lunes, 9 de septiembre de 2013

UN RETO HISTÓRICO PARA LAS IZQUIERDAS DE NAVARRA

El contexto del cambio se halla inmerso en una crisis descomunal que se manifiesta con diversas caras: económica, social, política, territorial, del modelo de gobierno navarro… La crisis es, sin duda, la gran cuestión, el gran reto del cambio.
¿Sin adelanto electoral? El dictamen del Tribunal Supremo le da un respiro judicial a la presidenta Yolanda Barcina. No sucede lo mismo con la conducta cívica y moral que es exigible a cualquier persona con responsabilidad pública. Por ello, la petición de dimisión está plenamente justificada; y el baldón, que supone su proceder en el tema de las dietas, le inhabilita para desempeñar el cargo. Su futuro es una incógnita y se convierte en un lastre para la comunidad en medio del vendaval de la crisis, que requiere estabilidad y una autoridad moral de la que actualmente carece UPN por su situación de minoría parlamentaria y por su implicación en los casos de corrupción.
Paradójicamente, el cambio, hoy por hoy, se encuentra entre la falta de solución a los problemas existentes entre las izquierdas y la demanda reclamada de forma muy clara por la sociedad de izquierdas.
No hay que perder de vista que el cambio sería un revés muy fuerte para los diversos poderes tradicionales de Navarra. Por ello intentarán impedirlo si pueden o boicotearlo si sale adelante o ahormarlo si se consolida.
La incapacidad actual de las fuerzas de centro-izquierda para dar un nuevo rumbo a sus pésimas relaciones y para resolver las principales cuestiones asociadas al cambio constituyen el principal obstáculo del mismo. A día de hoy, se muestran incapaces de materializar el cambio, incapaces de tejer las alianzas que lo harían posible, incapaces de ponerse de acuerdo en un proyecto común. Y de esta carencia se derivan importantes consecuencias que debemos subsanar, si queremos sacarlo adelante, y a las que nos referiremos a continuación.
a) Necesidad de un proyecto común... Es preciso trazar un horizonte general en pro de una Navarra socialmente avanzada, moderna, democrática, cohesionada, integradora para sus distintas sensibilidades nacionales, igualitaria para la mujer, imbuida de una cultura cimentada en los derechos humanos, progresista, sostenible, republicana, políticamente decente; y es necesario resolver los problemas concretos y básicos de dicho proyecto. En estos momentos, no hay un cuerpo central de acuerdos, de complicidades, de confianza mutua como para articular un gobierno con un programa potente de reformas y con una conjunción sólida. Y conviene que no olvidemos las experiencias negativas del tripartito catalán y del bipartito gallego a este respecto y aprendamos de ellas.
b) Lo social y lo económico como alternativa a la crisis. Ambos espacios serían el centro del acuerdo para el cambio. Para impulsar otra política económica es preciso crear un movimiento de oposición muy amplio de las clases trabajadoras y bajo la perspectiva de conformarlo a escala europea; pues sin romper los límites legales establecidos por la UE o el gobierno central, el margen de maniobra a escala navarra se reduce mucho. Hoy es una obviedad el abismo existente entre sectores sociales de cada bloque identitario, especialmente entre los bloques sindicales.
c) Impulso ético y democrático. La situación de alarma social en que nos encontramos demanda un doble impulso de envergadura. Por un lado, atajar la corrupción sobre bases firmes y creíbles. Estando en el poder conjugar ética y política es uno de los desafíos más difíciles de resolver bien. La tendencia innata de cualquier poder -sea de derechas o de izquierdas- es a la corrupción, al egoísmo particular o para los "nuestros". Por lo tanto, los nuestros también se pueden corromper. Por esta razón, se requiere una lucha permanente y un control riguroso contra la corrupción. Por otro lado, hay que mejorar la democracia con más participación, con más democracia directa vía referéndum, con listas abiertas, con más capacidad de decisión real sobre los grandes problemas, con una sociedad más autoexigente e imbuida de más cultura democrática... No es de recibo la tolerancia social con los partidos o gentes corruptas, reflejada en las elecciones.
d) Activar un proceso de negociación entre las cuatro fuerzas del centro-izquierda sin exclusiones: Geroa Bai, EH Bildu, PSN e Izquierda-Ezkerra. Hay razones muy poderosas para no excluir a nadie de entrada como se propone desde el PSN o la izquierda abertzale. En primer lugar, porque todas las fuerzas de izquierdas son necesarias para hacer frente al centro-derecha. Bien por la matemática parlamentaria, ya que es muy difícil conseguir la mayoría necesaria sin el concurso de todos. O bien porque sería injustificable la exclusión apriorística de cualquier fuerza, sin intentar la unidad en el nuevo ciclo político que se ha abierto. Y, además, hay que intentarlo en serio, poniendo toda la carne en el asador para que nadie falte en esta cita. En todo caso, que sean los desacuerdos importantes que puedan surgir, los que impidan a la fuerza en cuestión suscribir el acuerdo al cien por cien. Pero que nadie quede excluido por un veto previo. La nueva situación requiere que se le escuche a todo el mundo.
Por otro lado, previsiblemente el hipotético gobierno que se pueda formar será débil y tendrá un alto riesgo de fracaso. Contará con enemigos muy poderosos. Por eso, sería un error debilitar el proyecto desde sus propios promotores mediante la exclusión apriorística de cualquiera de las fuerzas.
Una última anotación. Es lamentable que, en la guerra de propaganda existente, se convierta en verdad social que el PSN es el único responsable de que en estos treinta y tantos años no haya habido una alternativa plural de centro-izquierda. Sin restar un ápice a las justas críticas al PSN por todo lo acontecido, sería injusto y erróneo olvidar las posiciones que las izquierdas radicales (incluida Batzarre) hemos defendido durante tan prolongado espacio de tiempo. En concreto, con la izquierda abertzale era imposible cualquier acuerdo de envergadura, pues sencillamente su estrategia político-militar pretendía imponer por la fuerza la unión y la independencia vasco-navarra como señuelo de emancipación para todas las causas.
Estos elementos existen. Tanto entre las fuerzas políticas, susceptibles de encabezar el cambio, como entre las diversas organizaciones o colectivos sociales, como por parte de los sectores de la sociedad de izquierdas hay un deseo sincero, vigoroso y común de echar a la derecha, de castigarles por la corrupción y de adecuar el Gobierno de Navarra a una sociedad que es más progresista, social e integradora… Existe, igualmente, el convencimiento de que es prácticamente imposible que cada bloque (no-nacionalista y nacionalista-vasco) lo pueda sacar adelante por su cuenta, sin unirse. El problema reside en la diferencia parcial de motivos y objetivos que las fuerzas de ambos bloques persiguen con el cambio y en la habilidad que despleguemos para superar las diferencias, para conjuntar lo común a las distintas sensibilidades y para conseguir un acuerdo en el que todas las partes se encuentren suficientemente satisfechas. La fuerza social favorable al cambio, aunque hoy sea poco visible, es muy real. Estamos seguros de que puede adquirir una potencia enorme, no es una quimera. Necesita deshacer los obstáculos que venimos señalando y transformar en energía positiva sus ventajas. A nuestro juicio, Izquierda-Ezkerra puede y debe desempeñar un papel decisivo en esta tarea.
Milagros Rubio y Jesús Urra, miembros de Batzarre

1 comentario:

Itzain dijo...

El bloque "no nacionalista"
¿cuál es? Es que soy nueva aquí(n)...