sábado, 7 de septiembre de 2013

EL MAGNATE DEL AMIANTO Y FUNDADOR DE AVINA, DESMONTADO

Hace tres años escribíamos un texto titulado “Desmontando a Schmidheiny”, en el que utilizábamos el gerundio en su sentido de “acción en proceso”, no concluida. Ahora podemos decir con toda solvencia que el proceso ha terminado; que la imagen y la verdad de Stephan Schmidheiny, el magnate del amianto y el fundador de AVINA, ha sido definitivamente establecida: y no tiene nada que ver con aquella otra que él se ha financiado a borbotones para hacerse pasar por un filántropo ejemplar, por un pionero del capitalismo compasivo, compartido y verde.

De Turín a Turín y “tiro porque me toca
Lo más concluyente, para demostrar la afirmación de que el magnate Stephan Schmidheiny (S.S.) ha sido desmontado definitivamente, es pasarse por los sendos juicios de Turín, relativos al amianto o asbesto.
Rememorando el primero de los juicios, hemos de resaltar que en diciembre de 2009 arrancó el juicio y el 13 de febrero de 2012 se emitía públicamente el veredicto final, por el que fueron condenados S.Schmidheiny y el barón de Cartier a 16 años de prisión cada uno y a indemnizaciones millonarias.

