jueves, 4 de agosto de 2011

TOROS Y ANTITAURINOS EN TAFALLA

La historia de los toros en Tafalla es muy antigua. Puede decirse que desde que pastaba ganado bobino en nuestros campos, hubo gente que no se resistió a retar a su cornamenta, poniendo a prueba su habilidad o velocidad a riesgo de sufrir una cogida. En la historia de nuestra ciudad, los festejos taurinos aparecen en la mayoría de las fiestas importantes. Desde 1387 tenemos noticias de corridas en la comarca. En abril de 1503, con motivo del nacimiento en Sangüesa del príncipe Enrique, hijo de los reyes Juan y Catalina, se permitió en Tafalla "facer allegrías e correr toros de los de la boyería, traherla a palacio.....". Es el primer antecedente de los toros que conocemos. Y en esta época, Navarra era un estado todavía independiente, es decir que la afición a los toros no es algo que nos haya venido impuesto tras la conquista española.

La antigüedad de la afición taurina es algo evidente, pero ¿desde cuándo existen los antitaurinos? El rechazo al maltrato de los animales o a la fiesta taurina en sí, ¿es una ideología contemporánea o ha sido una constante histórica?

La primera vez que encontramos en Tafalla alguna oposición a que se corra el ganado es en 1585, cuando el responsable de la mesta de las vacas protesta contra el regidor Francisco Navaz "por haber ydo en persona a donde estaba la dicha baquería y la ha encerrado en el pavado del Palacio, maltratándola, entrándolas y sacándolas". Las razones no parecen propiamente antitaurinas, sino de protección del ganado.

En el siglo XVIII, parece ser que las luces de la ilustración se van introduciendo en nuestros pueblos y comienzan a surgir voces en los plenos municipales que cuestionan las corridas de toros, siquiera con argumentos económicos. En julio de 1719 se discute en el Ayuntamiento si ha de haber o no toros este año. El alcalde Francisco Cortés está preocupado por los grandes gastos que ha habido y se opone. El regidor Sebastián de Felices no está de acuerdo y sostiene que si el gasto ya está autorizado mejor gastarlo en honor del Patrono San Sebastián, "por medio de quien se logran tan repetidos favores". Claro, ¿cómo hacerle al Patrono el feo detalle de no correr toros en su honor? El taurófilo argumento vestido de piedad convenció a la mayoría de regidores. Se votó y la mayoría decidió que hubiera toros el 16 de agosto. A continuación discutieron "el paraje donde se han de correr", si en el Portal del Río o en el Palacio, y se acordó "que los toros se corran este año en el Palacio", y se le envió un recado al Conde de Guendulain, como alcalde del mismo, para que resolviera el tema. El 10 de agosto se volvieron a reunir para tratar el tema, pues hubo alguna reclamación diciendo que la autorización para correr los toros era en el Portal del Río y no en el Palacio. Ante la duda, se decidió finalmente no traer los toros.

En los años siguientes se repiten las votaciones cada vez que sale el tema de las corridas. En 1746, siendo alcalde Manuel de Olóriz, volvieron a ganar los taurófilos, con dos votos en contra. Pero este año Fernando VI fue nombrado rey de España, y comenzó a dictar severas disposiciones contra las corridas de toros. En 1757, los tafalleses apelan a los fueros y privilegios de la ciudad para que no se cumplan las órdenes reales, diciendo que no alcanzan al Reyno Navarra ni a la ciudad. Al año siguiente, el rey prohibe todas las corridas de toros en Navarra a excepción de la del día de San Fermín.

Unos años después vuelven los toros a las calles y a los ruedos. En 1772 se vuelve a prohibir correr en Navarra toros ensogados. Dicen que en Peralta, donde cada cuadrilla tiene su propio toro, ha habido últimamente cinco muertos.

En agosto de 1783, Valentín de Foronda, noble y acaudalado ilustrado de Vitoria, miembro de la Sociedad Bascongada, recorre Navarra y pasa por Tafalla camino de la Ribera, un día de calorazo y bochornera. A partir de Tafalla sus descripciones cambian de tono: "Costumbres, modales, corazón, ideas, acento, todo es bárbaro en la Ribera. A la justicia respetan de día y se burlan de ella y la insultan a la noche; en cuya hora, debiendo descansar de las tareas para volver al trabajo con más nervio, tienen la manía de salir de música, cantando cuatro coplas en loor a sus ídolos...En una palabra, los talentos estimables entre estas gentes son los que manifiestan la barbarie: el mayor comedor y bebedor; el mayor tirador de barra; el que se presenta com menos temor delante de un toro....." Entre las aficiones de los navarros señala "el juego de naipes, el de la pelota, tanto a pala como a mano, y las corridas de toros". Para este viajero, sólo "el juego de la pelota es digno de los mayores elogios....y sería de desear que se introdujera en todas unas partes una diversión tan inocente como saludable....."

