miércoles, 7 de noviembre de 2012

MARIANO GAMO: "LOS OBISPOS DE HOY SON PEORES QUE LOS DE FRANCO"


Mariano Gamo es una figura histórica: sacerdote, sindicalista, político, poeta y militante. Un militante que ha resistido el paso de los años, y que sigue en la brecha de la lucha, denunciando, entre otras cosas, que “la Iglesia es antitética del propio Evangelio”. El cura y ex-parlamentario de Izquierda Unida opina que “los obispos tienen que ser personas intelectualmente muy flojitas para poder aceptar aberraciones intelectuales como la renuncia al sacerdocio de las mujeres”, situación que, dentro de la Iglesia, le parece “un auténtico esclavismo teológico”.
Juan Antonio Delgado es el autor de su biografía: Mariano Gamo, testigo de un tiempo. Entre cristianismo y marxismo, y viceversa (Endymion), donde recoge las vivencias de Mariano Gamo durante la Transición, época en la que, según su punto de vista “el cardenal Tarancón castró a la Iglesia española”.
Mariano, ¿no ha dejado usted nunca de ser cura, a pesar de todas sus demás ocupaciones?
No. Nunca he visto en peligro, ni interior ni exteriormente, mi complicada identidad. Nunca he tenido que renunciar a ella, a pesar de los tiempos que me ha tocado atravesar, y del anticlericalismo larvadamente presente en toda la izquierda española, que no ha renunciado a repetir en España la revolución rusa del 17.
¿Sigue vigente ese anticlericalismo?
Yo creo que sí, en parte porque responde a una especie de antídoto del que el pueblo se dota para decir “no somos fieles a una Iglesia porque no nos gusta, pero, si hubiera otra, a lo mejor estaríamos bastante de acuerdo con ella”. Y como la actual y la de hace mucho tiempo siguen siendo antitéticas del propio Evangelio, el pueblo español, naturalmente cristiano (no como categoría teológica, sino por historia, desde Recaredo hasta nuestro días), tiene esa coartada. Dicen que son cristianos, pero piensan que tienen que ser anticlericales.
¿Ese sentimiento anticlerical impide el reconocimiento de la función social que cumple la Iglesia?
Bueno, la Iglesia compite con cualquier otra institución en su función caritativa o asistencial (por lógicas razones de identidad). La Iglesia Católica es la gran fuerza social que existe en este país. No hay organización que sea capaz de convocar cada fin de semana, festivos incluidos, a 8 millones de personas divididas en pequeños grupos devocionales (que no asamblearios). Ése es el problema de la Iglesia: que no es capaz de dar el salto del culto a la asamblea, para dar voz y voto a todos los participantes o asistentes. Pero, a pesar de todo esto, sigue siendo el único clarín que convoca a 8 millones de españolitos los fines de semana.
¿Ni siquiera el fútbol?
Ni el fútbol, ni las concentraciones contra el Congreso de los Diputados o a propósito de cualquier consigna.
Y sin embargo, se repite como un leitmotiv que esta Iglesia está condenada a morir, que la gente joven no entra… ¿Cómo ve usted el futuro de las parroquias?
Muy difícil. Mientras las cosas sigan así, el declive es inevitable. Lo que pasa es que con una herencia secular (no la de los 8 años del PSOE) la piedra de la Iglesia se deteriora lentamente. Como le ocurre al Pórtico de la Gloria en Santiago. La Iglesia en España es un inmenso pórtico que ni las adversidades del clima ni los rigores del tiempo van a poder destruir. Por lo menos en los próximos 5 siglos.
Eso es mucho resistir.
Sí, claro. Pero en peores nos hemos visto. “Non praevalebunt”. La adversidad no es capaz de erosionar lo suficiente a esa especie de pátina de siglos y encontrar la verdadera obra del maestro que estuviera escondida por ahí.
¿Qué hemos perdido de Tarancón a Rouco? En época del primero, la confianza social en la Iglesia era de las más altas entre todas las instituciones. Hoy está considerada como la última, al igual que la política.
Mi experiencia de Tarancón es bastante mala. Tarancón fue flor de un día, y fruto naturalmente de aquel pro-franquismo en torno a la muerte de Carrero Blanco. Pero para mí Tarancón fue un auténtico timo de la Iglesia española. Él es el gran responsable de que la Iglesia española no hubiera sido un destacamento privilegiado del Vaticano II. Él lo frustró, castró a la Iglesia española. Sin embargo, ha pasado a la historia como el gran cardenal de la Transición y como el gran promotor, en España, del post-Concilio de Pablo VI.
Mi apreciación es que los obispos del post-Concilio fueron peores que los obispos de Franco. Franco se cuidaba mucho de no hacer el ridículo.
¿Son peores en cuanto a capacidad intelectual?
Y personalidad.
¿Y los obispos actuales, son también más grises que los de la época franquista?
Mucho más. Biográficamente, son de tercera división. No te digo que los demás fueran premios nóbeles, pero tenían una cierta categoría, un cierto aura humana y eclesiástica. Los actuales, en líneas generales, representan como mucho un acolitado.
¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Porque son elegidos ad hoc. Precisamente porque la criba para el episcopado pasa por una serie de aberraciones intelectuales, como por ejemplo comprometerse a renunciar al sacerdocio de las mujeres. Entonces, cuando a unos señores se les pasa por ese filtro, qué duda cabe de que tienen que ser personas intelectualmente muy flojitas, para poder decir “sí, acepto” a ese conjunto de “condicionalidades”. Quien pasa por ahí representa lo que José María González Ruiz decía con mucho gracejo: que el problema de la Iglesia española era la “cojonoteca” de El Pardo. Cuando iban a jurar, Franco los castraba definitivamente y a partir de ese momento no había problema.
¿Sigue soñando con una Iglesia sin Vaticano?
