXI.
Si lo único que somos capaces de hacer es proclamar nuestros principios al viento, contentémonos con hacerlo cada mañana frente al espejo. Mientras, no hurtemos a otros la posibilidad de hacer política: de gestionar el camino para llegar al ejercicio real de nuestros derechos y anhelos políticos desde nuestros principios. Eso y no otra cosa son los programas que a las elecciones forales y municipales llevó la coalición en 2007. Proclamar lo contrario sería tanto como afirmar que alguno se presentó al margen o en contra de sus principios; tanto como decir que hombres y mujeres de Nafarroa Bai, cargos electos en ayuntamientos y Parlamento, trabajan sin el sustento de sus principios políticos…
Porque Nafarroa Bai ya no pertenece a los partidos ni a los independientes: Nafarroa Bai -su espíritu, por supuesto- es propiedad de aquella parte de la sociedad, de aquellos votantes que la situaron como segunda fuerza política sin más pruebas sobre nuestra valía que su propio deseo de cambio, su necesidad de oxígeno político. Sobre estas bases, ¿pueden arrogarse el derecho de propiedad de la ilusión del cambio unas cuantas personas reunidas en torno a sus intereses tan legítimos como particulares? Yo digo que no. Más todavía: en Nafarroa Bai cabe todo el mundo que acepte las bases de convivencia pacífica y democrática que impulsan el cambio social en Navarra. No sobra nadie.
Puede seguir adelante sin Aralar, como puede seguir adelante sin EA, sin PNV o sin Batzarre y con más motivo sin Uxue Barkos o cualquiera de los independientes que colaboran con el proyecto, pero no puede sobrevivir a la frustración de la gente que depositó toda su ilusión en un proyecto que traía aire fresco a una realidad estancada y con hedor a componenda. El mismo hedor que hoy sigue explicando la necesidad del proyecto, de la coalición; y el mismo hedor que preside mesa y mantel en aquellos encuentros tan inútilmente escondidos como cobardemente interesados.
Frente a esto, en los últimos tres años decenas de cargos electos municipales de NaBai han venido trabajando en el ambiente más hostil que sea razonable imaginar, salvando a diario trampas para tratar de llevar adelante el proyecto de cambio, bien en el gobierno o en la oposición. ¿Vamos a premiar su esfuerzo y dedicación mandando el proyecto al limbo? ¿Qué les diremos a nuestros hijos cuando sepan que tuvimos la oportunidad de normalizar su sociedad, de hacerla más justa, más solidaria?
Y mientras, los beneficiarios de la descomposición de Nafarroa Bai fomentan la desaparición del euskera como lengua en Navarra, el paro sigue creciendo, la industria se desmantela, Navarra pierde posiciones en el conjunto del Estado y de la UE, se endeuda incapaz de lograr suficiencia financiera, se deteriora el modelo de sanidad pública y se dan situaciones ultraderechistas en aplicación de leyes como la de memoria histórica. ¿Alguien puede negar que la necesidad de un proyecto como NaBai está hoy más vigente que nunca? Mirando hacia adentro y si respondemos con responsabilidad y ambición, la respuesta es clara:
¿Diferencias? Por supuesto.
¿Imposibles categóricos? No.
¿Imprescindibles? Nadie, y menos desde la intransigencia.
Uxue Barkos, diputada en el Congreso por NaBai
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