Tras disfrutar este pasado 21 de julio en la localidad navarra de Amaiur del
acto Amaiur 2012, Haien Ametsa Gurea da, salimos alrededor de la una y
media de la madrugada para dormir en Irurita, y así, al día siguiente, domingo,
seguir disfrutando en el Baztandarren Biltzarra celebrado en Elizondo. Pero en
el camino nos encontramos con un control de la Policía Foral. Les comento que me
he tomado un par de cervezas y doy 0.0 en el control de alcoholemia. Seguido, el
control de estupefacientes: ante sus reiteradas preguntas y cacheos acerca del
consumo de estos, mi respuesta contundente desde el principio es "no". Me
realizan la prueba y cuál es mi sorpresa cuando me comunican que el resultado es
positivo en THC (cannabis), anfetaminas e indicios de cocaína. Ante esta
situación me defiendo y la cosa se tuerce: malas caras, oídos sordos, actitud
prepotente. Yo insisto en que me repitan la prueba ya que el aparato funciona
mal. Para mi asombro, me responden que no la pueden realizar otra vez y que solo
tengo la opción del contraanálisis en Pamplona, con todo lo que esto supone. Son
las tres de la madrugada. O sea, que es mejor ir hasta Pamplona y que me hagan
un análisis en el hospital, que hacer allí mismo, in situ, una segunda
prueba. La sensación de impotencia es igual al enfado y disgusto que tengo, más
aún cuando uno de los agentes se mofa de mí diciendo que su instinto policial le
dice que sí consumo drogas. ¿Por qué? ¿Porque soy joven? ¿Por mi manera de
vestir? ¿Por mi coche? ¿Instinto o prejuicio policial? Valoro la situación (600
euros de multa, 6 puntos y carga de culpa por algo que no he hecho) y ante el
asombro de los agentes decido que me lleven a Iruña. Porque es la única opción
objetiva de demostrar mi versión. En ese momento se les rompen los esquemas y
tienen que llamar a sus superiores para saber cómo actuar. Me suben en el coche
patrulla y soy escoltado hasta el Complejo Hospitalario de Navarra como si fuera
un delincuente. Resultado del contraanálisis: todo negativo. Un 0,0 al instinto
policial. Son las seis de la mañana. ¿Y ahora qué? ¿Me van a pedir disculpas?
¿Qué hubiera pasado si decido no ir al hospital para realizar el contraanálisis?
Así, desde estas líneas, por una parte quiero resaltar la nula fiabilidad de
estos detectores policiales y el gasto que ello conlleva (desplazamiento,
atención médica de urgencia y pruebas) en estos tiempos. Y por otra parte,
protestar por la situación de inferioridad, indefensión e impotencia en la que
me encontré ante la actitud de los agentes, chulesca y prepotente de portero
malo de discoteca, con la cual parece que algunos quieren complicar la vida.
Xabier Tantos Arriaga (en Diario de Noticias)
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