MÁS de 20 millones de afectados. Un tercio del país inundado por el agua. Hambre, enfermedad, pobreza y muerte. Son los adjetivos que recibe Pakistán en la prensa desde que sufrió las lluvias torrenciales. Pilar Ulibarrena Martínez de Ibarra, de 76 años, es una monja de Olite perteneciente a las Franciscanas Misioneras de María. Pilar lleva más de cuarenta años (llegó a Pakistán en el año 1968) ayudando a las personas más pobres en un país en el que el 24% de la población vivía en la pobreza.
Y el vivía es intencionado, pues tras esta auténtica catástrofe natural, Pakistán es hoy mucho más pobre que antes. "Las pérdidas han sido enormes. Se han visto afectadas millones de personas", asegura Pilar. Pero las inundaciones no sólo afectan al aspecto humano. Economicamente, "se han perdido billones", afirma la misionera. "El agua arrasó con todo", concluye. Se derrumbaron puentes, se destrozaron los cultivos, se perdieron casas y se inutilizaron las fábricas de un tercio del país.
Sin embargo, Pilar no se vio afectada directamente por la catástrofe. "Todo lo que sabemos lo vemos en la televisión o lo leemos en los periódicos", asegura. La cuestión es que ella desarrolla su labor humanitaria en Rawalpindi, una ciudad de tres millones de habitantes en la provincia de Punjab al norte de Pakistán. "La zona afectada queda a bastantes kilómetros de aquí, nosotros estamos muy al norte", explica Pilar. De todos modos, la misionera navarra es consciente de que con tantos miles y miles de desplazados, tarde o temprano los afectados por las lluvias acabarán llegando a Rawalpindi. "Primero tendrán que ir al hospital y los que estén más graves nos los remitirán a nosotros".
Porque Pilar Ulibarrena presta su ayuda en el hospicio católico de San José, un centro abierto en 1964 por un misionero irlandés con capacidad para sesenta personas, donde van a parar los enfermos terminales. Aquellos quienes presentan una enfermedad incurable. "Ayudamos a los más pobres de los pobres", cuenta Pilar. "Por nuestro hospicio pasan aquellos que no tienen familia, ni trabajo, ni nada de nada", añade la religiosa. Además, quienes acuden al hospital "son la mayoría incurables, casos largos por lo que pasan un tiempo largo aquí", finaliza Pilar. Por otro lado, de momento el gobierno no deja llegar a la ciudad a los refugiados, les atiende en el campo, por lo que todavía resta bastante para que comiencen a llegar los afectados por las lluvias.
Caso aparte es el de los habitantes de la ciudad, que si bien no lo han vivido en primera persona, sí que muchos de ellos han perdido a amigos y familiares. "La ciudad está muy afectada, casi todos han perdido a alguien", arguye Ulibarrena.
LA AYUDA LLEGA CON CUENTAGOTAS
"La ayuda llega muy despacio", afirma Pilar. Coincide, así, con las decenas de organizaciones no gubernamentales que reclaman ayuda a gritos a la vez que se lamentan que no se está produciendo la misma solidaridad que cuando ocurrió el terremoto de Haití. De hecho, la misionera navarra asegura que "no ha venido nadie más a ayudar desde que ocurrió el desastre, estamos los mismos de siempre", concluye.
"Ahora lo más importante es que llegue comida y ropa", relata Ulibarrena. Se trata de la ayuda más inmediata. Los afectados lo han perdido todo y, encima, el agua arrasó sus cultivos, por lo que la sombra de la hambruna atemoriza al país. "Más adelante harán falta materiales para reconstruir" las zonas afectadas, remarca Pilar.
Otro de los fantasmas que acechan a Pakistán es el de las enfermedades. "Aquí hay mucho miedo al cólera, aunque por el momento parece que no ha aparecido", comenta la religiosa. No obstante, pese a mantener a raya al cólera, el problema es que "la gente está bebiendo agua sucia de animales o escombros, por lo que se están produciendo muchas enfermedades intestinales", afirma Pilar.
UNA SITUACIÓN DIFÍCIL
Pilar Ulibarrena vive el complicado panorama del país sin rechistar. "Somos misioneras y nuestra misión es estar aquí, con los más necesitados, vivir con ellos", afirma. Ahora bien, no es fácil. Pilar asegura que "se siente muy mal porque la gente está sufriendo mucho". Pese a todo, no piensa en volver, sino en ayudar. "Las pérdidas han sido enormes y harán falta muchos años para recuperar lo perdido", concluye.
M. Turullols (Diario de Noticias)
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