Iruñea, 1942. Miembro de Eusko Basterra y de la dirección de EGI; luego milita en EGI Batasuna. En 1967, encarcelado por exhibir la ikurriña en los Andes, y en 1968, por colocar otra bandera en Urbasa. En 1970 se refugia en Lapurdi. Con otros exiliados crea la librería-imprenta Mugalde, que sufre 3 atentados parapoliciales. En 1977 vuelve del exilio y se instala en Uharte. Concejal del PNV y, tras la escisión, de EA. En la actualidad, de Bildu. Inicia su faceta montañera a los 10 años. Notable actividad en escalada, alta montaña y esquí nórdico. En 1966 participa en el récord de profundidad en la sima de San Martín. En 1967, expedición vasca a los Andes. En 1985-89 y 1998-01, presidente de la Federación Navarra de Montaña. En 1992-2005, director de senderismo de la FEDME. En 2004-10 dirige la revista “Caminar”. Desde 2003, vicepresidente de la European Ramblers Association. Desde 1963, colaborador sobre montaña en numerosos medios, entre ellos GARA. Ha publicado 25 libros, sobre todo guías. El último, “Senderos de Euskal Herria” ha sido editado por GARA.
Su generación no había conocido directamente la guerra; sin embargo, es la que pone en marcha un movimiento cultural y político para luchar contra la dictadura y por la causa vasca. ¿Qué impulsaba a aquellos jóvenes?
Los años sesenta, la llamada «década prodigiosa», fueron un tiempo en el que se crearon expectativas y ocurrieron grandes cosas a nivel mundial. Hubo también un despertar en nuestra generación, que no había conocido la guerra, pero sí nuestros padres. Y las cosas siempre nacen con un pequeño grupo. En nuestro caso salíamos a la montaña y estábamos en contacto con los pueblos. Pensamos que podíamos hacer algo en aquel momento y fundamos Eusko Basterra [rama juvenil de la Asociación Bascongada de Amigos del País].
Los objetivos de Eusko Basterra eran culturales. ¿Cómo evolucionó aquel planteamiento hasta que algunos miembros deciden ir más lejos y adoptar métodos de acción directa?
Éramos unos 120 chicos y chicas en aquel momento en Nafarroa -aunque ya teníamos contacto con gente de Donostia, etc.-. Teníamos el paraguas de la Sociedad de Amigos del País, que, en cierto modo, era en aquel tiempo un camuflaje del Napar Buru Batzar del PNV. Como suele pasar, había personas que veíamos las cosas de una manera más radical que otras y, sin abandonar los aspectos culturales, decidimos hacer una acción más directa en la política, en este caso de manera clandestina.
Eso supuso que desde Amigos del País rompieran amarras con ustedes...
Efectivamente, éramos ya un problema para Amigos del País. Algunos ya estábamos en la cárcel en aquel momento, habían fallecido Artajo y Asurmendi, y aquel intento de ir por la lucha armada fue frenado. En Nafarroa, Eusko Basterra fue liquidada por vía gubernativa pero a propuesta de Amigos del País.
¿Cómo evolucionó EGI -juventudes del PNV- hacia EGI Batasuna y con qué finalidad?
Estamos hablando de los años 1968-70. Previamente, EGI era un grupo reducido que teníamos una doble función. Trabajábamos en el terreno cultural, pero había una parte de ese grupo que actuábamos clandestinamente por la noche realizando algunas acciones. Por ejemplo, cuando vino a Iruñea Escrivá de Balaguer conseguimos cortar la luz de la universidad; se hicieron bastantes cosas muy llamativas. En ese grupo estábamos a ese nivel, pero con el tiempo se veía la necesidad de dar el paso... No fue una cosa planteada solamente desde nosotros, sino incluso desde una parte del PNV, que veía que se podía hacer también esa labor al mismo tiempo que ETA hacía la suya. De ahí surgió EGI Batasuna con la intención de unir.
¿Qué tipo de acciones realizaba EGI Batasuna?
