domingo, 19 de agosto de 2012

PUDRIRSE EN LA CÁRCEL

Es seguro que cuando Iosu Uribetxebarria sea excarcelado haya quienes pongan el grito en el cielo clamando contra la debilidad del Gobierno español, y también quienes, en un alarde de frivolidad, proclamen que este espinoso asunto ha tenido un final feliz. Ambas percepciones ahondan en errores de alto riesgo, como confundir la justicia con la venganza, los primeros; o confundir el orden público con la ética, los segundos.
Fue el propio Jaime Mayor Oreja quien siendo ministro del Interior estableció en el año 2000 la normativa legal de que se concediera la libertad condicional a los presos con enfermedades "graves o incurables". Fue también el propio Mayor Oreja quien hostigó a la derecha más radical para que alimentase el odio irracional contra el terrorismo de ETA y todas sus supuestas derivaciones hasta el nacionalismo vasco democrático. Objeto especial de ese odio fueron los militantes de ETA detenidos, para quienes desde esos sectores se prodigaban soflamas de venganza que exigían endurecer las leyes y se expresaba sin pudor el empeño de que se pudriesen en la cárcel.
De aquellos polvos vinieron los lodos de un Gobierno y unas instituciones que no cumplen sus propias leyes por temor a ser devorados mediáticamente por el monstruo que ellos mismos crearon, esos colectivos irredentos y subvencionados, esos tertulianos y opinadores guerracivilistas que solo creen en la venganza. Y así han estado el Gobierno y sus instituciones penitenciarias, paralizados por el pánico a las arremetidas de quienes no hubieran tolerado la libertad de un "etarra sanguinario", mientras su ministro de Interior se sumaba al relato de los padecimientos extremos a los que el preso sometió al funcionario de prisiones Ortega Lara.
Iosu Uribetxebarria debería haber sido puesto en libertad condicional desde el momento en que se presintiera su grave enfermedad, ya que la experiencia obliga a dudar sobre la atención médica penitenciaria. Por haberle conocido, no puedo olvidar a Nikola Telleria, párroco de Sopela condenado en 1969 a diez años (!) por haber participado en una huelga de hambre en el Obispado de Bilbo. Recluido en la alevosa prisión concordataria de Zamora, Nikola comenzó a adelgazar de forma alarmante, apenas comía y sobrevivía malamente sin recibir ninguna atención médica solvente. Trasladado en 1974 al hospital penitenciario de Carabanchel, accedió al tercer grado y fue puesto en libertad condicional. El médico que le atendió posteriormente en Bilbao no pudo menos que escandalizarse: "¿Pero dónde le han tenido a este hombre? No hay nada que hacer. Esto es un saco de basura, lo que tiene es un cáncer y es demasiado tarde para operarle". En octubre de 1975 falleció.
El cáncer, un cáncer como el que padece Iosu Uribetxebarria, es dolencia curable solo si se detecta a tiempo. Para ello es precisa una medicina preventiva y una labor programada de detección precoz que están muy lejos de la inspección rutinaria y superficial propia de las instituciones penitenciarias. Iosu Uribetxebarria, como en el tardofranquismo el cura Nikola Telleria, como seguramente cientos de reclusos de toda condición que abarrotan las prisiones españolas, están abocados a que la medicina llegue tarde para ellos, están abocados a pudrirse en la cárcel para satisfacción de los adalides de la venganza.
Cumplido el trámite del diagnóstico médico y obligado a cumplir la ley, el Gobierno se lavará las manos y dará por concluido el embarazoso asunto. Un final feliz, pensarán los ingenuos, porque así el preso vasco "podrá morir entre los suyos". Pues no, no ha habido final feliz. El preso vasco Josu Uribetxebarria no debería haber llegado a este estado de irreversibilidad porque el cáncer de riñón, como casi todos los cánceres, podía haber sido tratado e incluso resuelto si la política penitenciaria española asumiese la medicina preventiva para los reclusos y no estuviese lastrada por el espíritu de venganza, más acusado aún en el caso del arrasatearra.
Todo parece indicar que Uribetxebarria, concedida la libertad condicional, aparentemente se librará de "pudrirse en la cárcel". Volverá con los suyos, como otros compañeros a los que se aplicó la misma medida, y solo sabremos de él cuando se produzca el fatal desenlace. Pero ya volvió "podrido". Mientras tanto, hemos asistido a la inclemencia de un Gobierno incapaz de cumplir sus propias leyes, a la renovación de los más crueles sentimientos, a la intolerancia destemplada de la Ley del Talión. Por la otra parte, hemos asistido una vez más al despliegue del recurso a la movilización civil, que recurriendo a la solidaridad se aprovecha para la propaganda.
"Que no se haga ninguna locura, salga como salga de aquí", pide Iosu Uribetxebarria. Sensata advertencia para quienes están dispuestos a cualquier desestabilización social en protesta por su libertad, y para quienes no dejan pasar ninguna oportunidad para sumar el victimismo a su haber electoral.
Aprovecharse unos de las víctimas y otros de los presos para la propia rentabilidad partidaria es ejercicio de obscenidad política que a fin de cuentas se sobre el sufrimiento ajeno. 
Félix Muñoz, en Grupo Noticias

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