Sí, pero “largo me lo fiáis”. El planteamiento del Vaticano como ente jurídico-eclesiástico tiene que revisarse alguna vez. De todas maneras, no es lo más urgente. Lo más urgente es que ahí anide el espíritu de Jesús.
¿Eso significa una revolución?
Por supuesto, una revolución interna.
¿De dónde tendría que venir, de abajo o de arriba?
Ojalá viniera de los dos sitios a la vez. Desde abajo cada vez va a ser más difícil que la haya, porque yo creo que se va a empobrecer generacionalmente la Iglesia. Biológicamente no hay mucho fututo. Hay una especia de maltusianismo que hace que las nuevas generaciones dentro de 50 años (al menos en la Europa en la que pensamos) no puedan revertir la tendencia actual: las concentraciones dominicales se mueven ya en un margen de edad de 40 para arriba.
Desde Juan XXIII hasta el Papa Ratzinger, ¿con quién se queda?
Con Juan XXIII. Salvo el paréntesis del Papa Juan Pablo I, que es una incógnita (posiblemente prometedora) que algún vendaval secreto o alguna mano inicua (la historia lo dirá) se la llevó; luego vino el Papa polaco, con todas sus contradicciones de los países de cristiandad, socialmente más o menos deslumbrante, con una capacidad de convocatoria poco usual en los líderes del mundo (y por supuesto de los líderes religiosos), pero con una eclesiología y una visión de la Iglesia en que se ponían las cosas al revés: el Reino como pedestal de la Iglesia. Y ahora Benedicto es un paréntesis ya cerrado, no hay nada que esperar de él. A ver cuándo llega la hora final, porque no le veo yo con ninguna capacidad de intuición genial como fue la de Juan XXIII, para dar una vuelta de tuerca a lo que no funciona.
¿Entonces el cambio puede venir después de Benedicto, o tampoco?
Es que el sistema se autoabastece a sí mismo, hay retroalimentación. Mientras el sacro colegio esté compuesto por unos señores que previamente han sido designados por el número uno, no van a salir del papel que se les ha fijado. Entonces, creo que por ahí no va a venir nada. Hasta que el grupo de electores del Vaticano no represente a los mejores cristianos del mundo (sean hombres, mujeres, viudas, clérigos… lo que sea); hasta que el cuerpo electoral no se modifique, el producto siempre está, de alguna forma, preconcebido. Precocinado.
¿Cómo ve la situación de la mujer en la Iglesia Católica? ¿Es normal, es un escándalo, es un pecado…?
Es un auténtico esclavismo teológico. Con las mujeres se cuenta para lo que nadie quiere hacer, para lo que ya nadie hace. La variante de género no puede hipotecar el desarrollo creyente de ese sujeto, pero tampoco hay que crear la teoría del florero en la iglesia. Me agradaría mucho que en la próxima ampliación del Colegio Cardenalicio escogiesen a una hipotética sor Juana María Fernández, misionera de las Hijas de la Caridad en el Congo para entrar.
Sólo eso sería rompedor.
Sí, pero más bien como noticia que como realidad. Sería la noticia del día, pero por algo sería. Quebraría muchas neuronas en los sapientes varones, pero no sería un cambio radical. Lo que pasa es que después de pequeñas originalidades las fuerzas de la reacción se preparan y tiran a la monja-cardenal desde la cúpula de San Pedro.
¿Quiénes son los más peligrosos dentro de esas “fuerzas de la reacción”?
La Curia vaticana en general.
¿Y los nuevos movimientos religiosos (kikos, Opus Dei, Comunión y Liberación…)?
Tienen bastante poder, pero a través de personas interpuestas. En este momento, a lo mejor los kikos ya no manejan tanto al Papa como lo hicieron con Juan Pablo II, pero tienen su presencia. De hecho, Kiko Argüello y Carmen viven en unas casas en la ciudad del Vaticano, propiedad de la Santa Sede. Están alojados casi en la casa del sumo pontífice. Yo creo que Rouco no comulga con ese credo, pero los necesita.
¿Para llenar las plazas?
Sí, eso también es una herencia que ha recibido, porque yo creo que el Rouco “primigenio”, o el Rouco más profundo es escéptico ante esas cosas. Yo lo veo así.
¿Se lo diría a él, sin miedo?
Claro, yo le hablo con toda libertad, y públicamente. Y él también a mí, incluso hay veces que me incita a hablar. Conmigo tiene una absoluta espontaneidad. Creo que el clero tiene la piel fosilizada. Parece que se han vuelto insensibles.
¿Qué queda en usted del parlamentario, del político de Izquierda Unida, del sindicalista?
La amargura de que la vida política española está tan lejos de los ideales democráticos por los que íbamos a la cárcel, por los que pagábamos multas, cumplíamos arrestos sustitutorios… como la Iglesia lo está del Evangelio. Queda poca esperanza de que a partir de los planteamientos actuales pueda haber una regeneración democrática sana en este país llamado España.
¿Queda más en usted del poeta?
Tengo dos poemarios, uno satírico, y otro que es un poco como mi diario de cárcel; y, efectivamente, todo lo que hay en ellos queda en mí: la ironía, mi crónica personal de pequeños acontecimientos asamblearios. Lo que pasa es que, ante la situación actual, habría que pasar ya de la ironía al sarcasmo.
¿O sea que después de todo su impresionante recorrido vital, lo que permaneces es la fe y la inspiración poética?
La modesta inspiración poética, porque, a pesar de que en prólogo me colocan poco menos que en el parnaso de la poesía española, yo tan sólo hago un modesto ejercicio de versificación. Más que poeta, hago de juglar, de animador en verso. No me siento emparentado con Garcilaso. Sólo soy un retrasado aprendiz.
¿Y no se considera usted profeta? ¿O no cree que siga habiendo profetas?
Claro que los hay: anónimos, no confesionalizados… Un buen dirigente sindical que no esté sometido a la dictadura de su estado mayor correspondiente, también puede ser un gran profeta. Pero también hay embusteros que aparecen proclamando mentira sobre mentira con mucha solemnidad.

