martes, 3 de septiembre de 2013

GOMINOLAS EN UN PATIO DE PRIMARIA

Cuando despertamos de la siesta veraniega, Barcina todavía estaba allí. Lo último que supimos de ella es que ese lavadero de la corrupción política llamado Tribunal Supremo la había librado de responsabilidades penales en el mismo lote que a otras ilustres prendas como Jaume Matas o Pepiño Blanco. Eran las rebajas judiciales de julio. Asistimos adormilados a su teatralizada euforia -¿qué honorabilidad? ¿qué honradez?- y esperamos en vano a que reclamara ese dinero que en tan buena ley aseguraba haber ganado. La acabamos de perder de vista ahí cuando los calores apretaban. En este mes largo hemos sabido tan poco de ella, ha estado tan ausente de crónicas y portadas -ella, que las copaba todas- que habíamos empezado a pensar si no le había ocurrido lo que a los grandes reptiles del Secundario. Pero como el dinosaurio de Monterroso, Barcina sigue aquí. Y es que aunque apenas ha cumplido dos años de presidenta, parece que lleva en el cargo desde el mismo Pleistoceno. Dirige un gobierno tan esclerótico como un fósil de trilobites y sus desvelos no van más allá de hacer que no cierre el parque jurásico en que UPN ha convertido a Navarra. Pero no hay quien le baje del carro. La inauguración del curso político que ha protagonizado nuestra dinosauria ha contado con una cuidada puesta en escena. Lucía color vacacional -¿dónde se tuesta esta señora?- y quería sugerir dinamismo con sus gestos. Todo perfecto hasta que empezó a hablar. Es entonces cuando le pasa lo que a algunos cuadrúpedos con las patas de atrás. Ideas nuevas, cero. Sólo catecismo regionalista explicado a catetos. Su equipo asesor debe de seguir pensando que la mayoría de los ciudadanos de esta provincia rozan la oligofrenia. Pero igual saben lo que hacen. En otras latitudes del mundo mundial esta mujer duraría lo que una bolsa de gominolas en un patio de Primaria. Aquí igual acaba la legislatura.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias

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