Como un buen amigo mío decía hace unos días, la fórmula ideada por Miguel Sanz de romper con el PP como manera de “asegurar con perspectiva de futuro la estabilidad del Gobierno Foral, es más que discutible” a la vista de los resultados de las elecciones de 2011. En realidad, es evidente que el planteamiento de Miguel Sanz iba más allá de la estabilidad de gobierno y pretendía mantener el control de la provincia y blindar una Navarra navarrista donde todo lo que suene a abertzale o, simplemente, a vasquista esté condenado al ostracismo.
Vale hacer unos simples números para ver que la fórmula de UPN+PSN ha pasado de 34 parlamentarios en 2007, a 28. Aunque se quisiera sumar a los 4 parlamentarios del PP, algo imposible a efectos reales, estaríamos hablando de 32 parlamentarios. Así pues, se puede decir que es precisamente este sector navarrista el que ha perdido realmente las elecciones. Joseba Santamaría se ha referido a ello muy gráficamente en un artículo titulado “Coalición y derrota”.
Los resultados electorales han dejado al PSN en una situación complicada. Le han conferido un papel decisivo a la hora de conformar un gobierno, pero, en realidad, cualquiera de las alternativas que se le ofrecían tenía un claro coste político, sobre todo porque el socialismo navarro carece realmente de principios y convicciones, de modo que las decisiones se ven desde la ciudadanía como carentes de una base sólida y más motivadas por aspectos coyunturales y por intereses de aparato de partido.
El PSN tiene que recuperar la credibilidad y lo tiene complicado porque es más que evidente que ni tan siquiera ellos se creen lo que dicen. Ahora resulta que lo que en 2007 era imposible (un acuerdo de gobierno entre NaBai, PSN e IU) hubiera sido perfectamente factible y hasta deseable en 2011. Sin embargo, todos sabemos que la única razón por la que el PSN hace esta afirmación es precisamente que ahora ya no es posible porque los números no dan para ello. Bildu y la violencia de ETA vuelven a ser la excusa fácil para culpar a otros por no hacer lo que no se quiere hacer.
El PSN parece haber interpretado que su fracaso electoral en 2011 se ha debido no a su deriva ideológica y a su acuerdo para permitir que la derecha más rancia del Estado gobierne en Navarra, sino al hecho de no haber entrado en el gobierno. Al pactar con UPN, el PSN deja claras sus prioridades, abandona un espacio político interesante para quienes estén dispuestos a hacer política de izquierdas realista y se pliega al discurso antivasco del nacionalismo español más trasnochado que representa UPN.
Desde los tiempos de la transición a la democracia, Navarra se ha caracterizado por el enfrentamiento entre dos bloques que afirman lo contrario pero desde las mismas posiciones ideológicas, dos esencialismos representados hoy en día por UPN y Bildu. Ambos se necesitan, se buscan y se retroalimentan. El reto está en construir no desde la negación del que piensa de modo diferente, no en agruparse sobre las propias esencias para contar cuántos somos. Ese no es el camino, al menos no en Navarra. Ese es el mensaje de los resultados electorales. Aunque a corto plazo, la fórmula de Miguel Sanz va a permitir un nuevo gobierno UPN+PSN, a medio plazo es evidente que ha fracasado. Tampoco ha triunfado el polo soberanista de Bildu, convencido como estaba de que se iba a convertir en la segunda fuerza de Navarra pasando por encima de PSN y, sobre todo, de NaBai.
Frente a ellos, NaBai ha consolidado su espacio electoral, un suelo firme a partir del que construir, desde el que tender puentes, desde el que hacer política real. El crecimiento de NaBai no está entre quienes siguen alimentando un esencialismo nacionalista vasco y basan su acción política en la negación y el no por el no. Bildu ha recuperado ese espacio. NaBai es la única respuesta real a otra Navarra posible que supere la actual incomunicación entre navarros y nabarros. Ese discurso político está todavía por construir, pero hay ya muchos elementos para poder hacerlo.
Abarria, en Erreniega
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