Los suecos no querían pagar la boda de la princesa Victoria, heredera del trono. Argumentaban -apoyados por líderes políticos- que la asignación anual de 112 millones de coronas suecas (casi diez millones de euros) que recibe la casa real de Carlos XVI Gustavo debería ser suficiente para afrontar los gastos del enlace. Habilitaron portales de Internet para expresar el rechazo ciudadano a arbitrar presupuestos extraordinarios. La entrada del blog en la que lo contaba, recibe visitas a diario desde hace meses. No hay jornada que falte alguien buscándola. Para mi sorpresa, ciertamente.
El matrimonio con Daniel Westling se celebró el 19 de Junio, con toda pompa, y rodeados del clamor popular. El metro era gratis para facilitar la movilidad. A la mayoría de la población le gusta su monarquía. Aunque se celebró otra fiesta paralela de republicanos, con actuaciones musicales.
El casamiento costó finalmente 20 millones de coronas suecas (unos dos millones de euros). El Rey pagó las celebraciones en palacio, y el resto –a pesar de las protestas- de los gastos el Gobierno.
No han pasado dos meses del acontecimiento y ya se han presentado tres querellas contra Victoria por presunta corrupción. Todo porque el millonario sueco Bertil Hule prestó a la pareja un jet privado y un yate para su luna de miel. El fiscal anticorrupción se propone actuar en los próximos días. La prensa crítica a la heredera. Llegan a decir que el empresario “podría estar interesado en obtener una retribución por los regalos”.
Siempre he querido ser sueca. Por lo menos.
Rosa María Artal, en El Periscopio
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