Mariano Gamo es una figura histórica: sacerdote,
sindicalista, político, poeta y militante. Un militante que ha resistido el
paso de los años, y que sigue en la brecha de la lucha, denunciando, entre
otras cosas, que “la Iglesia es
antitética del propio Evangelio”. El cura y ex-parlamentario de Izquierda
Unida opina que “los obispos tienen que
ser personas intelectualmente muy flojitas para poder aceptar aberraciones
intelectuales como la renuncia al sacerdocio de las mujeres”, situación
que, dentro de la Iglesia, le parece “un
auténtico esclavismo teológico”.
Juan Antonio Delgado es el
autor de su biografía: Mariano Gamo, testigo de un tiempo.
Entre cristianismo y marxismo, y viceversa (Endymion), donde recoge las
vivencias de Mariano Gamo durante la Transición, época en la que, según su
punto de vista “el cardenal Tarancón
castró a la Iglesia española”.
Mariano, ¿no ha dejado usted nunca de ser
cura, a pesar de todas sus demás ocupaciones?
No. Nunca he visto en peligro, ni interior ni
exteriormente, mi complicada identidad. Nunca he tenido que renunciar a ella, a
pesar de los tiempos que me ha tocado atravesar, y del anticlericalismo
larvadamente presente en toda la izquierda española, que no ha renunciado a
repetir en España la revolución rusa del 17.
¿Sigue vigente ese anticlericalismo?
Yo creo que sí, en parte porque responde a una
especie de antídoto del que el pueblo se dota para decir “no somos fieles a una Iglesia porque no nos gusta, pero, si hubiera
otra, a lo mejor estaríamos bastante de acuerdo con ella”. Y como la actual
y la de hace mucho tiempo siguen siendo antitéticas del propio Evangelio, el
pueblo español, naturalmente cristiano (no como categoría teológica, sino por
historia, desde Recaredo hasta nuestro días), tiene esa coartada. Dicen que son
cristianos, pero piensan que tienen que ser anticlericales.
¿Ese sentimiento anticlerical impide el
reconocimiento de la función social que cumple la Iglesia?
Bueno, la Iglesia compite con cualquier otra
institución en su función caritativa o asistencial (por lógicas razones de
identidad). La Iglesia Católica es la gran fuerza social que existe en este
país. No hay organización que sea capaz de convocar cada fin de semana,
festivos incluidos, a 8 millones de personas divididas en pequeños grupos devocionales
(que no asamblearios). Ése es el problema de la Iglesia: que no es capaz de dar
el salto del culto a la asamblea, para dar voz y voto a todos los participantes
o asistentes. Pero, a pesar de todo esto, sigue siendo el único clarín que
convoca a 8 millones de españolitos los fines de semana.
¿Ni siquiera el fútbol?
Ni el fútbol, ni las concentraciones contra el
Congreso de los Diputados o a propósito de cualquier consigna.
Y sin
embargo, se repite como un leitmotiv que esta Iglesia está condenada a morir,
que la gente joven no entra… ¿Cómo ve usted el futuro de las parroquias?
Muy difícil. Mientras las cosas sigan así, el
declive es inevitable. Lo que pasa es que con una herencia secular (no la de
los 8 años del PSOE) la piedra de la Iglesia se deteriora lentamente. Como le
ocurre al Pórtico de la Gloria en Santiago. La Iglesia en España es un inmenso
pórtico que ni las adversidades del clima ni los rigores del tiempo van a poder
destruir. Por lo menos en los próximos 5 siglos.
Eso es mucho resistir.
Sí, claro. Pero en peores nos hemos visto. “Non praevalebunt”. La adversidad no es
capaz de erosionar lo suficiente a esa especie de pátina de siglos y encontrar
la verdadera obra del maestro que estuviera escondida por ahí.
¿Qué hemos perdido de Tarancón a Rouco?
En época del primero, la confianza social en la Iglesia era de las más altas
entre todas las instituciones. Hoy está considerada como la última, al igual
que la política.
Mi experiencia de Tarancón es bastante mala.
Tarancón fue flor de un día, y fruto naturalmente de aquel pro-franquismo en
torno a la muerte de Carrero Blanco. Pero para mí Tarancón fue un auténtico
timo de la Iglesia española. Él es el gran responsable de que la Iglesia
española no hubiera sido un destacamento privilegiado del Vaticano II. Él lo
frustró, castró a la Iglesia española. Sin embargo, ha pasado a la historia
como el gran cardenal de la Transición y como el gran promotor, en España, del
post-Concilio de Pablo VI.
Mi apreciación es que los obispos del
post-Concilio fueron peores que los obispos de Franco. Franco se cuidaba mucho
de no hacer el ridículo.
¿Son peores en cuanto a capacidad
intelectual?
Y personalidad.
¿Y los obispos actuales, son también más
grises que los de la época franquista?
Mucho más. Biográficamente, son de tercera
división. No te digo que los demás fueran premios nóbeles, pero tenían una
cierta categoría, un cierto aura humana y eclesiástica. Los actuales, en líneas
generales, representan como mucho un acolitado.
