"Ante las atrocidades tenemos que tomar
partido. La posición neutral ayuda siempre al opresor, nunca a la víctima. El
silencio estimula al verdugo, nunca al que sufre". Elie Wiesel, Premio
Nobel de la Paz, 1986
Hace unos pocos días asistimos a la proyección del documental “Hablan
los ojos”, organizada por Lokarri. En él, varias personas que han sufrido la
violencia en nuestro País se ofrecen mutuamente -nos ofrecen- sus reflexiones narrando
el dolor y el sufrimiento causados por ella en unas conversaciones que quieren
abrir la puerta a más diálogos entre todos nosotros.
El documental emociona. Pocas veces antes -si alguna- hemos visto y
escuchado conversar a personas que tanto han sufrido y que parece, por lo que sugiere
el documental, estaban en “bandos” distintos. Y en alguna medida así es. Porque
entre los intervinientes hay una persona a quien Lokarri identifica como
militante de la izquierda abertzale aunque luego queda claro que además ha sido
miembro de ETA. Suponemos, porque esto no queda claro, que una sentencia
relacionada con esto último le condenó a 18 años de cárcel, y desconocemos, por
tanto, el motivo por el que Lokarri le considera víctima cuando, parece
evidente, es más victimario que víctima. Las demás personas que hablan en el
documental, esas sí, son víctimas. Víctimas puras y duras.
Todas ellas dialogan. Dan un paso enorme al hablar, al reconocer frente
-junto- al otro su dolor, sus sentimientos, su análisis del pasado y su
búsqueda de la paz, interior y exterior. Algunos -el ex-etarra y el tío de un
niño de 12 años asesinado por ETA en un coche bomba- llegan a abrazarse. Y en
esa medida el documental merece ser visto. Porque es la expresión de la
frustración de quienes necesitaban hablar, decir... y no han podido.
Nosotros también consideramos necesario hablar. Y hablar claro. Porque
hay quien piensa que el diálogo empieza ahora, cuando quienes no dialogaban -porque
lo que pretendían era imponer sus opiniones y objetivos- han decidido, ¡por
fin!, hablar y dejar hablar. La ciudadanía lleva mucho tiempo esperando a que
cese el ruido de las pistolas y suene la música de las palabras. Por eso la ciudadanía
estaba hablando desde hace años. En este proceso inscribimos la renuncia a las
armas por parte de ETA(pm), el Acuerdo por la Paz y la Tolerancia, el
surgimiento de los grupos pacifistas en Euskal Herria, las congregaciones de
personas en silencio durante 30 minutos en nuestras plazas cada vez que se
producía un acto violento, la comparecencia pública de personas relevantes de
la cultura vasca en Nafarroa diciendo "Gure izenean ez!"... Por eso, damos
la bienvenida más sincera y esperanzada a quienes se incorporan al diálogo ahora.
Ahora, después de tantos años de sufrimiento. De sufrimiento inútil y para
nada.
Bienvenidos sean al diálogo, al diálogo entendido como proceso de
genuina intervención mediante el cual las personas cambiamos gracias al
aprendizaje adquirido por nuestra profunda disposición a escuchar. En el
diálogo, cada uno de nosotros se esfuerza por incluir las inquietudes de los
otros en nuestra propia perspectiva; nadie renuncia a su identidad pero cada
uno reconoce suficientemente la validez de las reivindicaciones humanas de los
demás, y en consecuencia actúa en forma diferente hacia los otros.
En ello estábamos y seguimos estando. Y recordamos que hasta ahora no todos
hemos actuado así. Unos menos que otros. Aún recordamos los insultos y amenazas
recibidos por uno de los firmantes de este texto hace escasamente un año cuando
invitó a un destacado juez a participar en un congreso de Bioética. Juez que algunos
de los ahora dialogantes tildaron de ser el mayor torturador de la historia de
España, aunque por lo que oimos decir a un asistente a la proyección del
documental, dicho puesto le corresponde ahora a Baltasar Garzón. Hoy, parece,
seguramente las cosas serían distintas. O no, aunque esperamos y deseamos de
corazón que sí. Pero tenemos dudas porque no nos sentimos todavía capaces de
creerles, porque necesitamos tiempo para poder desarrollar confianza en sus
palabras... y, sobre todo, en sus hechos.
Porque vemos, por ejemplo, la forma despectiva con que el colectivo de
presos de ETA de la llamada vía Nanclares -que reconocieron públicamente sus
errores, sus crímenes- ha sido y es tratado por los otros presos también de ETA
que ahora, al parecer, apoyan vías dialogadas para la solución de lo que ellos
llaman "el conflicto".
A ETA le pedimos lo mismo que a los fascistas que asesinaron a miles de
personas en la guerra del 36 y a quienes les protegieron y azuzaron:
Reconocimiento, Verdad y Justicia. Y que entreguen las armas, signo inequívoco
de que están de verdad por el diálogo, el reconocimiento del otro y el respeto
mutuo. Reconocimiento, Verdad y Justicia es también lo que exigimos a las
instituciones del Estado por sus actuaciones ilegítimas e indebidas. Y entonces
sí, diremos que todos estamos hablando al y desde el corazón. Ojalá sea más
pronto que tarde.
Koldo Martínez y Jon Gondán, miembros de Zabaltzen, asociación integrada en Geroa Bai
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