“Estoy muy contento con esas dos personas, lo han hecho muy bien”, afirmaba el presidente del Gobierno y del Partido Popular, Mariano Rajoy, apenas tres horas antes de que Madrid fuera descartada por el Comité Olímpico Internacional en primera ronda para albergar los Juegos de 2020. Esas dos personas, sentadas a su lado ante decenas de cámaras y periodistas, sonreían con embarazo ante la pregunta dirigida a su jefe de filas. Tanto Ignacio González, presidente de la Comunidad de Madrid, como Ana Botella, alcaldesa de la capital, son conscientes de que no tienen asegurado el respaldo de su partido y del propio Rajoy para ser candidatos en 2015 a ganar en las urnas un sillón que ostentan ahora por la marcha de Alberto Ruiz-Gallardón del Ayuntamiento al Ministerio de Justicia y la retirada de la primera línea de la política de Esperanza Aguirre. ¿Dañará sus posibilidades este desenlace?
Una hora después de la derrota, respondía el propio Rajoy: “Esto no tiene consecuencias políticas, como no las tuvo en 2005 y 2007”, en referencia a las dos candidaturas anteriores impulsadas por Gallardón. Efectivamente, el exalcalde gobernó con mayoría absoluta y el respaldo de su partido entre 2003 y 2011. De hecho, prácticamente el único que no quería verlo en el Ayuntamiento era él a sí mismo. Pero Botella expresaba ayer cuán diferente es ahora su situación: “Madrid ahora sigue siendo la misma ciudad que tiene muchos retos que afrontar”. Para ella, que dijo sentirse “muy fuerte, con Juegos o sin Juegos”, el problema no es la derrota sino volver a la misma realidad de asfixia económica y atonía política.
Los gestos no son gratuitos: Botella no volvió ayer con el resto de la delegación olímpica, sino en el avión de Rajoy, que la invitó a volar con él y con el Príncipe. Pero en el Ayuntamiento se teme, incluso entre los colaboradores políticos más cercanos a la alcaldesa, que la derrota constituya un final de ciclo del gallardonismo. Madrid 2020 también fue idea de Gallardón. Y Botella es una prolongación en sí misma del exalcalde. Atada de pies y manos por la falta de presupuesto, su trabajo fundamental hasta ahora ha sido pagar las facturas pendientes de su predecesor (que dejó una deuda de casi 8.000 millones de euros) sin tener que apagar la ciudad a cambio. O no del todo, al menos. Ahora, en el Ayuntamiento se espera la pronta marcha de cargos que aguantaban solo por la ilusión (y ambición) olímpica, y se teme el futuro. Botella no tiene apenas margen de maniobra para renovar a su equipo (lleva cuatro crisis de Gobierno en año y medio), y todos en el Ayuntamiento son conscientes de que ya ha empezado el baile de navajeos incluso en el Palacio de Cibeles para colocarse de cara a 2015.
Tampoco volvió con la delegación olímpica el presidente regional, Ignacio González, que ya se había mantenido en un discreto tercer plano en la candidatura. “Hemos hecho todo lo que nos han pedido”, aseguran fuentes cercanas al presidente regional. Pero en la Comunidad habían repasado el ejemplo de Barcelona 92, y tenían claro cómo incluso Jordi Pujol, “siendo como era”, dio un paso atrás ante Pasqual Maragall (Ayuntamiento) y Narcis Serra (Gobierno). “La candidatura olímpica es un esfuerzo de ciudad”, se insiste. “Y eso tiene sus ventajas... y sus riesgos”, concluyen dichas fuentes.
Bruno García Gallo, en El País
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