Las acciones armadas eran ya al final del ciclo. En la primera etapa desarrollábamos las típicas pintadas con brea, colocábamos ikurriñas en sitios difíciles de quitarlas, como en las [peñas] Dos Hermanas, por ejemplo, que estuvo en el Aberri Eguna de 1967, hacíamos pasos por la muga trayendo propaganda... Al final se planteó organizar dos taldes bien formados previamente para las acciones armadas, pero tuvieron un mal inicio...
Una de las acciones más sonadas fue parar la Vuelta Ciclista a España en la sierra de Urbasa en 1968...
Previamente se dio un aviso a los equipos, a los directivos, etc. para pedirles que no pasaran por Euskal Herria. Después de esos avisos se realizaron algunas acciones como echar clavos para que pincharan las ruedas o aceite y grasa para entorpecer la marcha. Sin embargo, continuaron. Entonces, en la etapa que partía de Lizarra y acababa en Iruñea, se colocó bajo un pequeño puente de Urbasa un explosivo; se hicieron los cálculos y cuando ya se veía venir, explotó. Aquello supuso la paralización.
El suceso más trágico del grupo fue la muerte de los militantes Alberto Asurmendi y Jokin Artajo en abril de 1969, cuando manipulaban una bomba en el valle de la Ultzama...
Se vio que lo de Urbasa había salido bien y había que hacer alguna intervención de ese tipo. Estaban previstas unas ekintzas contra un monumento del duque de Ahumada, contra un periódico... En la preparación de esos explosivos, mientras esperaban los dos taldes para ir a donde se había acordado, ocurrió la desgracia...
¿Qué supuso para ustedes la muerte de Artajo y Asurmendi?
Fue un golpe muy doloroso porque eran personas encantadoras y además eran muy activos y lideraban esta forma de lucha. Yo estaba entonces en la cárcel de Carabanchel y el hecho de estar encerrado hizo para mí aún más dolorosa la noticia.
¿El PNV les daba cobertura política, económica o logística? ¿Todo el partido era partidario de esa línea de actuación?
Por supuesto que sin el partido no se habría conseguido tener a un instructor como Imaldi, vasco-venezolano, que fue el que impartió estos primeros cursos en Iparralde. Lo sabía muy poca gente. Estábamos en clandestinidad pero para esto todavía había que tener más cuidado. Esto sólo lo sabían Ajuriagerra y Rezola en el otro lado, Mikel Isasi y poco más. Era de conocimiento muy reducido porque se trataba de poner en marcha un grupo. No sabíamos aún como iba a seguir la dictadura y, desde luego, se quería colaborar también con acciones que fueran, sobre todo, visibles a nivel mundial.
¿Cómo era el ambiente abertzale y antifranquista en aquella época en Nafarroa? ¿Tenían muchas dificultades para encontrar colaboradores y militantes?
En los sesenta éramos un grupo muy reducido; éramos todo jóvenes. Creo que estas cosas no nacen de gente más madura, al menos en aquellos tiempos. Estábamos en todo; si había un concurso de bertsolaris en el Teatro Gayarre, allá íbamos txapela en ristre, y aunque no entendiéramos nada, colaborábamos de aquella manera. Hacíamos ver el interés por la cultura vasca, íbamos a las fiestas de los pueblos con nuestros txistus... Precisamente la liquidación de Eusko Basterra porque éramos «veneno» sirvió para empezar a aglutinar a gente de diferentes orígenes.
Antes del exilio, participa en 1967 en la expedición vasca a los Andes; ascienden tres cimas vírgenes y, a la vuelta, las autoridades españolas les reciben como héroes por la hazaña, hasta que se descubre que la bandera que habían aireado en la cima era la ikurriña. Y de allá a la cárcel...
Así fue. En realidad, llegó un anónimo al presidente de la Federación Española de Montaña en Madrid diciendo que la bandera española no era la que había estado en las cumbres de los Andes sino la separatista vasca. Entonces el presidente, sin preguntarnos qué había de verdad en el anónimo recibido, se fue directamente a la Dirección General de Seguridad para presentar denuncia. De inmediato nos detuvieron a todos. A partir de allí, los interrogatorios... Luego levantaron el procesamiento a todos, excepto a mí, porque me hice responsable de aquella ikurriña.