Pero la tragedia empezó en 1906 cuando se instala la fábrica de amianto en Casale Monferrato, un pueblo cercano a Turín. Desde entonces se han ido contaminando los trabajadores y las gentes del pueblo hasta 1986, fecha en la que Schmidheiny cierra la fábrica, abandona las instalaciones y ´sale huyendo´. Si alguien piensa que ese abandono ha cancelado los problemas se equivoca con la letalidad del amianto. Al día de hoy aún muere en Casale una persona por semana a causa de su pasada exposición al amianto: en la fábrica, en sus casas o en el pueblo. Y no acabarán estas desgracias hasta 2031.Todas estas muertes, serán igualmente imputables, a los dos sentenciados. Contra los dos responsables se habían personado en el juicio más de 6.400 partes civiles en nombre de 2.191 muertos y de 605 enfermos.
El fiscal Guariniello que había llevado el caso, en medio de la vista consideró que debía revisar al alza las penas solicitadas en este primer juicio y pidió 20 años de cárcel para los imputados, porque, dijo: “Pude volver a leer las sentencias del Tribunal Superior pronunciado en los casos más graves de los desastres y muertes, y me di cuenta que no era nada comparado con un desastre como el que se revivía en el curso de este juicio”. La oficina de la fiscalía, agregó, que está investigando la muerte de 117 italianos que trabajaban en las plantas de Eternit Suiza y Alemania y además de las muertes de amianto de los italianos en el Brasil y Francia que estuvieron expuestos al amianto en Eternit, nombre de la empresa propiedad de S.S.
Un año después, el 3 de junio de 2013, en el juicio de apelación se ha dictado de nuevo sentencia en Turín, por la que el magnate suizo del amianto (S.S.) ha visto cómo su condena pasaba de los 16 años de la primera instancia a 18 años en esta instancia de apelación. La muerte del barón de Cartier, el otro juzgado, ha implicado su absolución. S.S., además, tendrá que pagar de forma inmediata a las víctimas o a sus familiares un importe por valor de 88 millones de euros, en concepto de indemnizaciones.
En el transcurso de esta segunda instancia se ha demostrado cómo Schmidheiny se había infiltrado en las filas de las asociaciones de víctimas. En efecto, y como cuenta el periodista Giampero Rossi, por la documentación secuestrada en el proceso, en la empresa de relaciones públicas de Milán Guido Bellodi, se ha podido comprobar que Schmidheiny había contratado a esta empresa, desde 1984 al 2005, para ocuparse de la contrainformación, y cómo había infiltrado a la sedicente periodista María Cristina Bruno en el movimiento de las víctimas, encargada de enviar un informe mensual a Bellodi a cambio de 2.500 euros.
Pero con mucho, lo más importante ha sido el descubrimiento de que S.S. tenía perfecto conocimiento de la letalidad del trabajo con amianto y que a pesar de eso continúo con el negocio. En efecto, el tribunal ha demostrado cómo en la conferencia de Neuss celebrada en Alemania en 1976, S.Schmidheny, ante una audiencia de unas 30 personas todos ellos gerentes de sus empresas Eternit en Europa, dijo que él sabía que el asbesto era nocivo y peligroso para la salud, que ellos debían ser conscientes de ello pero que si otras personas se hacían también conscientes tendrían que cerrar o tomar medidas económicas al respecto. Por lo tanto advirtió a sus directivos que había que medir muy bien el tipo de información que se daba, decir que el asbesto no era perjudicial y que, en cualquier caso, no causaba la muerte dado que su riesgo podía ser controlado. Por ello, obviamente, la sentencia le acusa de desastre intencionado.
Pero peor aún fueron las manifestaciones del presidente del tribunal. En efecto, durante la tercera audiencia celebrada el 19 de febrero de 2013, el juez Ogge comparó la estrategia de Eternit con la estrategia nazi de deportar judíos a Madagascar (1939 a 1941), un plan que más tarde fue reemplazado por las deportaciones a los campos de exterminio. La prensa era muy contundente, decía: “paralelo entre Schmidheiny y Hitler”, según se puede ver a continuación.
Según el juez, el plan de Madagascar, que en su momento había elogiado Hitler, sirvió para cumplir un propósito: ocultar las verdaderas intenciones de exterminar a los judíos, que fue lo que se terminó discutiendo en la conferencia de Wansee en 1942. Ogge argumentó que el veredicto de primera instancia debe ser leído desde esta perspectiva.
¿Cómo podremos enmendar la plana a la justicia? Ha quedado claro: han condenado a un asesino, que daba las órdenes en sus empresas, que conocía perfectamente lo brutal que era hacer trabajar a las gentes con amianto, que tiene sobre sus espaldas muchas miles de muertes y otras tantas de personas enfermas de por vida, y que parte de su dinero se dedicada a lavar su imagen y a espiar a los movimientos de víctimas de sus empresas.
Stephan Schmidheiny: una falsa biografía sostenida por sus beneficiados y colaboradores
Sabiendo mejor que nadie lo que significaba la industria del amianto, al poco de ser el responsable del imperio familiar, en 1976, se preocupó mucho de proclamar que se había erigido como pionero en el abandono de este mineral. El que era su principal problema (y su herencia más importante) trataba de convertirlo en una ocasión para presentarse como un benefactor de la humanidad.
Dice de sí mismo:” Cuando miro atrás y tomo en cuenta el conocimiento que tenemos hoy de las muchas víctimas trágicas del asbesto me siento orgulloso de las medidas tomadas por las compañías del Grupo (Eternit) para proteger a los trabajadores de los riesgos del asbesto”. Y añade en tono de denuncia: “esta situación es profundamente deplorable considerando que ni los gobiernos ni otros miembros de la industria reconocieron las implicaciones del problema ni tomaron durante mucho tiempo las medidas de protección necesarias” (p.9).
Teniendo en cuenta, según su autobiografía (p 8), que en 1981 anunció públicamente que el Grupo dejaría de fabricar productos con asbesto, llama la atención que antes, en 1978, se había creado en Suiza una asociación de industriales del amianto llamada Arbeiskreis Asbest (Grupo de Trabajo Amianto), presidido por Eternit (el Grupo de Schmidheiny) con la tarea principal de impedir la clasificación del amianto en el grado uno de toxicidad. Porque si el amianto era clasificado en este grupo, los productos con este mineral no podrían haber sido destinados al uso privado, únicamente al industrial y, además, tendrían que ir marcados con una calavera que advirtiera de sus propiedades cancerígenas. Lograron retrasar la clasificación hasta 1987, nueve años más tarde. En 1989 se prohibía en amianto en Suiza para los materiales de construcción. Eternit no tenía prisa, ni Schmidheiny estaba tan preocupado.
Aunque en 1986 abandonó por quiebra la fábrica de Casale en Italia, y dejo los restos de las instalaciones esparcidos y los depósitos históricos sin limpiar; y aunque en 1989 vendió la mayor parte de sus empresas de amianto, fue hasta 1992, coincidiendo con el fin del apartheid, que no se deshizo de las fábricas y minas de Sudáfrica, vendiéndolas: 16 años después de asumir la dirección del negocio. Y hasta 1994 no se dejó de importar amianto en Suiza en donde le 90% del negocio era de Eternit y, según, la SUVA (Caja suiza de seguros de accidentes) hasta 1998 Eternit no dejó de ser considerada como una empresa utilizadora de amianto.
Pero hay más, en la transcripción oficial de las audiencias del Comité Especial de la Cámara Federal de Diputados, que se debatía el proyecto de ley N º 2186/96 con respecto a “la sustitución gradual de la producción y venta de productos que contienen amianto” en Brasil, el 8 de mayo de 2001, el presidente Élio Martins de Eternit S/A, explica la estructura de la propiedad de la empresa en los siguientes términos:
Eternit es una empresa de propiedad pública brasileña, cuyas acciones se negocian en el mercado de valores de São Paulo (…) Los principales accionistas son los siguientes, (y entre ellos figura):
5. Amindus Holding AG: 6,81%.

