AL PIE DEL SANTUARIO

Un director general de Educación de los gobiernos de UPN de la década de los 90 dijo públicamente una vez que mientras él estuviera en el cargo "los vascos nunca llegarían al Ensanche". Se refería a la posibilidad de abrir una línea bilingüe en algún colegio del centro de Pamplona. En este mundo cada vez más virtual, la derecha sigue manteniendo un concepto geográfico y tangible del territorio que domina. A Barcina, por ejemplo, es fácil imaginarla observando un mapa donde banderitas multicolores marcan sus posiciones y las del enemigo, flechas azules y rojas reflejan sus avances y retrocesos, y sombreados varios destacan puntos estratégicos a defender a toda costa o apetitosos salientes que hay que arrebatar al adversario como sea. El empeño del Opus por hacerse con Donapea -y el de UPN por dárselo en bandeja- no tiene otra explicación. Algo debe representar Donapea en algún mapa. Quizás una humilde cuña pública y, a pesar de su nombre, laica, incrustada en un continuo privado y confesional. Y eso que sitio no les falta para extender su invento. Miles de metros cuadrados regalados graciosamente por sucesivos ayuntamientos de esta ciudad que nadie utiliza y para nada se emplean. El campus de la UN es un cuidadísimo espacio en el que persona alguna, ni en invierno ni en verano, ni por la mañana ni por la tarde, verá jamás el menor rastro de vida. Ni niños jugando, ni parejas retozando -¡vade retro!- ni cincuentones en chándal en guerra con el colesterol. Mucho menos estudiantes haciendo esas cosas que, se supone, se hacen en todos los campus. Nadie protestaría, pues, por la pérdida o reducción de una zona verde que podría pasar perfectamente por hecha de material sintético, y dudo que cambiar la legalidad urbanística supusiera un problema a un Gobierno y un Ayuntamiento con el culo pelado en estas lides. Pero no. Es ese pequeño enclave su oscuro objeto del deseo. Para satisfacerlo nos van a hacer gastar 25 millones de euros que no tenemos.

Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias