Sahid y Pedro se hicieron albañiles a las órdenes de la constructora Saiatu. "Allí sí estábamos bien, trabajábamos nueve horas y nos pagaban el primer día de cada mes lo que marcaba el convenio", recuerdan. Pero su empresa "no podía competir", como ellos mismos asumen, y acabó por prescindir de sus servicios. Presionados por la necesidad, se vieron obligados a llamar al pirata. "Es una persona muy conocida de Idiazabal", explica Pedro, que en pocos días les gestionó su regreso a una obra de Ordizia.
Pero todo era diferente en el nuevo puesto. Le pidieron a su pirata trabajar en las condiciones que marca el convenio de la construcción de Gipuzkoa y obtuvieron respuestas diferentes. A Pedro le ofreció once euros la hora y a Sahid el convenio de Badajoz, apenas 600 euros al mes, que en Euskadi "no dan para vivir". Como ellos mismos explican, "el pirata es el que impone las condiciones". "La empresa necesita mano de obra y llama a estas personas. Pactan un precio entre ambas partes y el pirata decide cuánto paga a sus trabajadores", dice Pedro, que no duda en señalar a estas mafias como "la única vía para entrar en una obra". En este sentido, ambos albañiles coinciden en que "si llamas a la empresa y pides trabajo bajo el convenio de Gipuzkoa se ríen de ti".
Como muchos otros, Pedro y Sahid se tuvieron que resignar a trabajar sin seguridad social y en jornadas de diez horas, incluyendo los sábados. Por suerte, "las medidas de seguridad sí eran razonables", reconocen. Pero, cumplido el período de prueba de quince días, les comunicaron el despido y pasaron a formar parte del grueso de 3.500 parados que, solo en Gipuzkoa, ha generado el sector de la construcción. Otros siete días más tarde y tras varias reuniones con su pirata, recibieron la media mensualidad que les correspondía y una indemnización de 166 euros.Y es que los retrasos en el pago son algo habitual e incluso despiertan conflictos entre el intermediario y la empresa constructora. Sahid recuerda como, en la última obra donde trabajó, "hubo un día que se montó un lío terrible. Oímos al jefe de personal llamar al pirata y decirle ven, págales y solucióname este problema", relata Sahid.
Mientras buscan otro empleo -reconocen que ven el futuro "más que complicado"- Pedro y Sahid repasan sus experiencias en la obra. Se las saben todas. Pedro ha trabajado como albañil desde los 18 años y Sahid, de nacionalidad marroquí, desde que llegó a Euskadi, hace ocho años.
En sus años en el andamio, Pedro y Sahid han convivido con todo tipo de compañeros, "gente de aquí, pero sobre todo mucha gente de fuera". Citan portugueses, rumanos pero también trabajadores del resto del Estado, y afirman que "el que está dispuesto a trabajar a cualquier precio se está cargando la profesión". "A los portugueses les traen el lunes por la mañana y les llevan a casa el sábado a la tarde. Comen y duermen en la obra, a veces hasta trabajan por la noche. Algunos cobran a ocho euros la hora, otros a seis y otros a cinco. Depende del pirata", insisten. En cuanto a estos intermediarios, explican que "hay verdaderos ladrones que consiguen mucho dinero de la constructora y luego no nos pagan nada a nosotros, los obreros. Otros se portan mejor", explica Sahid.
Entre sus anécdotas, relatan que han visto a compañeros en zapatillas deportivas -"les preguntas por sus zapatos de seguridad y ni te entienden", explican-, incluso casos de operarios a relevos. "Eran gente del Este y se parecían mucho", recuerdan. "No sabemos por qué lo hacían, pero un día iba uno a trabajar y al día siguiente venía otro. Pasaron unos días hasta que les pilló el jefe", explican.
Entre sus recuerdos, los que más les duelen, los accidentes graves que han sufrido sus compañeros. "En una casa de Ordizia vi caer a tres obreros de un andamio mal atornillado. Otro chaval, de Beasain, se estampó contra un poste y acabó parapléjico", recuerda Pedro.
Ambos saben que ahora deben buscar otro pirata, pero aseguran que no trabajarán a cualquier precio. "Yo siempre pido el convenio de Gipuzkoa", se reafirma Sahid. Pedro, por su parte, reconoce que está cansado de jugarse la vida en el andamio. "Esto cambiará cuando nos neguemos todos a trabajar como esclavos. En la construcción sí hay trabajo, el problema es que nadie quiere pagarlo", concluye.
Abusos Patronales
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