Perdón por mi osada solicitud. No lo hago por mi firma, sino por lo que voy a relatarles. Solo les pido dos minutos y diez segundos de tiempo. Háganlo por una mujer cercada por el dolor. Y también por un hijo, el suyo, cuya trágica muerte clama justicia.
Luís Ollo tenía 24 años en agosto de 2004 cuando una furgoneta conducida por José Manuel Vizcaíno Ordás, en esa fecha Director de Gestión Deportiva del Ayuntamiento de León, le atropelló mientras realizaba el Camino de Santiago en bicicleta a su paso por la localidad leonesa de Mansilla de las Mulas. Instantánea, la muerte expandió un dolor refractario que todavía se perpetúa. Luís era de Villava. Su madre, Rosa Uritz Ollo también. Y ahora, siete años después, quiere cerrar una herida aún sin cicatrizar. Pero no puede. Porque más allá del duelo inacabado, esa muerte retumba como un eco silenciado.
Tras la muerte, se abrieron expedientes, se investigó, se realizaron atestados, se celebraron juicios y la judicatura repartió responsabilidades. Hoy el caso está cerrado. Pero en falso. En el proceso judicial ha habido numerosas irregularidades, se han detectado mentiras, falsos testimonios -del conductor implicado y de funcionarios públicos- así como manipulación de informes periciales, fotografías y otras pruebas documentales. Tanto la Guardia Civil como la Fiscalía de León y el Ministerio de Fomento, tienen arte y parte en todo ello. Oficialmente, Luís fue responsable de su muerte por no hacer caso a unas señales que el día del accidente no existían, pero días después sí. Ni el conductor, ni su familia, todos ellos pertenecientes en su día a la cúpula del poder socialista leonés, han tenido la dignidad de llamar a esa madre para sosegar su dolor. Lejos de ello, Europcar, empresa propietaria de furgoneta de alquiler, representada por el abogado Juan Rodríguez Zapatero, hermano del presidente del Gobierno, acusaron a su hijo, ya muerto, exigiendo responsabilidades sobrevenidas.
Testigos presenciales, grabaciones de TVE en el lugar de los hechos y otras pruebas, demuestran que Luís fue arrollado porque la carretera no estaba bien señalizada. Pero alguien, días después del accidente, al más puro estilo CSI, cambió la escenografía del lugar de los hechos y convirtió a Luís en su propio verdugo. Además, no se realizaron pruebas de alcoholemia al conductor, ni mediciones de velocidad, (informes del perito acreditativo confirman que no iba a la velocidad que él manifestó, sino a más de 120 km/h), ni otras pruebas necesarias para determinar responsabilidades.
A día de hoy Rosa no clama venganza. A veces piensa que el mundo es solo un pretexto estético. Rosa solo quiere enterrar definitivamente a su hijo bajo el manto de una verdad secuestrada. Tiene pruebas concluyentes, pero ningún juez quiere escucharla. Solo cabe sospechar que quien atropelló a Luís y quienes se han empleado a fondo en protegerlo y manipular la documentación oficial, tienen mucho poder. Un poder que da miedo. Tanto como para convertir la vida de Rosa en una senda sin consuelo.
Paco Roda, en Diario de Noticias
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