Pero si vemos la sentencia del tribunal de Apelaciones de Turín, en la vista de 3 de junio, se resuelve que se “condena al imputado S. Schmidheiny y a los responsables civiles Anova Holding AG, Becon AG y Amindus Holding AG, in solidum entre sí, al resarcimiento de los daños patrimoniales y no patrimoniales derivados del delito…”
O sea, que el arrepentido S. Schmidheiny, en 2001, se mantiene aún en el negocio del amianto. Era en 1981 cuando decide dejarlo…; restando son 20 años.

Pese a su buenas intenciones de abandonar el amianto manifestadas en 1981, el negocio no ha dejado de acompañarle, por lo que “el sentirse orgulloso de las medidas tomadas por el Grupo para proteger a los trabajadores” no se acierta a ver en qué sentido ha de tomarse, si literalmente o simplemente bueno para sus negocios. Porque también se presta a confusión aquello que relata en su autobiografía de que “más allá de estar preocupado por los riesgos para la salud de los empleados de las empresas del Grupo, llegué a la conclusión de que ese no era un negocio muy promisorio en el cual estar” (sic) (p.7)
Cuando en octubre de 2003 presenta al mundo su donación de mil millones de dólares para filantropía en Costa Rica, junto al entonces presidente del Banco Mundial James Wolfensohn, crea un fideicomiso , el VIVA Trust, que se nutre de los beneficios de tres empresas que operan en Latinoamérica: Masisa, Amanco y Plycem. Con esos beneficios se financian los emprendimientos de la fundación AVINA. Pero en 2007 vende dos de esas empresas: Amanco a Mexichem (una gran empresa mexicana) y Plycem a Mexalit (una empresa del grupo de Mexichen).
¿Qué nos encontramos hoy mismo? Nos encontramos esto que muestran las fotos:

Más de 800 toneladas de asbesto que permanecen al aire libre desde hace ocho meses (septiembre de 2012) en la central de abastos del puerto de Veracruz y que representan un riesgo sanitario para la población. Como se ve el mineral es muy desmenuzable y cada pulgada aproximadamente desprende un millón y medio de fibras invisibles. ¿Quién hizo la importación? La empresa Mexalit (que pertenece a Mexichem). En México no está prohibido el asbesto.
¿Qué tiene que ver todo esto con Schmidheiny? Pues mucho. La fundación AVINA la crea, según manifiesta, para fomentar el desarrollo sostenible y lo que llama el “triple bottom line” (el triple resultado): es decir favorecer a empresas latinoamericanas que además de rentables sean ecológica y socialmente sostenibles, con ayuda de los líderes de los movimientos sociales.
En 2003 crea la fuente permanente de financiación de AVINA, en base a las tres empresas mencionadas; en 2007 vende dos de ellas al mismo grupo mexicano, Mexichem; en 2012 hay 800 toneladas de amianto, de Mexcalit-Mechicem, abandonadas en Veracruz.