¿Cómo hemos llegado a esta situación?
Porque son elegidos ad hoc. Precisamente porque
la criba para el episcopado pasa por una serie de aberraciones intelectuales,
como por ejemplo comprometerse a renunciar al sacerdocio de las mujeres.
Entonces, cuando a unos señores se les pasa por ese filtro, qué duda cabe de
que tienen que ser personas intelectualmente muy flojitas, para poder decir “sí, acepto” a ese conjunto de “condicionalidades”. Quien pasa por ahí
representa lo que José María González Ruiz decía con mucho gracejo: que el
problema de la Iglesia española era la “cojonoteca”
de El Pardo. Cuando iban a jurar, Franco los castraba definitivamente y a
partir de ese momento no había problema.
¿Sigue soñando con una Iglesia sin
Vaticano?
Sí, pero “largo
me lo fiáis”. El planteamiento del Vaticano como ente jurídico-eclesiástico
tiene que revisarse alguna vez. De todas maneras, no es lo más urgente. Lo más
urgente es que ahí anide el espíritu de Jesús.
¿Eso significa una revolución?
Por supuesto, una revolución interna.
¿De dónde tendría que venir, de abajo o
de arriba?
Ojalá viniera de los dos sitios a la vez. Desde
abajo cada vez va a ser más difícil que la haya, porque yo creo que se va a
empobrecer generacionalmente la Iglesia. Biológicamente no hay mucho fututo.
Hay una especia de maltusianismo que hace que las nuevas generaciones dentro de
50 años (al menos en la Europa en la que pensamos) no puedan revertir la
tendencia actual: las concentraciones dominicales se mueven ya en un margen de
edad de 40 para arriba.
Desde Juan XXIII hasta el Papa Ratzinger,
¿con quién se queda?
Con Juan XXIII. Salvo el paréntesis del Papa Juan
Pablo I, que es una incógnita (posiblemente prometedora) que algún vendaval
secreto o alguna mano inicua (la historia lo dirá) se la llevó; luego vino el
Papa polaco, con todas sus contradicciones de los países de cristiandad,
socialmente más o menos deslumbrante, con una capacidad de convocatoria poco
usual en los líderes del mundo (y por supuesto de los líderes religiosos), pero
con una eclesiología y una visión de la Iglesia en que se ponían las cosas al
revés: el Reino como pedestal de la Iglesia. Y ahora Benedicto es un paréntesis
ya cerrado, no hay nada que esperar de él. A ver cuándo llega la hora final,
porque no le veo yo con ninguna capacidad de intuición genial como fue la de
Juan XXIII, para dar una vuelta de tuerca a lo que no funciona.
¿Entonces el cambio puede venir después
de Benedicto, o tampoco?
Es que el sistema se autoabastece a sí mismo, hay
retroalimentación. Mientras el sacro colegio esté compuesto por unos señores
que previamente han sido designados por el número uno, no van a salir del papel
que se les ha fijado. Entonces, creo que por ahí no va a venir nada. Hasta que
el grupo de electores del Vaticano no represente a los mejores cristianos del
mundo (sean hombres, mujeres, viudas, clérigos… lo que sea); hasta que el
cuerpo electoral no se modifique, el producto siempre está, de alguna forma,
preconcebido. Precocinado.
¿Cómo ve la situación de la mujer en la
Iglesia Católica? ¿Es normal, es un escándalo, es un pecado…?
Es un auténtico esclavismo teológico. Con las
mujeres se cuenta para lo que nadie quiere hacer, para lo que ya nadie hace. La
variante de género no puede hipotecar el desarrollo creyente de ese sujeto,
pero tampoco hay que crear la teoría del florero en la iglesia. Me agradaría
mucho que en la próxima ampliación del Colegio Cardenalicio escogiesen a una
hipotética sor Juana María Fernández, misionera de las Hijas de la Caridad en
el Congo para entrar.
Sólo eso sería rompedor.
Sí, pero más bien como noticia que como realidad.
Sería la noticia del día, pero por algo sería. Quebraría muchas neuronas en los
sapientes varones, pero no sería un cambio radical. Lo que pasa es que después
de pequeñas originalidades las fuerzas de la reacción se preparan y tiran a la
monja-cardenal desde la cúpula de San Pedro.
¿Quiénes son los más peligrosos dentro de esas “fuerzas de la reacción”?
¿Quiénes son los más peligrosos dentro de esas “fuerzas de la reacción”?
La Curia vaticana en general.
¿Y los nuevos movimientos religiosos
(kikos, Opus Dei, Comunión y Liberación…)?
Tienen bastante poder, pero a través de personas
interpuestas. En este momento, a lo mejor los kikos ya no manejan tanto al Papa
como lo hicieron con Juan Pablo II, pero tienen su presencia. De hecho, Kiko
Argüello y Carmen viven en unas casas en la ciudad del Vaticano, propiedad de
la Santa Sede. Están alojados casi en la casa del sumo pontífice. Yo creo que Rouco no comulga con ese credo, pero los necesita.
¿Para llenar las plazas?