Un año más tarde volvió a ser encarcelado por colocar otra ikurriña en Urbasa. Dos veces encarcelado y las dos por la enseña vasca. Y en Nafarroa, todavía hoy, enarbolar la ikurriña en ciertos lugares es desafiar la ley...
La ikurriña estuvo presente aquí en los primeros tiempos de la transición, pero luego, tras la desafección del PSN del Grupo Parlamentario Vasco, quitaron la ikurriña de su sede en la plaza del Castillo y, a partir de ahí, ya se puede decir que ha estado proscrita en todos los lados. Entonces hay que buscar argucias para que la ikurriña esté presente en algún sitio oficial. La pelea sigue y buscaremos las fórmulas hasta que en Nafarroa el pueblo la sienta mayoritariamente como suya.
En los orígenes de aquellos movimientos abertzales tomaban parte muchos jóvenes que eran aficionados a la montaña. ¿El montañismo era una coartada para desarrollar actividades que de otra manera no se podían hacer?
El montañismo vasco, como el catalán, nace a finales del siglo XIX con intereses culturales y científicos y, posteriormente, más deportivos. El deseo del montañero ha sido conocer su propia tierra caminándola, que es la mejor manera de conocer un país o tu propio pueblo. A partir de ahí surgió esa sensibilidad y el montañero siempre ha sido identificado prácticamente como nacionalista, ha sido perseguido... En los años cuarenta, en las asambleas de los clubes de montaña había, por orden gubernativa, un policía tomando nota de lo que se hablaba. El montañismo sigue teniendo ese espíritu que siempre ha tenido.
Precisamente usted aúna las dos pasiones: el montañismo y la causa nacional. ¿Por que ha existido en Euskal Herria esa relación tan estrecha entre ambos aspectos?
Cuando vamos a la montaña estamos en una especie de simbiosis profunda con la tierra. Eso no quita para que en otros lugares también nos preocupemos por los que viven allí, pero aquí estás en tu propio terreno, hay una cercanía con la tierra a la que perteneces.
El Pirineo vasco es una zona llena de aventuras e historia: contrabando, huidos políticos, guerrilleros, guardias, mugalaris, actividades clandestinas... ¿Ha vivido muchas experiencias en esas montañas?
Sí, algunas las he contado en el prólogo del libro «La muga que nunca debió existir», donde comento que cuando yo empecé a ir al monte, los mapas terminaban en la muga. Todo lo demás era blanco. Estabas mosqueado: ¿Qué hay ahí? Entonces empezaron las primeras escapadas a Urepele; íbamos un poco escondidos. Recuerdo que una vez nos cruzamos con un grupo de contrabandistas u otra en que, sin saberlo, ayudamos a un joven perdido que resultó ser un oficial de la OAS que huía de la Francia de De Gaulle. Y también me ha tocado hacer de mugalari llevando paquetes...
O sea que, además de cantimplora y bocadillo, llevaba otras cosas...
En invierno solíamos hacer los pasos por Candanchú; al otro lado teníamos zulos o hacíamos encuentros. Íbamos con mochilas grandes vacías «a dar una vuelta». Al volver parecían armarios. Si nos preguntaban qué llevábamos, respondíamos que era material de escalada, pero era propaganda. Después de estar en Carabanchel me tocó también pasar gente que había conocido allá y que se marchaba a París. Yo conocía muy bien la muga y, cuando tuve que marcharme al otro lado, pasé por la montaña, lógicamente.
Su vida ha estado relacionada con la montaña por motivos también meramente deportivos: escalada, esquí, alta montaña... Creo que incluso fue usted uno de los candidatos a la primera expedición vasca al Everest...
Fue de carambola, a la vuelta de la expedición a los Andes. En el otro lado había interés -y también en algunas euskal etxeas de América, que querían contribuir-. Aquí había un mecenas, el empresario Juanito Zelaia, que años más tarde financió la expedición Tximist. Yo no pude ir porque estaba exiliado y mi presencia podía crear problemas, pero he disfrutado mucho haciendo otras cosas en la montaña.
Desde luego, porque es usted una de las personas que mejor conoce el país como montañero... ¿Le queda algo por descubrir de Euskal Herria?
