BIEN, excursionistas, arriba, despertad, y no olvidéis que el PSN ve a Barcina agotada y exige elecciones anticipadas cuanto antes. Escucho el radio-despertador y no sé si estoy en Pamplona o en Punxusutawney. Si soy Juan Kruz Lakasta o Bill Murray. Si es el día de la marmota o el de Roberto Jiménez. Siempre la misma matraca. Y encima el Supremo ha decidido que vamos a tener dos años más de frío invierno político. Lo decisión la tomó a finales de julio, y la magistrada Benito la ha acatado a finales de agosto. Tremenda manera de empezar el curso. La radio ataca de nuevo, en pleno desayuno: Barcina se ve respaldada en su honradez, y apuesta por relanzar su proyecto político. Si no querías matraca, toma dos tazas. Pero me niego a dejarme llevar por la castrante sensación de que vivimos atrapados en el tiempo, de que aquí nunca cambia -ni cambiará- nada. Excursionistas, ojo con la descompresión porque paso de la marmota Phil al filósofo Gramsci sin solución de continuidad, para recordar el concepto de hegemonía cultural: una sociedad aparentemente libre y culturalmente diversa puede estar en realidad dominada por una de sus clases sociales, cuando las percepciones, explicaciones, valores y creencias de esa clase llegan a ser vistos como la norma, como lo normal. Parecería que cuando ideó el concepto pensaba en Navarra, en la hegemonía foral. Aquí durante décadas los mandamases de Diario de Navarra, Caja Navarra, Universidad de Navarra, Gobierno de Navarra y demás chiringuitos de la Navarra oficial han dictado la norma, lo han controlado todo. Se ha aceptado como normal que hay "unos destinados a estar arriba y otros abajo; es decir, una sociedad de amos y de criados, disfrazada con votos y lo que quieras", en palabras de Sánchez Ostiz. Lo que han dicho ha ido a misa en sentido literal y figurado. Pero el navarro de bien y la navarra de orden empiezan a no comulgar con ese discurso. Dos ejemplos palmarios: intentaron que todo el mundo juzgase la colocación pacífica de la ikurriña en el chupinazo según su maniquea dicotomía entre demócratas y violentos, gentes de bien y abertzales, buenos y malos. Pero la tan manida como extemporánea maniobra no triunfó. Perdió fuerza enseguida, como el sucedáneo de champán con el que la alegre mocina se rocía durante el chupinazo. Intentan vender la interesada privatización como única vía para salvar el servicio navarro -y público- de salud. Pero nadie les compra la bazofia de Mediterránea de Catering. Quizás mantengan por un tiempo la supremacía institucional. Pero su hegemonía cultural se hunde a toda velocidad. Al menos eso está cambiando. Y no es poco.
Juan Kruz Lakasta, en Diario de Noticias
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