Sí, eso también es una herencia que ha recibido,
porque yo creo que el Rouco “primigenio”,
o el Rouco más profundo es escéptico ante esas cosas. Yo lo veo así.
¿Se lo diría a él, sin miedo?
Claro, yo le hablo con toda libertad, y
públicamente. Y él también a mí, incluso hay veces que me incita a hablar.
Conmigo tiene una absoluta espontaneidad. Creo que el clero tiene la piel
fosilizada. Parece que se han vuelto insensibles.
¿Qué queda en usted del parlamentario,
del político de Izquierda Unida, del sindicalista?
La amargura de que la vida política española está
tan lejos de los ideales democráticos por los que íbamos a la cárcel, por los
que pagábamos multas, cumplíamos arrestos sustitutorios… como la Iglesia lo
está del Evangelio. Queda poca esperanza de que a partir de los planteamientos
actuales pueda haber una regeneración democrática sana en este país llamado
España.
¿Queda más en usted del poeta?
Tengo dos poemarios, uno satírico, y otro que es
un poco como mi diario de cárcel; y, efectivamente, todo lo que hay en ellos
queda en mí: la ironía, mi crónica personal de pequeños acontecimientos
asamblearios. Lo que pasa es que, ante la situación actual, habría que pasar ya
de la ironía al sarcasmo.
¿O sea que después de todo su
impresionante recorrido vital, lo que permaneces es la fe y la inspiración
poética?
La modesta inspiración poética, porque, a pesar
de que en prólogo me colocan poco menos que en el parnaso de la poesía
española, yo tan sólo hago un modesto ejercicio de versificación. Más que
poeta, hago de juglar, de animador en verso. No me siento emparentado con
Garcilaso. Sólo soy un retrasado aprendiz.
¿Y no se considera usted profeta? ¿O no cree que siga habiendo profetas?
¿Y no se considera usted profeta? ¿O no cree que siga habiendo profetas?
Claro que los hay: anónimos, no
confesionalizados… Un buen dirigente sindical que no esté sometido a la
dictadura de su estado mayor correspondiente, también puede ser un gran
profeta. Pero también hay embusteros que aparecen proclamando mentira sobre
mentira con mucha solemnidad.
Juan Antonio, ¿qué pretendes con el libro sobre la vida de Mariano?
Juan Antonio, ¿qué pretendes con el libro sobre la vida de Mariano?
Es un libro que Mariano no quería. A él, en su
línea de honestidad, no le gusta el protagonismo. Es una biografía de 180
páginas que aproxima a lo que ha sido Mariano Gamo, y a la vez, el objetivo del
libro es hacer una especie de puzzle de esa Iglesia disidente (que no creo que
fuera poca) de los años 60 y 70 hasta el 82, que fue cuando Juan Pablo II vino
a España. A partir de ahí la Iglesia española sufrió una vuelta de tuerca en
algunas cuestiones sacramentales, litúrgicas, catecumenales… Mientras, el
catecumenado que Mariano presenta es desde otro prisma, donde priman la vida de
las personas y el análisis de la realidad. De alguna manera, en el ámbito
académico, intelectual y religioso, decir que aquella experiencia de
Díez-Alegría, Francisco García Salve, Mariano Gamo, etc., hoy nos pueden decir
algo.
¿Marcaron ellos un estilo de Iglesia?
¿Marcaron ellos un estilo de Iglesia?
Sí, una propuesta de Iglesia diferente a la que
tenemos. Todos ellos han sido personas que han unido la política, la fe, la
vida del pueblo, la encarnación…
De muchas de esas cosas ya ni se habla.
Claro. No se habla de la encarnación en el mundo
obrero. Hay cuestiones que en la Iglesia de hoy ya no se dan.
¿Cuál es el aspecto de la personalidad de
Mariano Gamo que te ha llamado más la atención?
Lo primero, que estuvo de capellán principal del
frente de Juventudes, pasó por el PCE, por IU… y tuvo toda esa trayectoria
dentro de la Iglesia. Y luego, su planteamiento del sacerdocio, que consiste en
no tener servidores ordenados que estén por encima de las personas.
¿Volver a los presbíteros elegidos por la
comunidad?
Eso es. Seguramente entraríamos en otra dinámica
de la Iglesia. En la otra entrevista que tuvimos aquí, dijimos que la Iglesia
disidente mantenía las coordenadas del Concilio Vaticano II, y esto levantó ampollas
por todo Internet.
Mariano Gamo es un hombre directo y auténtico en lo que él piensa, pero también es un hombre formado, como se puede comprobar. Hay otro matiz de su personalidad que me interesa mucho, y es su relación con el marxismo, que enriquece al cristianismo. Mariano Gamo ha estado militando permanentemente, y lo sigue haciendo hoy día.
Mariano Gamo es un hombre directo y auténtico en lo que él piensa, pero también es un hombre formado, como se puede comprobar. Hay otro matiz de su personalidad que me interesa mucho, y es su relación con el marxismo, que enriquece al cristianismo. Mariano Gamo ha estado militando permanentemente, y lo sigue haciendo hoy día.
José Manuel Vidal, en Religión Digital
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