Ahora me estoy centrando en Iparralde, pero más en concreto en lo más recóndito de Zuberoa, que es la muga con Biarno, donde hay unos vallecitos y unas zonas boscosas impresionantes, que merecen la pena visitar.
¿Tiene algún lugar favorito en la montaña vasca?
Es muy difícil elegir. El lugar favorito está muy relacionado con la época del año. Por ejemplo, es difícil encontrar el cromatismo del otoño de sitios como Irati o Bertiz. En pleno invierno tal vez iría hacia el sur, hacia los montes del Cierzo, la Bardena... También tenemos la sierra de Toloño, que tiene unos rincones fabulosos... Nunca acertaría si dijera «éste es el mejor sitio».
Una de sus facetas más conocidas es precisamente la divulgación de la montaña vasca: guías, topoguías... Desde el año 1963, son ya miles de colaboraciones en prensa y 25 libros en su haber. ¿Qué ha supuesto esta tarea para usted?
Para mí ha sido intentar que lo que a mí me gusta guste también a otra gente, que pueda vivir lo que yo he vivido y vivo a través de la montaña.
¿El senderismo es también una manera de conocer el país?
La mejor forma de conocer un país es caminando, entrando en contacto con la gente, en plan tranquilo, fotografiándolo desde el punto de vista naturalístico, arquitectónico... El éxito que está teniendo el senderismo se debe precisamente al formato que tiene.
En la última década muchos pueblos han optado por desarrollar rutas de senderismo precisamente como un atractivo turístico. ¿La montaña también tiene su vertiente económica?
Por supuesto que la tiene; se han hecho estudios de mercado teniendo en cuenta que el senderismo es una actividad para todo el público, que no hay límite de edad, que no hace falta tener experiencia en temas de montaña, que no hace falta una preparación física especial, que reutiliza viejos caminos para nuevos usos como el caminar, la bicicleta o el caballo... También se ha comprobado que para crear estas infraestructuras hace falta dinero, sobre todo para el mantenimiento, pero luego el que se beneficia es el mundo rural.
Su conocimiento de la montaña y el senderismo le ha llevado a diferentes responsabilidades, incluso internacionales. ¿Cuál es el aspecto más gratificante de esa vertiente organizativa y de gestión?
Ahora termino mi vicepresidencia en la European Ramblers Association (Asociación Europea de Senderistas); han sido cuatro años. Presenté unas propuestas y se puede decir que ya están en marcha. Una de ellas era unir dos continentes, Europa y África, y ahora se está desarrollando ya el sendero hacia el sur de Marruecos. El otro gran proyecto que cedo al italiano que me va a sustituir es dar la vuelta al Mediterráneo; la primera fase -la parte occidental- está bastante desarrollada. Estos son para mí grandes logros, aparte de temas más técnicos como hacer ediciones de mapas para la red, etc. Se trata de una asociación de 2.700.000 socios y eso equivale a mucho trabajo.
¿Cuánta gente practica el montañismo en Euskal Herria?
De Iparralde es difícil obtener datos, pero en lo que respecta a Hegoalde el número de federados de montaña ronda los 30.000. En cuanto a senderistas, no hay estudios, pero muchísima gente sale a la montaña; es incalculable.
Volviendo a la faceta política, es conocido su interés por buscar puntos de entendimiento entre las diferentes corrientes abertzales. Ha sido concejal del PNV, luego de EA y ahora de Bildu. ¿Qué ha supuesto para usted el surgimiento de esta alianza de fuerzas abertzales?
Personalmente me ha dado una gran satisfacción porque era algo que perseguía desde hace muchos años. Yo siempre he sido de sumar allí donde estuviera. Ha habido demasiada división y eso nos ha hecho mucho daño. Ahora estamos en un momento de aglutinar y de reacomodar el espectro abertzale de izquierdas en un gran movimiento. La verdad es que me alegro mucho de poder verlo y de haber participado para que se llegara a esto.
¿Qué lección se obtiene de la unidad abertzale?
Es un medio para crear ilusión. Siempre he dicho que más vale tarde que nunca. Estamos en ese momento; vamos a trabajar lo mejor posible y vamos a aglutinar lo más posible.
Fermín Munárriz, en GARA
No hay comentarios:
Publicar un comentario