El 3 de septiembre falleció a la edad de 94 años el pintor Joan Fuster i Gimpera. La necrológica publicada en el diario El País recuerda que fue el creador del estrambotismo. Este movimiento, según contaba el propio Fuster, postulaba “una fábula plástica que expresa ideas que huyen de lo corriente, sin que el artista se supedite a los cánones. Cualquier elemento, sin perder su identidad, puede ser otra cosa”.
Un perro puede ejercer de notario en un entierro, cualquier ser u objeto es susceptible de ver alteradas sus propiedades.
A pesar de que en algún momento hubo quien albergó la esperanza de que la Liga no comenzara nunca, el curioso juego que entretiene al país regresó esta temporada decidido a homenajear el legado de Fuster i Gimpera. El lienzo que retrata la Liga es complejo y rico en matices, así que conviene detenerse con calma en sus principales elementos.
A la derecha, la figura desgarbada de José Mourinho, entrenador del Real Madrid –el equipo de los valores eternos–, muda en un matón adolescente que le mete el dedo en el ojo al segundo entrenador del Barcelona. Para acentuar el realismo de la afrenta, una pancarta reza: “Tu dedo nos señala el camino”. Y tras ella aparece la expresión sonriente de Florentino Pérez, otrora gran empresario y ahora animador y consentidor de la tangana.
El centro de la obra está reservado para algunos grandes jugadores. Han hecho un alto en sus golpes, empellones e insultos, y mantienen expresiones circunspectas mientras llaman a la huelga, a la solidaridad. Casi 200 compañeros de Primera y Segunda División no cobraron regularmente el año pasado. Les deben cerca de 50 millones de euros.
Cristiano Ronaldo, Messi y otros muchos secundan el paro en la primera jornada de Liga, que no llega a disputarse. Sus figuras –gafas inmensas, expresión ausente, trolley de aeropuerto, “no hacemos declaraciones”– dibujan un remedo contemporáneo de los murales obreristas. Estrambotismo.
¿Y por qué no cobran? La explicación se halla a la izquierda (lo que parece una coincidencia sin simbolismo alguno). Allí se recortan 19 hombres trajeados. Son promotores, abogados, constructores –emprendedores al fin– que regentan los clubes de Primera División. El destino les ha reservado un papel imposible. Ellos, cabeza de puente de la optimización de recursos, de la eficacia; ellos, que bailan al son del equilibrio presupuestario, del reformado artículo 135 de la Constitución, resulta que en la temporada 2009/2010 cerraron sus balances con una deuda conjunta de 3.429,2 millones de euros. En el lienzo, la cifra aparece dibujada en números romanos en un pergamino que escribe José María Gay de Liébana, profesor de la Universidad de Barcelona.
Quien se tome la molestia de rastrear la diminuta letra del informe Liébana, que en el cuadro se enrosca sobre los presidentes cual hidra de papel, encontrará otros datos de interés: la deuda de los clubes con Hacienda en 2008 ascendía a 607 millones, por cada 100 euros que ingresa un club español gasta 113, un número creciente de equipos se acoge a la Ley Concursal...
Ahora bien, dentro del coro presidencial, cabe apreciar cómo de las 19 figuras una permanece al margen: es Sandro Rosell, el presidente del Barcelona. Las otras 18 discuten en torno al presidente del Sevilla en lo que parece un amago de conspiración. Rosell, en cambio, trata de buscar con la mirada la complicidad de Florentino Pérez, que sigue demudado y sonriente a la derecha de la composición. Y como no la encuentra, mira hacia el cielo.
El cénit de este pastiche lo ocupan cientos de cámaras de televisión. Algunas se lanzan en picado, otras vuelan sobre el terreno de juego, las menos intentan un travelling. Ya no saben a qué operador, plataforma, red o sistema pertenecen, pero no ignoran que el negocio depende de ellas.
Han firmado contratos multimillonarios con los clubes para pagarles sumas increíbles, son los amos del producto. Porque la Liga ya es sólo eso, nadie lo oculta: un producto que hay que cuidar, dicen.
Piensan en el mercado asiático, programan partidos de viernes a lunes en diez horarios distintos, fijan un canon para que las radios accedan a los estadios. Inventan cualquier mecanismo para recaudar cantidades que alguna vez imaginaron que recaudarían. Los jugadores huelguistas, los presidentes endeudados, incluso el otro dedo de Mourinho se dirigen al cielo de cámaras buscando la respuesta.
Y miles de aficionados al fútbol vagan por los intersticios de este desastre intentando encontrarle sentido.
Javier De Frutos (en Diagonal)
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