jueves, 17 de julio de 2014

MANDEL Y LA ALIANZA ROJIVERDE DE DINAMARCA

En la década de 1960, Ernest Mandel analizó el fenómeno de la burocracia en el movimiento obrero. Cincuenta años después, sus ideas se han introducido en los debates en el seno de la Alianza Rojiverde (RGA) danesa. El número creciente de liberados del partido hace que sea una cuestión relevante.

El éxito electoral de la RGA ha dado lugar al crecimiento de un aparato profesional del partido, que resulta ventajoso para éste en muchos aspectos, pero que también comporta el riesgo de que sea el aparato el que defina la política y de que se desarrolle una verdadera burocracia partidaria. Con estas palabras comienza un artículo escrito por Mikael Hertoft, miembro de la dirección nacional de la RGA. Hertoft releyó recientemente un libro publicado en Suecia a finales de la década de 1960, titulado “Sobre la burocracia; un análisis del peligro omnipresente para el movimiento obrero” y su autor es el difunto dirigente de la Cuarta Internacional y economista marxista Ernest Mandel.

Después de leerlo decidió traducir partes del mismo y examinar su posible relevancia para la RGA. Tanto la traducción como su propio artículo se han publicado en la revista digital danesa Socialistisk Information. Hertoft ha contado que hay unos 60 miembros que se ganan la vida trabajando de alguna manera para el partido. El grupo más numeroso está formado por los 12 diputados y diputadas y su secretaría en el parlamento, alrededor de 25 personas. Además, en la sede nacional del partido trabaja otro grupo de militantes, y luego hay otros plenamente dedicados a su labor como concejales en ayuntamientos. Estos dos últimos grupos seguirán creciendo si la RGA obtiene en las próximas elecciones el número de votos que anuncian los sondeos de opinión actuales.

La mayor parte de estos cargos los financia el Estado. Todos los partidos reciben dinero en función de los votos obtenidos en las elecciones. El grueso de este dinero se utiliza para pagar a los liberados de la sede nacional. El Estado también asigna una suma todavía mayor de dinero a los grupos parlamentarios, destinados a la secretaría que asiste a los diputados. El partido puede utilizar ese dinero, aunque en una medida muy limitada, para financiar actividades al margen del parlamento. “Las normas de financiación pública incrementan sistemáticamente el peso de la labor parlamentaria de la RGA en comparación con la actividad de los militantes de base”, escribe Hertoft en su artículo. Remitiéndose a Ernest Mandel, Hertoft destaca que por supuesto la RGA debe sacar el máximo provecho de este equipo profesional, creando fuertes centros de actividad en el parlamento, la sede nacional y los centros provinciales. “La única alternativa sería insistir en la labor de aficionados, que nunca ganaría influencia ni sería capaz de dirigir una revolución socialista,” escribe.

Al mismo tiempo insiste en que debemos aprender del análisis de Mandel. Una burocracia operativa se convertirá en una capa social con sus propios intereses si no se toman medidas para contrarrestar esta tendencia. Como explica Hertoft, la RGA ya aplica desde su nacimiento hace 25 años dos de los principios básicos que Mandel recomienda partiendo de las observaciones de Karl Marx y la experiencia de la Comuna de París. Una de ellas se refiere al sueldo: los empleados del partido y los representantes elegidos ganan el equivalente al salario de un obrero cualificado de la industria metalúrgica en la zona de Copenhague. Este salario consta entre los más elevados que perciben los obreros en Dinamarca. Por supuesto, el sueldo público que cobran los diputados es mucho más alto, de manera que los disputados de la RGA ingresan la diferencia a modo de cotización para el partido. El otro principio se refiere a la rotación. Los detalles difieren, pero básicamente un militante solo puede ganarse la vida trabajando para el partido durante un periodo de 10 años. Pasado este tiempo, el empleado del partido ha de cesar y el representante no puede presentarse a la siguiente elección. Tras una pausa de dos años pueden solicitar de nuevo un empleo o presentarse a una nueva elección. El mismo principio se aplica a los miembros de la dirección nacional aunque no cobren ningún sueldo del partido.