Quiere decir que vendió sus empresas a otras que residen en un país que permite el uso del amianto y ¡a empresas que trabajan con amianto¡ El apóstol de la sostenibilidad ambiental y social, es nada más que un siniestro negociante.
Aquello que dejó dicho en su biografía de que si “tomo en cuenta el conocimiento que tenemos hoy de las muchas víctimas trágicas del asbesto me siento orgulloso” eran lágrimas de cocodrilo.
En resumen, ha continuado con el polvo del amianto más allá de 1989, fecha oficial de abandono del mineral.
¿Y que más nos encontramos? Ya lo hemos avanzado: muchas víctimas presentes y en los próximos 20 años cuando menos. Y también mucho amianto instalado en hogares, colegios, hospitales, industrias, lugares públicos, etc. Que son peligrosos con el tiempo y cuyo desamiantado seguro y posterior depósito controlado es enormemente caro.
Por ejemplo, después de vender en Sudáfrica en 1992 , dejó este legado: “Dos terceras partes de los tejados ondulados que hay en Soweto provienen de Everite (fábrica de los Schmidheiny). Muchas de ellas tienen más de 40 años y se encuentran en muy mal estado, pero sus habitantes no saben que la manipulación de esos tejados supone un riesgo para ellos (…y) se han detectado unos índices de amianto diez veces por encima de lo que permite la ley” . No solo eso, sino que aprovechando las leyes racistas del apartheid emplearon a niños “en las tareas manuales más peligrosas de clasificación del asbesto, sin protección en las manos, pisando el material con sus pies descalzos”, tratando con amianto azul, el más peligroso.
Pero al filántropo huido le preocupan más otras cosas. Declaraba: “Pero hay cosas muy preocupantes, como la gran pregunta de qué va a pasar con el chavismo y hasta qué punto éste será contagioso hacia otros países. Lo que pretende hacer Chávez, mucho más allá de Venezuela, es una gran interrogante”.
En una carta abierta al magnate suizo fechada 15 de diciembre 2011, Ban Asbestos Francia y la Asociación Henri Pezerat le interpelaba así:
“Cuando la prohibición del amianto en Europa se hizo inevitable, Usted retiró su dinero de esta muy lucrativa industria (entre 1984 y 1999, el valor de sus activos se ha duplicado desde 2 hasta 4 mil millones de dólares EE.UU.). Parte de esta riqueza, Usted la ha reinvertido en el sector forestal en América Latina. Según datos suizos, Usted había empezado a comprar terrenos forestales chilenos en 1982 y actualmente posee más de 120 000 hectáreas en el sur de Chile, cerca de Concepción, tierras que los mapuches reivindican propias desde tiempos inmemoriales. Los mapuches le acusan de haber comprado muchas tierras que habían sido expropiados con las prácticas de intimidación, tortura y asesinato usuales durante la dictadura de Pinochet. Ese imperio forestal ya se extiende a 4 países de América Latina (Chile, Brasil, Argentina, Uruguay).” Más víctimas a cuenta del magnate (o mangante, que son palabras no solo muy parecidas sino sinónimas).

Responsabilidad moral de devolver los fondos recibidos de AVINA a las víctimas de Schmidheiny
Su fortuna, tanto la heredada de la familia cuanto la amasada por él mismo procede en gran parte del criminal negocio del amianto en el mundo. Por eso, los fondos con que financia AVINA/Ashoka a los movimientos sociales están llenos de sangre, son fondos criminales y por eso no paramos de pedirles a los beneficiados que devuelvan esos dineros recibidos- ellos o sus asociaciones-, a las miles de víctimas que pululan por el mundo. Sería la señal inequívoca de que eran ignorantes de todo esto que ha acontecido. Aparte de despegarse definitivamente de estas fundaciones y sumarse a todas las condenas que ya se han publicado y las que quedan pendientes. Si no, habrá que seguir escracheándolos hasta tanto cumplan su deber moral de devolver estos fondos, aunque se trata de los movimientos sociales a los que pertenecemos.

A título meramente representativo, que no exhaustivo, así lo hacemos con la Fundación Nueva Cultura del Agua, con CIFAES de Amayuelas, con la Universidad Rural Paulo Freire, con la SEO, con Fe y Alegría, de los jesuitas, con Pedro Arrojo, con Jerónimo Aguado, con Xavier Pastor, con Víctor Viñuales y con Ecodes, todos ellos han contado con la colaboración estrecha de AVINA y/o fondos de la citada fundación.
Legitimidad y últimos lavados de imagen
Willis Harman hace unas consideraciones de la mayor importancia para el tema que nos ocupa- y para muchas otras situaciones-; dice; “la gente confiere legitimidad o la quita, y el cuestionamiento de la legitimidad tal vez sea la fuerza más poderosa de la historia”.

