El Padre Hilario Olazaran ha sido uno de los personajes más influyentes en la historia musical de Lizarra de las últimas décadas. Reconocido por su música natural, espontánea, improvisada y atrayente, este capuchino realizó una gran labor como profesor y compositor. La agrupación de txistularis que lleva su nombre ha recibido en estas fiestas el reconocimiento a su labor por parte de todas las generaciones de dantzaris de Lizarra.
Alejandro María Olazaran nació en 1894 en Lizarra y en 1917 se ordenó sacerdote en los capuchinos, orden en la que tomó el nombre de Padre Hilario Olazaran. Destinado a Lekaroz (Baztan), conoció a Aita Donostia, colaboró con él en conciertos de violín y piano y recibió lecciones de composición. Su «Método de txistu y tamboril», publicado en la revista «Euskalerriaren alde» de Donostia en 1927, adquirió gran popularidad. Fue el primer manual de txistu y con él han aprendido a tañerlo cientos y cientos de jóvenes.
Tras el golpe de Estado de 1936 se exilió a Chile, donde amenizó con el txistu actos religiosos y culturales, y protagonizó un programa infantil de televisión en el que contaba cuen- tos que amenizaba musicalmente con melodías improvisadas. En 1963 regresó a Euskal Herria y en 1971 se le tributó un gran homenaje en Lizarra, al que acudieron dantzaris y txistularis de todo Euskal Herria y donde se le entregó la Medalla de Oro de la Asociación de Txistularis del País Vasco. Dos años más tarde murió en Iruñea.
Además de un gran legado musical, este amante del folklore vasco ha dejado escuela en su localidad natal. Jóvenes de varias generaciones se han enganchado al txistu gracias a él, y así surgió la Agrupación de Txistularis Padre Hilario Olazaran. Uno de los integrantes más veteranos es José Luis Aznarez, de 61 años de edad, que lleva media vida disfrutando y haciendo disfrutar con el txistu. «Hilario Olazaran estaba muy bien considerado en su época -recuerda José Luis Aznarez-, pero, por ser una persona perseguida, no ha tenido después el reconocimiento que se merece».
Curiosamente, ninguno de los actuales miembros que integran la Agrupación de Txistularis sabe exactamente cuándo se creó. «Aunque parece que ésta es tierra de gaiteros, en Lizarra el txistu es incluso más antiguo que la gaita», comenta Aznarez, quien admite que existe un cierto «pique» entre gaiteros y txistularis en casi todas las localidades, y que en el caso de Lizarra «se agudiza bastante más».
En este sentido, recuerda el conocido dicho de «¡Entre gaiteros te veas!», aunque precisa que «en general nos llevamos bastante bien» y que él toca ambos instrumentos indistintamente.
Este veterano músico recuerda el gran auge que tuvo el txistu en Lizarra, pero lamenta el bajón que ha tenido en los últimos años. «No sé por qué puñetas es, pero ahora a la juventud de Lizarra le atrae menos el txistu. Igual ocurre lo mismo en Iruñea, pero quizás por ser una ciudad más grande, parece que ahí hay más de todo», comenta Aznarez. Pese a todo, él se muestra muy orgulloso de tocar un instrumento que le gusta, y también de «ver bailar o cantar a los demás».
En la actualidad, el txistulari más joven de la Agrupación tiene 12 años, y el más veterano ya ha cumplido 66, pero entre uno y otro hay poco más de una docena de músicos que siguen tocando este instrumento. «Ahora nos solemos juntar entre doce y quince, y en fiestas llegamos a duplicar esta cifra. Tenemos la puerta abierta para que vengan los txistularis que se han tenido que ir fuera a estudiar o a trabajar», explica Aznarez.
Esa mayor presencia de txistularis se notó el pasado viernes durante el homenaje organizado por la asociación de ex dantzaris Francisco Beruete, con motivo de la XXV edición del Dantzari Eguna de Lizarra.
Después del cohete, los músicos se dirigieron a la Plaza de los Fueros para interpretar el Baile de la Era con txistu. «Aquí hay mucho purista que lo ve mal, porque parece que tocar la Era con txistu es pecado mortal, pero lo importante -remarca Aznarez- es tocarlo bien».
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