Son principios que vale la pena defender. La norma salarial implica que para la mayoría de las personas, trabajar profesionalmente para el partido no comporta ninguna ventaja material, y la norma de rotación impide que alguien se pase toda la vida viviendo de la política y trate de defender su posición a toda costa. Sin embargo, Hertoft señala el hecho de que también existen otros privilegios distintos de los materiales. Un aspecto muy importante para los socialistas comprometidos es el hecho de que como profesional del partido uno puede trabajar a tiempo completo “por la causa”, en vez de perder horas y horas en un puesto de trabajo tedioso. En segundo lugar, apunta a los problemas que se derivan de tener un gran grupo de profesionales del partido trabajando en el parlamento. Estos discuten primero entre ellos, después con diputados de otros partidos y con periodistas de los medios del gran capital. Esto ejerce una presión cotidiana sobre ellos, procedente en exclusiva de gente que se ubica políticamente a su derecha. “Tienden a ser absorbidos por el sistema”, escribe Hertoft.

Hertoft también teme que el aparato del partido desarrolle una mentalidad y una conciencia de sí mismo como “el verdadero partido”. Puede acabar viendo a los militantes como una fuerza que solo hay que movilizar cuando hay elecciones. “Los militantes críticos que no formulan sus críticas con la delicadeza de los políticos pueden ser considerados molestos por el aparato”, escribe Hertoft y advierte contra toda evolución en que el aparato pase a defender sus propios intereses particulares, su propia existencia. Dar prioridad al aumento del número de votos al precio de dejar de defender importantes principios socialistas es una de las vías en que podría manifestarse muy pronto ese “interés particular” basado en su entorno político cotidiano, arguye Hertoft.

Creo que las advertencias de Ernest Mandel y Mikael Hertoft son importantes. Hoy en día ya existe una situación en el partido en que la mayoría de las opiniones y declaraciones políticas las elaboran los diputados y su secretaría. De hecho la RGA es muy democrática. Los estatutos del partido no dejan lugar a dudas: el congreso nacional anual, la dirección nacional y el comité ejecutivo (compuesto por miembros de la dirección nacional, que se reúne cada semana) tienen la última palabra en importantes decisiones políticas. Sin embargo, las formalidades y las realidades no siempre son las mismas. El grupo parlamentario tiene que decidir cada día sobre muchas cuestiones políticas que ningún órgano de dirección elegido tiene la posibilidad de debatir o votar. Otro aspecto tal vez más problemático es que los diputados y su secretaría tienen tantos recursos para desarrollar la política de la RGA en nuevos ámbitos o de proponer cambios a las políticas ya decididas que ningún militante del partido o dirigente elegido con un empleo normal a jornada completa puede abordar. Si el grupo parlamentario y la secretaría acercan sus puntos de vista –cosa que por supuesto no ha de ocurrir forzosamente, pero es probable–, podrán analizar, documentar y argumentar de forma mucho más cualificada que el resto del partido y de este modo imponer sus opiniones a este último, siempre dentro del marco democrático formal.

Existen las condiciones necesarias para que se forme una capa particular con sus propias prioridades. No se ha desarrollado y hay tiempo para evitar que lo haga. Para ello, Hertoft propone acentuar un poco más las normas sobre salarios y sobre rotación. Apela a los militantes del partido como la fuerza capaz de contrarrestar el desarrollo de una burocracia en la RGA. Sugiere crear canales nuevos y mejores para el debate democrático, intensificar la formación política y establecer nuevos foros para la vida social y cultural del partido. Reclama asimismo que el partido eduque conscientemente a sus militantes procedentes de la clase obrera y con experiencia en sectores y movimientos populares, formándolos tanto para las tareas de dirección del partido como para las de representación parlamentaria. Finalmente, opina que el partido ha de hallar vías para contrarrestar la tendencia económica a centrarse en la política parlamentaria e impulsar en su lugar actividades del partido en los movimientos sociales y otros sectores de base.

Al suscitar el debate e introducir los análisis marxistas de la burocracia, Mikael Hertoft ya ha contribuido a resolver el problema. Sobre todo al señalar el fundamento social y material de la burocracia ha minimizado el riesgo de que el debate se convierta en un intercambio de acusaciones y ataques personales. Esperemos que otros militantes del partido, y en particular los liberados, también contribuyan a la discusión.

Michael Voss (traducido por Viento Sur)

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