El “Día de solidaridad y acción” propuesto por la Confederación
Europea de Sindicatos trae la convocatoria de una nueva huelga general en
Navarra. Ello me mueve a plantear algunas reflexiones como ciudadano, militante
político y de un sindicato que no la convoca:
- Por encima de razones ideológicas y estratégicas,
muchas muy justificadas, como la exclusión del sindicalismo abertzale en la
Navarra “oficial” desde hace años, y reconociendo que no todos los modelos
sindicales actuales han actuado ni están actuando igual antes y durante la
crisis, la mayoría de la gente de la calle no podemos entender lo que sucede
con las últimas convocatorias de huelga general y más teniendo en cuenta el
amplio seguimiento de la del pasado marzo. Nadie puede negar que la reciente
reforma laboral del PP y UPN, la más dura y agresiva de las últimas décadas
contra la clase trabajadora, sólo está produciendo más paro y devaluando lo público
en servicios sociales, educación y sanidad. Se quiere desmantelar el Estado del
Bienestar, uno de los logros históricos del pasado siglo en Europa y al que
decisivamente contribuyó el movimiento obrero.
- También coincidiremos en que los retos
actuales que atraviesa la economía requieren medidas políticas concertadas de ámbito
internacional que subordinen las finanzas a la producción. Hay otros caminos más
humanizadores que pueden generar riqueza, crear empleo decente y disminuir la
pobreza. Para ello la actuación del sindicalismo de clase, hoy más necesario
que nunca, sólo se puede entender en su más pura y originaria dimensión
internacionalista. Es preciso una reforma radical del sistema global,
pues la crisis es sistémica y no sólo económica, también ético-política,
cultural. Hay que avanzar en justicia social y redistribuir la riqueza
existente; que se controle la economía especulativa y se frene el desmedido afán
de lucro, en lugar de eliminar derechos. Incluso, en la Administración navarra,
se quiere cercenar uno fundamental como es la libertad de expresión prohibiendo
toda manifestación pública de protesta por los recortes, pero hasta el silencio
rebelde se transforma siempre en el grito más fuerte cuando hablamos de
injusticia y sólo muestra la debilidad de quien la comete.
- Por otro lado, algunos podemos asumir y
cualquier demócrata debería respetar las legítimas reivindicaciones
soberanistas e identitarias, políticas y sindicales, que exigen un marco propio
de relaciones laborales. A este respecto, la pérdida de soberanía que sufrimos
en Navarra en los últimos tiempos también está dañando seriamente el nivel de
bienestar de la ciudadanía, sobre todo de quienes sufren hasta el desahucio de
la dignidad, no sólo de su casa. También es evidente, desde que empezó la
crisis, el fracaso tanto de la concertación social como de la división de acción.
De esta forma estamos consiguiendo la desmovilización y el individualismo, otro
de los objetivos de los recortes e imposiciones, y que los sindicatos sigan
perdiendo fuelle. El funcionamiento interno de estos como el de la mayoría de
los partidos y de las instituciones donde nos representan, las corruptelas,
peleas intestinas y personalistas, sus intereses alejados de la realidad de la
gente corriente, hace que corran el peligro de convertirse en partidos,
instituciones o sindicatos “zombis” (U.Beck). Es necesaria, pues, otra forma de
hacer política y de hacer sindicalismo, una remodelación profunda del sistema
democrático con imaginación, nuevas ideas, otros líderes. Pero ahora mismo lo que
urge en primer lugar es sentir y actuar con quienes peor lo están pasando, esa
legión de hombres y mujeres en paro que aumenta cada día.
- Finalmente, y ante estas circunstancias,
pediría especialmente a todos los sindicatos de Navarra sin excepción, al
conjunto de los trabajadores/as, movimientos sociales y a la sociedad en
general, para que, si no ha sido posible esta vez, a partir de ya volvamos a
caminar juntos en la lucha, las movilizaciones o las huelgas, para lograr una
respuesta rotunda ante lo que ocurre. Asimismo, debemos comprender tantas
situaciones personales en las que la huelga no es un instrumento válido
(amenazados, parados, jubilados, autónomos…) y buscar la movilización popular
mediante acciones civilizadas e imaginativas cuyo coste no sea para el o la
empleada, sino para los causantes de este dramático desaguisado. Y que cada
cual lo haga desde la nación que sienta, pero pensando que la lucha sólo puede
ser global y unitaria o no será. No deberíamos olvidar nunca quiénes son los
responsables, cuáles son las causas de la situación y contra qué luchar. El
momento histórico es de tal gravedad que resulta del todo inadmisible cualquier
acción que no pase por esa unidad y más tratándose de la medida de presión
extraordinaria por excelencia del sindicalismo. Sólo así habrá futuro,
soluciones y empezaríamos un nuevo tiempo en las relaciones intersindicales y
laborales para afrontar los retos y conflictos de los próximos años, que no van
a ser pocos ni mucho menos fáciles.
Mikel Aramburu Zudaire
Miembro de Zabaltzen, asociación integrada en Geroa Bai
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