Por eso AVINA Y Asoka buscan continuamente legitimidad. El conseguirla va mucho más allá de la propaganda y de las mentiras que se fabrican, que caen por su peso fácilmente (Schmidheiny desmontado, por ejemplo). Tienen que ver con la imagen que la gente asocia a estas fundaciones. Si las emparenta con colegas muy respetables de los movimientos sociales y, mejor aún, a algunos de sus líderes más sonados, tienen un enorme camino recorrido, a veces difícilmente desmontable. (- ¿Pero cómo me vas a decir esto de tal personaje, uno de los mejores oradores del país? Por ejemplo.)
AVINA pica alto. Para España ya hemos nombrado a algunos de los legitimadores, casi todos de mucho renombre y, obviamente, eso nos ha causado algunos problemas. En Latinoamérica, el prestigio de los legitimadores es, si se quiere, aún mayor. Nos referimos a Leonardo Boff y a Marina Silva, entre los más sonados. No hay que presentarlos mucho: el primero un teólogo de la liberación muy reputado y muy sancionado por el Vaticano, y la segunda una ex ministra del ambiente de Lula y que la tercera fuerza más votada en Brasil para la presidencia con su Partido Verde.
En la siguiente imagen vemos a Boff en Cancún, en 2010, en la COP sobre cambio climático. Después de esa conferencia fue cuando el Grupo de Reflexión Rural argentino dijo aquello tan lapidario de que “entidades como AVINA y Ashoka son el enemigo de la Tierra Madre y de las poblaciones oprimidas”

En 2012, lo volvemos a ver abriendo la Conferencia que organiza AVINA con ocasión de Río +20. Lo que ocurre que la legitimidad concedida ha prosperado y, en esta ocasión AVINA ha logrado llevar a la citada conferencia a gente de mucho prestigio entre la izquierda y el movimiento ecologista como Boaventura de Souza Santos, Tim Jackson y Marina Silva.
A Marina Silva la propia fundación la presenta así en su web: “ex candidata presidencial y aliada de Fundación AVINA, (…)”

El reciente libro de Abramovay (Más allá de la economía verde, 2013), auspiciado por AVINA y que lleva su logo en la cubierta, está prologada por Marina Silva y por Biondi-Morra, el segundo de AVINA.
Los últimos lavados de imagen corresponden a dos iniciativas que ya hemos comentado en otras ocasiones: una, por la que después de la primera sentencia condenatoria, los allegados de Schmidheiny lanzan un manifiesto para su firma apoyando al personaje. Dicen: “Firmamos en apoyo a su persona… y con el propósito de otorgarle toda la honra y merecimiento que merece “
Y el último invento para mejorar la deteriorada imagen, que camina a marchas forzadas, es la instauración de un premio con el nombre del magnate del amianto: “premio Stephan Schmidheiny a la innovación para la sostenibilidad”. Anunciado en abril de 2013, pretende conceder la primera serie antes de fin de año. Tiene prisa.
Coda AVINA y Schmidheiny están centrados en Latinoamérica, España le sirve solo de puente. Por eso allá están mucho más infiltrados que por estas tierras. Aquí, gracias a las continuas denuncias, manifiestos, artículos y conferencias desvelando la verdadera cara de Schmidheiny-AVINA se ha podido detener el agujereamiento de muchos movimientos sociales y, en algunos casos, revertir la entrega a AVINA.
Ahora tenemos que hacer de puentes con Latinoamérica para tratar de impedir que AVINA siga sembrando la confusión y la división allí por donde pasa. Como ha sido el caso del manifiesto promovido por Ecologistas en Acción advirtiendo de la verdadera naturaleza de AVINA/Ashoka, y que ha sido firmado y apoyado por 217 organizaciones de 23 países, principalmente latinoamericanos.

Paco Puche, en Ecoportal

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