Juan Antonio, ¿qué pretendes con el libro sobre la vida de Mariano?
Es un libro que Mariano no quería. A él, en su línea de honestidad, no le gusta el protagonismo. Es una biografía de 180 páginas que aproxima a lo que ha sido Mariano Gamo, y a la vez, el objetivo del libro es hacer una especie de puzzle de esa Iglesia disidente (que no creo que fuera poca) de los años 60 y 70 hasta el 82, que fue cuando Juan Pablo II vino a España. A partir de ahí la Iglesia española sufrió una vuelta de tuerca en algunas cuestiones sacramentales, litúrgicas, catecumenales… Mientras, el catecumenado que Mariano presenta es desde otro prisma, donde priman la vida de las personas y el análisis de la realidad. De alguna manera, en el ámbito académico, intelectual y religioso, decir que aquella experiencia de Díez-Alegría, Francisco García Salve, Mariano Gamo, etc., hoy nos pueden decir algo.
¿Marcaron ellos un estilo de Iglesia?
Sí, una propuesta de Iglesia diferente a la que tenemos. Todos ellos han sido personas que han unido la política, la fe, la vida del pueblo, la encarnación…
De muchas de esas cosas ya ni se habla.
Claro. No se habla de la encarnación en el mundo obrero. Hay cuestiones que en la Iglesia de hoy ya no se dan.
¿Cuál es el aspecto de la personalidad de Mariano Gamo que te ha llamado más la atención?
Lo primero, que estuvo de capellán principal del frente de Juventudes, pasó por el PCE, por IU… y tuvo toda esa trayectoria dentro de la Iglesia. Y luego, su planteamiento del sacerdocio, que consiste en no tener servidores ordenados que estén por encima de las personas.
¿Volver a los presbíteros elegidos por la comunidad?
Eso es. Seguramente entraríamos en otra dinámica de la Iglesia. En la otra entrevista que tuvimos aquí, dijimos que la Iglesia disidente mantenía las coordenadas del Concilio Vaticano II, y esto levantó ampollas por todo Internet.
Mariano Gamo es un hombre directo y auténtico en lo que él piensa, pero también es un hombre formado, como se puede comprobar. Hay otro matiz de su personalidad que me interesa mucho, y es su relación con el marxismo, que enriquece al cristianismo. Mariano Gamo ha estado militando permanentemente, y lo sigue haciendo hoy día.

José Manuel Vidal, en Religión Digital

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