Ha basado su vida en la constancia, en aferrarse a lo que
consigue contra viento y marea. Su máxima parece ser
la que esbozó otro gallego como él, Camilo José Cela: “En este país, el que
resiste, gana”. Hipótesis que no siempre se cumple pero que en Mariano Rajoy ha
funcionado hasta convertirlo en ejemplo paradigmático. Cabe preguntarse si no
encuentra inspiración en las aguas que bañan su tierra natal, si no sigue… la
estrategia del percebe.
Hijo del que fuera presidente de la Audiencia Provincial de
Pontevedra, el joven Mariano estudió Derecho como él y, ya desde
el último año de carrera, preparó oposiciones a registrador de la propiedad.
Las aprobó para convertirse a los 24 años en el titular de ese cargo más joven
de España. Hecho que desempolva ahora la derecha mediática como muestra de sus
virtudes.
En realidad, no es una
profesión para
pensar y deducir sino para dejar constancia escrita de títulos. Exige
perseverancia, no brillantez. En España, los registradores de la propiedad
gozan de un estatus insólito y privilegiado que escandaliza a sus colegas
europeos. Es el único país en el que cobran directamente al ciudadano que
quiere inscribir algo, en lugar de ser funcionarios con un sueldo aceptable que
realizan gratis para el contribuyente la misma función. En Europa es un
servicio público, aquí privado y con
pingües ganancias.
Desde hace más de 30
años, Mariano Rajoy se dedica a la política. pero también mantiene su
plaza –por más de dos décadas ya sin hacer uso de ella– como registrador de
Santa Pola (Alicante), a la que no ha renunciado ni como presidente del
Gobierno. Gracias a la peculiar legislación española, su trabajo –es el único
registrador de esta localidad– lo hace otro profesional de Elche y
existen fundadas sospechas de que se reparten los beneficios cuya cuantía
cifran la mayoría de los fuentes en torno a un millón de euros anuales. El
periodista Miguel Ángel Aguilar pidió explicaciones a Rajoy en un muy
documentado artículo y nunca ha habido respuesta. También ahí Rajoy
resiste. Como el percebe.
El percebe es un crustáceo cirrópodo que, tras un breve período
nadando en libertad como larva, se aferra a una roca o sustrato duro de adulto
y allí permanece de por vida.
En su cabeza o uña se insertan sus órganos vitales. Es a través del pedúnculo
–recubierto con una piel gruesa– como se mueve y consigue su alimentación.
Absolutamente impermeable, no tiene corazón (su función la realiza el esófago),
es hermafrodita aunque sin capacidad para autofecundarse, y presenta una baja
capacidad para el transporte de oxígeno, debido a que carece de agallas como
tales. De ahí que precise para instalarse de aguas turbulentas que al batirse
liberan más cantidad de ese elemento esencial. Aunque siempre han de ser poco
profundas, que no presenten grandes riesgos y ayudados por su buena adaptación
a períodos en seco cuando baja la marea. Algunas variedades actúan como
parásitos, por ejemplo de los cangrejos.
En la azarosa vida marina –cruel donde las haya–, los percebes
utilizan dos sistemas contra los depredadores, que incluso pueden ser otros
miembros de su misma especie. Una es la colonización masiva de una zona:
establecerse en gran número y al mismo tiempo, lo que permite sobrevivir,
arropados unos con otros, a buena parte de ellos. La otra consiste en el
crecimiento rápido que les facilita ascender a niveles más altos que sus
competidores y conseguir un tamaño que resista los ataques.
Y ahí tenemos al Mariano Rajoy político. Ahíto de cargos
relevantes en los que no destacó, se ve aupado a candidato a la presidencia por
el PP, designado por Aznar. Nadie daba un euro por él tras su derrota en 2004, y
menos aún en 2008 cuando fue intensamente contestado en su partido y, tanto o
más, en la carcunda mediática, pero una vez más se mantuvo. La
revuelta marea de la crisis le da aire y lo catapulta a la Moncloa por
mayoría absoluta, a pesar de contar solo con los votos del 30,37% del
electorado, por los azares de nuestra también peculiar ley electoral.
Zapatero no la consiguió con un 32,18% en 2008, ni con el 31,89% del 2004 y más
papeletas a su favor que el PP en 2011 en ambas ocasiones.
Mariano Rajoy hoy acarrea el
récord de ser el presidente que más rápido ha perdido su aceptación popular. A
él y a su Gobierno se debe el agravamiento de la crisis y la pérdida de
condiciones de vida y derechos de los españoles. Fuera, según describía
pormenorizadamente el semanario alemán Der Spiegel, “está irritando a sus socios
europeos con llamadas telefónicas frenéticas”, mientras guarda silencio
en su propio país. La imagen que da Der Spiegel de
Rajoy –“mirando desamparado e impotente los gráficos”– le convertiría
en un cadáver político en vías de dimitir, si no fuera porque Rajoy
parece seguir, en toda circunstancia, la estrategia del percebe que tan
buenos resultados le ha brindado hasta ahora. Por mucho que descarguen
tempestades y batan las olas, no hará previsiblemente nada… salvo asirse al
cargo.
El percebe marino se aferra, aguanta, persevera, ocurra lo que
ocurra a su alrededor. Su único propósito es mantenerse. Si no sucumbe ante un
competidor, su destino final es un plato. Múltiples percebeiros se afanan a
diario, entre el miedo y el valor, en esa tarea dura y costosa, incluso
poniendo en peligro su vida, porque este crustáceo llega prácticamente a
soldarse con el lugar que ocupa. No sirven las victorias morales, sino las
efectivas. En muchos casos, los mariscadores terminan por hallar un resorte que
desprenda al percebe de la roca a la que con tanto ahínco se sujeta contra todo
pronóstico y toda lógica… colectiva. El mar y la tierra son de todos, no solo
del percebe.
Rosa María Artal, en Zona Crítica
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