Las mujeres discapacitadas, no sólo las discapacitadas físicas, también las mentales, reivindican una sexualidad libre. Quieren dejar de estar permanentemente tuteladas por sus familias y decidir cuándo, cómo y con quién van a tener relaciones sexuales. Así lo explica Izaskun Jiménez, responsable del área de mujer de la la Federación de personas con discapacidad física y orgánica de Bizkaia (Fekoor), que celebró hace unos días en el Palacio Euskalduna de Bilbao una interesante jornada bajo el título de ‘¿Asexuadas? Derechos sexuales y reproductivos de las mujeres con discapacidad’. Más de 150 personas, representantes institucionales de organismos públicos y privados de toda España participaron en este encuentro. Izaskun Jiménez rompe mitos en esta entrevista. «¿Quién dice que las mujeres discapacitadas son más activas sexualmente? Que se lo pregunten a ellas», afirma contundente.
– ¿Por qué una jornada sobre discapacidad y sexualidad?
– Las discapacitadas no tienen los mismos derechos que el resto de las mujeres a vivir la sexualidad y ser madres con plena libertad de decisión, cuando ellas decidan.
– ¿Y por qué no?
– Porque la sociedad las considera asexuadas. No se considera que puedan vivir su sexualidad porque no entran dentro del cánon de belleza femenino que marca la sociedad patriarcal. Como son feas y deformes, cómo van a tener sexo, cómo van a tener pareja y mucho menos cómo van a ser madres.
– ¿Qué medidas toman los padres para evitarlo?
– Es todo un círculo que no se sabe donde comienza ni dónde acaba. Las mujeres discapacitadas, desde niñas, están muy sobreprotegidas por la familia, que no les informa sobre sexualidad. No les hablan de qué les va a pasar, cuándo les bajará la regla, qué ocurrirá cuando salgan con chicos y chicas. Por todo ello, lo viven como algo que no van con ellas y, como no va conmigo, pues no lucho por ello.
Si la sociedad entiende que son mujeres que no tienen por qué vivir su sexualidad, entonces nunca llegarán a ser madres. No es necesario adaptar para ellas las consultas ginecológicas, ni de planificación familiar, ni mucho menos las de interrupción voluntaria del embarazo o inseminación artificial.
– ¿Cómo deberían actuar los padres?
– Deberían educarse. Hay que reeducar a las familias. Tienen que dejar a sus hijas que vivan, que tomen conciencia, que se empoderen. La sobreprotección, que se da a lo largo de toda la vida, no lleva a ningún lado, al menos a ninguno bueno. No sólo ocurre cuando se tiene 7, 12 o 17 años. Tenemos compañeras con discapacidad mayores, cuyas familias siguen decidiendo por ellas. Tienen derecho a decidir si estudian, si quieren trabajar y si quieren tener pareja.
– ¿Realmente cree que están capacitadas para tomar decisiones de ese calibre?
– Siempre. Siempre lo están, independientemente de la discapacidad que tengan. Ese es un prejuicio que hay que romper. En las mujeres con discapacidad física o sensorial (auditiva o visual) es más difícil ejercer esa presión. ¿Qué ocurre? Que la sociedad incide más en las niñas adolescentes y mujeres con discapacidad intelectual, a quienes se les quita el derecho de decidir por vía judicial. Para quitarme el problema de encima, te esterilizo. ¿Para qué te voy a preguntar si tu no puedes decidir?
Mujeres esterilizadas
– No debe estirilizarse a las mujeres discapacidad.
– Efectivamente. Cada persona decide por su vida.
– Quizás los padres quieren protegerlas y evitar que un abuso sexual tenga consecuencias indeseables.
– Claro que sí, pero eso también puede ocurrir a mujeres sin discapacidad. ¿Por qué presumimos que las adolescentes con discapacidad son más promiscuas o que van a tener más relaciones sexuales a lo loco y sin protección?
– Siempre se ha dicho que las personas con discapacidad son sexualmente más activas, aunque ignoro el rigor científico de una afirmación así.
– Pues no es así. Es incierto. Son mitos, leyendas urbanas. Mi madre también tendría miedo de que su hija pudiera ser vulnerable, de que la violaran; pero eso no depende de que una tenga o no discapacidad. Lo que ocurre es que si tengo ese miedo y se lo traspaso a ella, no le informo de que la sexualidad hay que vivirla con libertad y no le doy una educación sexual como a cualquier otra niña o adolescente. La desinformación lleva a la vulnerabilidad. Si dice que los discapacitados son sexualmente más activos. Dígaselo a ellos y verá como se ríen.
– ¿Qué otros mitos hay en torno a la sexualidad de las discapacitadas?
– Ese es el mayor. Otro se refiere a que las discapacitadas son asexuadas. Son feas, son amorfas, nadie las va a querer. Ni siquiera se les enseña a disfrutar de su propio cuerpo. Como no van a tener pareja, no merece la pena. Van a quedarse en mi urna de cristal. Es lamentable.
Faltan servicios sanitarios
– Dicen ustedes que faltan servicios sanitarios para mujeres discapacitadas. ¿A qué se refieren?
– Lo primero que deberían tener los servicios sanitarios es sensibilidad. Nadie estamos libres de sufrir una discapacidad. Hay un colectivo enorme al que tenemos que dar servicio. Si presupongo que no van a vivir mucho, para qué voy a hacer más accesibles los servicios de Ginecología y Planificación Familiar. Las consultas no son accesibles, hay un montón de muebles por medio, con lo cual una usuaria en silla de ruedas no puede moverse por ella. No hay, además, quien se suba a una camilla. Si ya es difícil encaramarse a ese potro para cualquier mujer, imagínese para alguien que ha de moverse en silla de ruedas. Los mamógrafos tampoco están adaptados…¡En fin!
– ¿Esa situación es igual en toda España?
– No. En Andalucía tienen ya 10 consultas adaptadas repartidas en ocho provincias. Son las únicas. Aquí, la comisión de Mujer por la Igualdad de Fekoor hizo un estudio con 70 centros de salud públicos y privados en 2008 y los datos que arrojó el trabajo fueron escalofriantes. En resumen, no hay una sola consulta adaptada.
– ¿Han tratado este asunto con el Departamento de Sanidad y Osakidetza?
– Nos reunimos quince veces con el anterior consejero de Sanidad. Pasó aquella legislatura, la actual también ha terminado y lo que no queremos escuchar, no lo escuchamos.
– ¿Cuánto cuesta adaptar una consulta?
– Lo desconozco.
– ¿Quizás debería haber al menos una?
– ¡Exacto! Me da igual lo que cueste. El hombre puede ir a la Luna y luego no hay dinero para que una mujer con discapacidad pase una revisión ginecológica. Son cosas que no entendemos. Se invierte un montón de dinero en cosas que benefician a unos pocos y no se puede invertir un poco en algo que beneficie a muchos.
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