En 1865 volvemos a encontrar una polémica municipal sobre las corridas de toros, y esta vez son los antitaurinos los que utilizan argumentos religiosos a su favor. El Ayuntamiento que preside Pío Díaz de Rada, dueño de la actual casa Azcona, ha debatido antes de las fiestas sobre suspender o no los espectáculos taurinos. Los antitaurinos proponen comprar a cambio un terno o capa pluvial para la parroquia de Santa María, como patrono y responsable que era el Ayuntamiento de su mantenimiento. En el debate el alcalde hace prevalecer su opinión diciendo: "Yo quiero terno y cuerno". Al final se decide que en lugar de toros se toreen vacas. Llegado el día de la Virgen, cuando la corporación se dirigía a la iglesia "con bandera y tambor batiente", los mozos comenzaron a gritar en las Cuatro Esquinas: "¡Toros, toros!" y a silbar al Ayuntamiento. Lo mismo ocurrió a la entrada en Santa María. Fueron detenidos José María Berrueta, Escolástico Vital, Román Moreno y otros jóvenes que pasaron las fiestas a la sombra. El joven carlista León Iriso, que pasaba por ser el hombre más fuerte de Tafalla, se afamó aquellas fiestas peleando en la plaza contra una vaca brava.

El siglo XIX continuó con varias prohibiciones de festejos taurinos, por causa de la guerra carlista o la guerra de Cuba. En 1909 el gobierno prohibió las vaquillas, lo que produjo altercados en las fiestas de Tafalla, cuando los mozos organizaron una "corrida alternativa", en el Portal del Río.

En 1922, las ideas antitaurinas se habían extendido entre los sectores republicanos. También el naciente nacionalismo vasco se mostraba muy poco favorable a las corridas de toros a las que consideraba (erróneamente como hemos visto antes) una fiesta española. Este año todo el Ayuntamiento se declara antitaurino. En octubre de este año se presentó en el Ayuntamiento el informe de la Comisión encargada de solucionar la ubicación del nuevo cuartel de la Guardia Civil. José María Labat, Jesús Cabezudo, Segundo Zozaya y Gervasio Fernández proponen derribar la Plaza de Toros, dadas las posibilidades que tiene de desaparecer a corto plazo por la decadencia de la fiesta, con lo que conseguirían beneficios incalculables: se podrían hacer viviendas, y en el plano ético, "daría una sensación de la cultura de Tafalla e influiría en el concepto de moral y buenas costumbres, desapareciendo esa afrenta de la civilización, fiesta de la barbarie, que embrutece y enloquece al hombre en la lucha de éste contra la fiera; esa fiesta llamada, por antonomasia, nacional, que retrotrae a España a los tiempos de los circos romanos, sustuituidos los gladiadiores por los actuales lidiadores y la fiereza del león, el tigre y la pantera por la no menor del toro". Además, añade la Comisión, "la plaza da pérdidas y acarrea escenas tan poco edificantes como las que están en mente de todos". El Ayuntamiento decide que "con el mayor sentimiento", no es posible aceptar la propuesta de la Comisión, y añade que para quitar la plaza de toros habrá que esperar "a que el tiempo se encargue de variar la forma de ver las cosas por parte de sectores de la opinión pública". Al final, el Ayuntamiento arrendó la casa de Vicente Berruezo que ya ocupaban los guardias, y optó por construir la casa cuartel de los Jardines.

Algo similar volvió a ocurrir durante la República, cuando el concejal David Jaime recuperó la idea de tirar la Plaza de Toros. A los pocos días de plantearlo en el Ayuntamiento, él mismo retiró su propuesta, reconociendo que la opinión pública mayoritaria estaba a favor de su mantenimiento.

Durante el franquismo, la de los toros fue ensalzada como "Fiesta Nacional" y no tuvo contestación alguna. Con los primeros ayuntamientos democráticos algunos concejales se negaron discretamente a presidir las corridas de fiestas y en la actualidad la polémica se ha revitalizado, llegándose a prohibir las corridas en las comunidades de Canarias y Cataluña. Así las cosas, es de esperar que en Tafalla tengamos polémica, y toros para rato.
Jose Mari Esparza Zabalegi, en La Voz de la Merindad

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